En audiencia con el cardenal Semeraro, Francisco aprobó los decretos que llevan a la canonización al joven enterrado en Asís y al padre José Allamano
Carlos Acutis (ANSA) |
También será canonizado un grupo de
franciscanos martirizados en Damasco en 1860, mientras que serán beatificados
un misionero de la Preciosa Sangre y dos mártires del comunismo
Su historia es conocida por muchos.
Muy joven, un talento de la primera época de Internet junto con un gran corazón
hacia cualquier persona, ya desde niño y especialmente hacia sus coetáneos, a
los que ayuda todo lo que puede. Un adolescente precoz de inteligencia y alma,
como corresponde a alguien que nació original pero no morirá siendo una
fotocopia. En 2006, con 15 años, Carlos Acutis ya había abierto el camino de lo
que significa tener fe, amar a la Iglesia y a los pobres, y traficar su
creatividad en la red para dejar un mensaje -con su exposición sobre los
milagros eucarísticos- que no se consume perdiéndose como tantos algoritmos. En
octubre una leucemia fulminante se lo lleva, pero no lo que construyó. El Papa
Francisco lo beatifica en 2020 en Asís, donde ahora descansa en el Santuario de
la Expoliación, meta de interminables peregrinaciones.
Una carta para una vida
Y es aquí donde comienza la
extraordinaria historia del milagro que conducirá a la canonización de Carlos.
Entre los numerosos peregrinos que acuden a la tumba, el 8 de julio de 2022, un
viernes, hay también una mujer, Liliana, de Costa Rica. Se arrodilla, reza y
deja una carta, palabras de esperanza que envuelven la peor angustia de una
madre. Seis días antes, el 2 de julio, su hija se cayó de la bicicleta por la
noche cuando volvía a casa, en el centro de Florencia, donde la niña estudia
desde 2018. Las noticias que llegan del hospital Careggi son de las que
quiebran. Traumatismo craneoencefálico muy grave, operación de craneotomía,
extirpación del hueso occipital derecho para aliviar la presión, esperanza de
supervivencia casi nula.
Ese 2 de julio, la secretaria de
Liliana comienza a rezar al Beato Carlos Acutis y el día 8 la propia Liliana se
dirige a Asís. Ese mismo día, el hospital informa: Valeria ha reanudado
espontáneamente la respiración, al día siguiente empieza a moverse de nuevo y
habla parcialmente. A partir de entonces es uno de esos casos en los que los
protocolos médicos pasan a un segundo plano. El 18 de julio, la tomografía
computarizada muestra que la hemorragia ha desaparecido y el 11 de agosto la
niña es trasladada a terapia de rehabilitación, pero después de sólo una semana
está claro que la recuperación completa está a un paso. Y el 2 de septiembre,
madre e hija vuelven a Asís, a la tumba de Carlos, para dar las gracias
infinitas.
Drama en la selva
Hay una historia en cierto modo no
muy distinta que conducirá a la canonización del beato piamontés José Allamano,
que vivió entre 1851 y 1926. De joven, José creció entre los salesianos, a los
22 años era sacerdote con el sueño de ir a una misión, pero su salud no era de
hierro y tuvo que ocuparse de otras cosas. A los 29 le enviaron a dirigir el
mayor santuario mariano de Turín, dedicado a Nuestra Señora Consolata. Lo
devolvió a su antiguo esplendor y el sueño de las misiones se transformó en una
gran obra, el Istituto Missioni Consolata, que fundó en 1901 y, a petición de
Pío X, estableció también una rama femenina con las Hermanas Misioneras de la
Consolata. Juan Pablo II lo beatificó en 1990.
El 7 de febrero de 1996, un jaguar
hembra se abalanzó sobre Sorino Yanomami, un indio de la selva amazónica. El
golpe le arrancó parte del cráneo y durante ocho horas el hombre quedó sin
atención médica adecuada, hasta que un avión lo trasladó al hospital de Boa
Vista. La escena para los médicos es terrible, el indígena es operado y luego
ingresado en cuidados intensivos. Junto a él, además de su mujer, están seis
monjas de la Consolata, un sacerdote y un hermano misionero, también de la
Consolata. Todos ellos invocan al beato Allamano y colocan una de sus reliquias
junto a la cama de Sorino. Ese día comenzó la novena del beato y los religiosos
la recitaron para pedir a su fundador la curación del hombre. Sorino se
despertó diez días después de la operación sin problemas neurológicos. El 4 de
marzo fue trasladado a una residencia y el 8 de mayo regresó a su pueblo
completamente curado, reanudando su vida como habitante del bosque.
