Su asesinato ha conmocionado al país: «Estamos aquí para llorar, rezar y actuar», dice el sacerdote
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Philippine Le Noir, la joven de 19 años asesinada en Francia. Dominio público |
Este nuevo caso de
violencia ha sacudido a millones de franceses y ha vuelto a poner de manifiesto
una de las cuestiones sociales y políticas más candentes en Francia en este
momento: el de la inmigración irregular, la violencia y la islamización
progresiva del país
Este
viernes se llevó a cabo el
funeral de esta joven en la catedral de Saint-Louis de Versalles a donde
acudieron casi 3.000 personas, que abarrotaron no sólo el interior del
templo, sino también sus alrededores. Y es que esta estudiante era una fervorosa católica muy involucrada
en la vida de su parroquia de Montigny-Voisins, donde además de
colaborar en veladas de alabanza y misas juveniles, había tenido una formación
en los scouts católicos.
Su
párroco, el conocido sacerdote Pierre-Hervé
Grosjean, presidió la celebración en la catedral y ofreció
una homilía
llena de esperanza cristiana que ha llegado a multitud de
franceses. El lugar del funeral no fue elegido al azar: la joven había hecho
allí su confirmación hace unos años.
“¿Por
qué estamos aquí? ¿Tan numerosos, tan diferentes, tan dolorosos, apretados unos
contra otros, alrededor de Loïc, Blandine y sus hijos, junto a tu cuerpo,
Philippine? ¿Para qué? La primera respuesta, que todos podemos compartir,
creyentes y no creyentes, es que estamos aquí para llorar. Ante el misterio del
mal, ante la insoportable injusticia y la violencia desatada, quedamos
atónitos, como aplastados. Por supuesto, la justicia humana será necesaria. Su
hora llegará. Pero hoy necesitamos llorar, compartir y entregar juntos nuestro
dolor, nuestra ira, nuestra incomprensión. Podemos colocarlo aquí, al pie de la Cruz, porque creemos que
Dios comprende todo esto. Dios nunca está del lado del mal, sino siempre
del lado de los que son probados. Jesús que lloró por la muerte de su amigo
Lázaro: ¡creemos, los cristianos, en un Dios que lloró! Jesús que afrontó el
martirio de la cruz, Jesús que nos ama tal como somos, Jesús nos comprende y
nos acoge con nuestro inmenso dolor”, comenzó el sacerdote su homilía.
Sin
embargo, el padre Grosjean recordó que más allá de las lágrimas es posible
elevar una acción de gracias hacia Dios y hacia esta joven, como una muestra de
gratitud. "Todos los que te conocieron y amaron toman más conciencia que nunca de lo que fue bello y verdadero en
tu vida, de lo que recibieron de ti”.
Entonces
-agregó- “comprenderéis más que nunca hasta qué punto la vida de Philippine fue
un regalo de Dios para ti... Entonces, mezclada con tus lágrimas, podrás elevar
esta oración de alabanza: ‘Gracias
Dios, gracias por haberme dado a Philippine’. Como hija, como hermana, como
amiga, como compañera. Señor, permite que todo lo que fue hermoso en su vida dé
frutos en nuestras vidas”.
El
padre Grosjean, que conocía muy bien a la joven, subrayó que esta estudiante
había aprendido en su familia, en la parroquia, en los scouts “la alegría de creer, de amar y de
servir”.
Pero
también recordó que las miles de personas estaban reunidas en la catedral para
rezar. “Philippine,
tuviste fe, creíste que Jesús dio su vida por cada uno de nosotros. Para
que en nuestra vida, ni nuestro pecado, ni el mal que nos afecta, ni siquiera
la muerte puedan tener la última palabra. Por eso estamos aquí. Porque,
siguiéndote a ti, también queremos acoger esta promesa de Jesús: ‘Di mi vida
para que vosotros tengáis vida en plenitud’. Queremos aferrarnos a esta
esperanza que Jesús nos da, como nos aferramos a un ancla para no hundirnos ni
ir a la deriva”.
“Esperamos y creemos
que el Señor te acoge en su paz, en la alegría del Cielo, que con Él ya no
sufres y que conoces esta perfecta felicidad para la que fuimos creados, esta
felicidad que ningún mal podrá alcanzar ni dañar en adelante, esta alegría
eterna de la que todos tenemos sed, de la que tú tuviste sed y que las alegrías
de tu vida anunciaron. Estamos aquí, aferrados a esta esperanza que también nos
promete que algún día habrá un reencuentro. Nos veremos de nuevo. Esta
esperanza no impide nuestras lágrimas, pero las ilumina”, añadió.
En
este sentido, el padre Grosjean prosiguió la homilía dando esbozos sobre la
vida de esta joven, para la que la fe era la cuestión central de su vida. “Para
que esta fe iluminase tu vida viniste a misa los domingos, te gustaba venir al
grupo de oración parroquial, viviste fu fe en acción con tus amigos, particularmente
en el movimiento scout. Por supuesto, como cada uno de nosotros, tuviste tus defectos, tus dudas y tus
límites… pero creíste en el perdón de Dios, sabías que eras amada por Él”.
Y
por último, dijo a los presentes que además de estar allí reunidos para llorar
y rezar, también lo estaban para actuar. “Cada uno tenemos una misión. No queremos que el mal tenga la
última palabra. Creemos que Jesús venció la muerte, para que quienes
acojan este Amor victorioso puedan recibir la vida eterna”, afirmó.
¿Y
cómo actuar? Según dijo, respondiendo al mal volviéndolo contra sí mismo. “Queremos oponernos al Mal, a su
violencia y a su fealdad, con la fuerza de nuestro amor, nuestra esperanza,
nuestra fe y la belleza de nuestra unidad. Queremos responder al horror del
mal con la fuerza aún mayor del bien, el bien que podemos hacer
comprometiéndonos, cada uno a su manera, cada uno según su vocación, a servir.
Servir a los más pequeños, a los más jóvenes, a los más pobres o a los más
frágiles; servir concretamente a nuestro país, a nuestras parroquias, a
nuestras escuelas y a nuestras universidades. Comprometernos por más justicia y
más paz, para anunciar el Evangelio y consolar a los afligidos”.
“Una
vez más la justicia hará su trabajo. Esto es definitivamente necesario, pero no
suficiente. Cada uno de nosotros también puede decidir aquí que algo cambiará
en nuestra vida en estos días. Todos podemos decidir salir un poco mejores de
este funeral, para que el mundo sea un lugar mejor: podemos salir con un
corazón más generoso, un alma más ferviente y fiel, un mayor deseo de servir,
de amar y de creer. Todos podemos encontrar un paso que dar, un paso más
allá", señaló.
Y
para ello, el sacerdote puso varios ejemplos: "una reconciliación que
vivir con un ser querido, por ejemplo, decir y mostrar verdaderamente nuestra
confianza o nuestro amor a quien lo necesita, empezando por nuestros padres,
nuestros hijos, nuestros amigos… Por ejemplo, atrévete a emprender ese proyecto
que nos espera o tomar las riendas de tal o cual aspecto de nuestra vida que ha
estado algo descuidado... O iniciar o encontrar un camino hacia Dios o hacia
los demás... decidir dedicarnos a tal o cual servicio, formación o movimiento...
visitar o cuidar a los que están solos, enfermos, ancianos o aislados... elegir
atreverse a hablar con la verdad entre amigos y levantarse... decidir volver, aunque sea
pobremente, a la oración, a confesarse o volver a misa... atrevernos a
compartir esta fe que nos inspira a muchos de nosotros, aunque a veces
sea frágil o mezclada con dudas…”.
Fuente: ReL