En la audiencia general, Francisco habló de los Salmos de la Biblia, describiéndolos como «cantos» inspirados por el Espíritu y puestos por Él «en los labios de la Esposa»
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A
veces se resienten de la situación histórica, observó, pero «no hay estado de
ánimo o necesidad» en la que no acudan a nuestro rescate introduciéndonos en
esa «gran orquestación que es la comunión de los santos». La invitación a hacer
sonar «una verdadera sinfonía de oración» con vistas al Jubileo
Los Salmos «son los cantos que el
Espíritu mismo ha puesto en labios de la Esposa», es decir, de la Iglesia.
Juntos, recogidos en el Libro de los Salmos, forman «una sinfonía de oración»
en la que hay diversos «movimientos» que necesitan ser redescubiertos en su
riqueza y actualidad.
Precisamente a «una gran sinfonía de oración» había pedido el Papa
Francisco que se dedicara el año en curso, en preparación del Jubileo del 2025,
y en su catequesis de la audiencia general de este miércoles, celebrada en la
Plaza de San Pedro, lo recordó, invitando a hacer resonar en la Iglesia de hoy
esas palabras, inspiradas por el Espíritu.
Los numerosos
«movimientos» contenidos en los Salmos
«Alabanza, acción de gracias,
súplica, lamento, narración» y otros son los géneros de oración expresados en
los Salmos, señaló el Papa Francisco, subrayando el «lugar privilegiado» que
ocupan en el Nuevo Testamento.
«Tengo en mi escritorio – dijo –
una edición en ucraniano» del Nuevo Testamento junto con los Salmos, un libro
que perteneció a «un soldado que murió en la guerra, y que me enviaron. Y él
rezaba en el frente con este libro". A lo que el Santo Padre añadió:
No todos los Salmos – ni
todos los Salmos – pueden ser repetidos y hechos propios por
los cristianos, y menos aún por el hombre moderno. Reflejan, a veces, una
situación histórica y una mentalidad religiosa que ya no son las nuestras. Esto
no significa que no sean inspirados, sino que en algunos aspectos están ligados
a una época y a una etapa provisional de la revelación, como ocurre también con
gran parte de la legislación antigua.
Los Salmos
deben convertirse en nuestra oración
Los Salmos, continuo diciendo el
Papa Francisco, «fueron la oración de Jesús, de María, de los Apóstoles» y de
las comunidades cristianas que nos precedieron. Recitándolos participamos en
esa «gran orquestación que es la comunión de los santos». Volvemos a
encontrarlos en la celebración de la Misa y en la Liturgia de las Horas, pero,
advirtió Francisco, «no podemos limitarnos a vivir de la herencia del pasado»,
deben convertirse en «nuestra oración».
Si hay Salmos, o simplemente
versículos, que hablan a nuestro corazón, es bueno repetirlos y rezarlos a lo
largo del día. Los Salmos son oraciones «para todas las estaciones»: no hay
estado de ánimo o necesidad que no encuentre en ellos las mejores palabras para
convertirlas en oración. A diferencia de todas las demás oraciones, los salmos
no pierden su eficacia a fuerza de repetirlos; al contrario, la aumentan.
No sólo una
petición, sino alabanza y agradecimiento
El Pontífice puso algunos ejemplos
acerca de cómo las palabras de los Salmos vienen en nuestra ayuda en las
distintas situaciones de la vida. En el remordimiento, el miedo o la angustia
podemos repetir: «Ten piedad de mí, oh Dios, en tu amor» y «El Señor es mi
pastor...». O para expresar nuestro vínculo con Dios, podemos hacer nuestras
las expresiones: «Oh Dios, tú eres mi Dios (...) mi alma tiene sed de ti».
Los Salmos nos permiten no
empobrecer nuestra oración reduciéndola a peticiones, a un continuo «dame,
danos...». (...) Los salmos nos ayudan a abrirnos a una oración menos
egocéntrica: una oración de alabanza, de bendición, de acción de gracias; y nos
ayudan también a ser la voz de toda la creación, haciéndola partícipe de
nuestra alabanza.
De ahí la
invitación a hacer «resonar hoy en la Iglesia», las palabras dadas por el
Espíritu a su Esposa y a «hacer de este año preparatorio del Jubileo una
sinfonía de oración».
Adriana Masotti – Ciudad del
Vaticano
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