Si Jesús y sus discípulos hablaban arameo en la Galilea ocupada por los romanos, ¿por qué se escribieron los Evangelios en griego?
Philippe Lissac / Godong |
Arameo, hebreo y griego: tres lenguas se
hablaban en Palestina en la época en que Jesús puso los pies en la tierra.
Mientras que los galileos del interior hablaban arameo, los judíos de la
diáspora, al igual que los habitantes de las grandes ciudades y de la costa,
hablaban griego, la lengua utilizada por la administración romana que ocupaba
el país.
En Judea, al sur de Samaria, se hablaba hebreo,
mientras que en Galilea esta lengua se reservaba para los rituales funerarios y
las oraciones. Jesús, en cambio, hablaba arameo: algunas expresiones han
permanecido inalteradas en los Evangelios: “Talitha kum” (Mc 5,41); “¡Effatha!” (Mc 7,34); o también, antes de expirar en la cruz: “Eloí,
Eloí, ¿lemá sabactaní?” (Mc 15,34). ¿Por qué, en este crisol polifónico de culturas
e influencias, se escribieron los Evangelios en griego?
Una lengua muy extendida en la cuenca
mediterránea
Es probable que Felipe (de Φίλιππος philippos,
que ama los caballos) y Andrés (de ἀνδρός andros,
hombre), que llevaban nombres griegos, tuvieran que hablar la lengua para
actuar como intermediarios con los griegos. Así lo describe san Juan en su
Evangelio:
“Había algunos griegos entre los que habían
subido a Jerusalén para adorar a Dios durante la fiesta de la Pascua. Se
acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le preguntaron: ‘Queremos
ver a Jesús’. Felipe se lo dijo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús”.
(Jn 12, 20-22)
Sin embargo, no hay nada en la Biblia que
pruebe que Jesús hablara griego durante su tiempo entre los hombres.
Los Evangelios
no se escribieron en Palestina ni en el lugar donde murió o vivió Jesús. Aunque
se dice que el Evangelio de Mateo se escribió en Antioquía (Siria), el de
Marcos se terminó en Roma, el de Lucas en Grecia y el de Juan en Éfeso, se
escribieron y ordenaron según los testimonios que llegaban de Galilea y se
comunicaban oralmente.
El arameo
habría sido entonces un obstáculo para la proclamación de la Buena Nueva, ya
que el griego era también la lengua más extendida en toda la cuenca
mediterránea. “En Cristo Jesús, vosotros que antes estabais lejos, os habéis
hecho cercanos por la sangre de Cristo”, proclama san
Pablo. “Cristo es nuestra paz: ha hecho del judío y del gentil una
sola realidad; por su carne crucificada ha derribado el muro divisorio del
odio” (Ef 2,13-14). La lengua griega tiende así un puente entre la herencia
judía -la Antigua Alianza- y el anuncio universal de la Resurrección de Cristo,
que sella la Nueva Alianza entre Dios y los hombres.
Un anuncio dirigido tanto a judíos como a
gentiles
Según Papías, obispo de Hierápolis de Frigia
(siglo II), fue escrito en arameo antes de ser traducido al griego. Aunque el
texto original de Papías no ha llegado hasta nosotros, Eusebio de Cesarea (c.
265-339), obispo e historiador, lo cita en su Historia Eclesiástica: Papías
“dice esto de Mateo: ‘Mateo recogió los dichos (de Jesús) en hebreo y cada uno
los tradujo como pudo'”. (Hist. Ecc. III, 39, 15-16).
A falta de los originales de Papías, la propia
fuente sigue siendo incierta. En la génesis misma de sus textos sagrados, por
tanto, el cristianismo tiene la particularidad de ser descendiente de una
lengua que no es la de Cristo. El uso del griego, preferido al arameo y al
hebreo, revela también la proclamación de la Resurrección de este Dios que pagó
con su vida la salvación del mundo entero.
Morgane Afif
Fuente: Aleteia