La oración que cura
En los Decretos firmados por el Papa, hay otra historia
de curación milagrosa que conducirá a la beatificación del Venerable Juan
Merlini, sacerdote umbro originario de Espoleto, donde nació en 1795,
falleciendo en Roma en 1873. En 1820 ingresó en la Congregación de los
Misioneros de la Preciosísima Sangre, a la que serviría hasta su muerte con
toda energía, llegando a ser su Moderador General en 1847. Fue muy estimado por
Pío IX, que lo quiso como consejero espiritual.
La historia del milagro se refiere
al Sr. C. Cefalo, de Benevento de 1946, hospitalizado entre septiembre y
octubre de 2013 por angiodisplasia, una malformación vascular del intestino. El
cuadro clínico empeora, las hospitalizaciones y las transfusiones de sangre no
surten efecto. El 10 de enero de 2015, estaba de nuevo hospitalizado en estado
crítico en estado semiinconsciente. Una sobrina que frecuentaba la parroquia de
Santa Ana de Benevento, dirigida por los Misioneros de la Preciosísima Sangre,
comienza a pedir a su familia la intercesión del Venerable Juan Merlini.
Colocaron una pequeña imagen suya con una reliquia en la cama del enfermo, y a
partir del 16 de enero se produjo un repentino e inexplicable cambio a mejor en
su evolución clínica, que condujo a una recuperación rápida, completa y
duradera que no podía explicarse científicamente.
Sin miedo
Entre los beatos de los decretos de
hoy no faltan historias de martirio. La primera se refiere a un sacerdote
polaco, Estanislao Kostka Streich, nacido en 1902, que tras su ordenación
ejerció como párroco y se distinguió por la dedicación con la que se entregó
creando grupos de catequesis y oración para niños, jóvenes y adultos, ayudando
a trabajadores, desempleados y familias con dificultades. Su acción pastoral
molestó a la franja comunista que se había instalado en Luboń y que consideraba
que la cercanía del padre Estanislao a los obreros era una forma de que la
Iglesia esclavizara a las clases pobres. El sacerdote recibió cartas anónimas
llenas de insultos y con amenazas de muerte, desconocidos profanaron el
sagrario y tiraron los ornamentos litúrgicos, pero el padre Estanislao aguantó
valientemente, hasta que el 27 de febrero de 1938, durante la misa, cuando se
acercaba al ambón para la homilía, Wawrzyniec Nowak, comunista declarado, lo
mató disparándole cuatro tiros. Lo más probable es que el sacerdote se
percatara de la presencia de Nowak y adivinara sus intenciones, ya que hizo que
los niños se alejaran del púlpito. Capturado por la multitud, el asesino es
posteriormente juzgado y condenado a muerte.
Como María Goretti
La otra historia de martirio se
refiere a una laica húngara, María Magdalena Bódi. Nacida en 1921 en Szgliget,
era hija de trabajadores agrícolas, pero considerada ilegítima porque su padre
era indocumentado. Además, es un hombre rudo, alcohólico y ateo. Sin embargo,
bajo la influencia de su madre, María Magdalena crece en la fe, recibe los
sacramentos y se pone al servicio de los niños, los pobres, los ancianos
desatendidos o abandonados. Quiso consagrarse, pero ningún instituto religioso
podía aceptarla a causa de la situación irregular de sus padres. Se consagra
entonces a Cristo Rey, haciendo voto privado de castidad perpetua. En 1939
comienza a trabajar en la fábrica y presta apoyo moral y espiritual a la
Asociación de Muchachas Trabajadoras. La solidaridad se multiplica al estallar
la Segunda Guerra Mundial, María Magdalena ayuda a los ancianos y a las madres
con niños pequeños y asiste a los heridos en el hospital cercano. Cuando las
tropas soviéticas llegan a su pueblo el 23 de marzo de 1945, un soldado ruso se
fija en ella con otras mujeres fuera de un refugio y les ordena que la sigan
hasta una parte escondida. La joven sabe lo que le va a pasar, lo sigue y al
principio consigue herirlo de un disparo de pistola. Se libera y sale del
refugio para decir a las demás mujeres que huyan, pero el soldado sube al
tejado y le dispara por la espalda, matándola.
Alessandro De Carolis
Vatican News