Coro Samblas relata a Gospa Arts «la gracia» de conocer que «hay hijos que Dios te manda a buscar»
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Familia Gómez Samblas. Fuente: ReL |
Desde que tenían 14 años, Coro Samblas y su
marido, Alejandro, se acostumbraron a hablarlo todo, incluso su
vocación al matrimonio y la paternidad. Una "llamada" que vieron
materializada al casarse a los 23 años y con la llegada de sus tres primeros hijos.
Ella los contempla como "un milagro", especialmente al
tercero, que sobrevivió a multitud de dificultades en el embarazo,
incompatibilidades y un grave ingreso tras un nacimiento prematuro. Tras esta
experiencia, contó recientemente al canal de Gospa Arts, el matrimonio pensó en la adopción no era "un plan
b", sino que al igual que "hay hijos que te manda Dios, hay hijos que Dios te
manda a buscarlos".
Tenían 30 años cuando empezaron esa búsqueda, primero en España y
luego en China, país
que se guiaba por la máxima de que "la familia no solicita un niño, sino que se ofrece, sin
elegir ni poner condiciones", convicción ya presente en ellos.
El proceso no era fácil ni rápido, pero acababan de abrir una vía
paralela, el llamado "pasaje
verde", de adopción de niños con necesidades especiales, con una lista
de unos 4000 niños esperando una familia.
Coro y Álex recibieron un "check list" de circunstancias
médicas donde debían seleccionar aquellas para las que se sintiesen
"preparados": "Como tenemos fe y sabemos que Dios capacita a los que elige y
no elige a los capacitados, hicimos una línea en todo. Cundió el pánico. Nos da
igual, hay un hijo nuestro que está esperando, no sabemos decirte que va a
tener de todo esto. Llegó nuestro primer hijo con una cardiopatía compleja y
aceptaron que nuestro ofrecimiento fuera abierto y libre".
Bruno: "Un acto de
justicia"
Recuerda que al llegar a China, su sensación de
"rescate" cambió de inmediato por la convicción de que lo que hacía "era un acto de
justicia". Y el primero en recibirla fue Bruno, entonces de dos
años y medio y enfermo de una compleja cardiopatía y hoy un adolescente del que
nadie diría que tiene una enfermedad". Pronto Bruno se convirtió en
todo un embajador y retaba a sus padres diciéndoles: "Aquí cabe otro más".
Ningún niño sin familia
Movidos por el deseo de conseguir "que ningún niño estuviera sin familia", fueron
decididos a por ese "otro más". Se llamaba Olaya y tenía tres años.
"Sobre el papel" también tenía una cardiopatía, pero pronto supieron que sufría una discapacidad intelectual.
Pronto descubrieron en ella a una persona "divertidísima y buena",
pero sobre todo, "transformadora": como otros niños con discapacidad
intelectual como la de Olaya, Samblas describe a estos hijos como "pegamento en sus familias, sin
caretas, que viven lo esencial y lo importante y el perdón en ellos es
automático", relata su madre, y "desde que es parte de la familia, somos mucho más simpáticos,
acogedores y perdonamos con mucha más rapidez. Ni se nos ocurre enfadarnos.
Te ayudan a vivir en lo esencial, te dejas de tonterías. Nos enseñan a vivir sin rencor".
Borja, "un milagro
viviente"
La madre cuenta que en su caso, un indicativo de que podía haber
"sitio para otro", en palabras de Bruno, era estar "demasiado
bien". Y con Olaya en el colegio y creciendo, vieron que lo
estaban. Entonces llegó Borja,
"un caso extremo", cerca de ser terminal, con solo medio corazón
y todo un "milagro viviente" a sus seis años. Que hubiera vivido
tantos años ya estaba alejado de su pronóstico.
La familia se preparó "para ir a luchar a su lado, sabiendo
que era muy probable que
se fuera al Cielo pronto. Pero teníamos claro que iba a ser muy
diferente si se iba desde los brazos de una familia que desde cuatro paredes de
un orfanato". Lo primero que hicieron al llegar a España fue bautizar a su hijo y operarle de
urgencia. A la semana empeoró. "Se fue al Cielo muy pronto",
cuenta la madre, invadida entonces de un "gozo doloroso" pero con la
certeza de que "es para lo
que tenemos hijos, para que lleguen al Cielo".
Benjamín, "una gracia de
Dios"
En el proceso de adopción de Borja, Coro se fijó en un niño.
Pensaron en que merecía el esfuerzo de buscar una familia para él, ya que en el
orfanato daban por hecho que por su falta de movilidad "no iba a haber una familia
interesada", pero "sería
lo que Dios quisiera".
Al final, el propio orfanato tomó la iniciativa y ella respondió:
"Quiero ser su madre". Benjamín llegó a la familia con 7 años, en
silla de ruedas y hoy "está dando sus primeros pasos". Coro cuenta
que cada hijo les ha enseñado algo. Y entre otras cosas, de Benjamín destaca
que ha unido a su familia, pues "no pasa que los adolescentes estén
despistados con el móvil. Todo el mundo tiene trabajo que hacer con dos niños
en silla de ruedas", explica, "es una gracia de Dios".
Samuel, perseverancia heroica
Samuel, el octavo de sus hijos, llegó a la familia en 2020, a los
12 años, también en silla de ruedas pero con una gran personalidad tenaz,
competitiva e incluso "heroica". Al punto que no le cuesta imaginarlo
como "el próximo campeón
del mundo de tenis en silla de ruedas".
La fe, la clave y "el
verdadero fuego"
Para la familia Gómez Samblas, su familia e historia no serían lo
que son hoy sin la fe, que definen como algo "fundamental". Tanto que
"cambia toda la vida. No es solo que tengas fe, sino que tienes confianza en que está Dios a
cargo. La fe es fundamental para darte cuenta de lo que te está
pidiendo Dios y de que va a estar siempre. Esa es la clave. Nuestro verdadero
fuego es la fe. Dios quiera que sigamos respondiendo así. Ninguno de mis hijos está fuera de
de ese fuego y eso es maravilloso. Es un regalo inmenso y yo creo que eso
es lo que nos da la fuerza para meternos en tantos líos", concluye.
José María Carrera
Fuente: Religión en Libertad