Aunque Pedro Casado ha pasado crisis en el seminario y muchos años para responder preguntas, a pocos días de ser ordenado se muestra feliz: "La solución estaba siempre en el sagrario".
![]() |
Pedro Casado será ordenado a los 48 años. Dominio público |
Conforme
se hacía aquella pregunta, también percibía una respuesta providencial cada vez
más clara: "No me pongas
condiciones, entrégame lo que tienes".
Tiempo
después, sabe que es el momento propicio. Especialmente porque
"necesitaba" a los formadores, compañeros y realidad concreta que ha
conocido estos años.
Antes
de ser seminarista, admite haber disfrutado en abundancia de sus
"cucharillas de plata", en referencia al "dinero o al amor de una chica excepcional". "Pero
el Creador del universo te llama a ser su transparencia", explica, y eso
"merece la vida".
Su
historia de fe, de vocación y de amor a Dios está íntimamente ligada a un año y
un lugar, Cuatro Vientos
en 2003, cuando fue removido por las palabras del "joven de 83
años" que era Juan
Pablo II: "Merece la pena dar la vida por el Evangelio y por los
hermanos".
Casi
de forma automática lo percibió como un llamado al sacerdocio, pero cuando se
presentó en el Seminario Conciliar de Madrid sin llegar a los 30 años no
encontró la respuesta que esperaba. "Dios te pide algo, pero no se ve muy claro lo que es. Vete Dios
y tú solos", le dijeron. Tampoco su madre se expresó como esperaba:
"¿Tú te metes cura porque Dios te lo pide o porque no has encontrado una
mujer que te quiera?".
Aquella
pregunta le dejó sin saber qué responder. Pedro se retiró a Leire y también
percibió un aplazamiento, aunque más concreto: "Afronta tus miedos y luego ya veremos".
Y
comenzó una vida que podría definirse como "normal". Empezó a ir a su
parroquia, la Santo Tomás Moro de Majadahonda, empezó a ejercer como abogado y
a salir con una chica con la que se planteó el matrimonio. Sin embargo, dice,
"lo que es el amor lo
descubrí en una custodia".
En
poco tiempo, su relación terminó y le invadió "cierta cobardía" que
dio paso a un tiempo de "oscuridad", en el que la tecla de su vida "no estaba ni en on ni
en off".
Los
años pasaban y en 2015 tomó la resolución de viajar a los barrios deprimidos de
Montevideo, en Uruguay, donde estuvo un año junto a los misioneros dehonianos.
Esa sería la experiencia definitiva que le abriría, ahora sí, las puertas del
seminario.
Pedro
dobla en edad a algunos de sus compañeros, pero no lo percibe como una
desventaja, especialmente por la "serenidad que dan los años" y la
capacidad de matizar.
También
ha pasado momentos de crisis que compara a los "dolores del
crecimiento". "¿Que ha habido días de querer coger la maleta e irse?
Pues sí, ¿qué no tiene su parte de dureza en la vida?. La solución estaba
siempre en el sagrario: `Si
me paro y me miro, soy feliz´", afirma.
A
pocos días de ser ordenado, se muestra calmado y reflexivo y afirma haber
comprendido tras años de oración y visitas a parroquias que "por la boca de los sencillos es
donde mejor habla Dios". También ha interiorizado consejos recibidos,
como el de querer mucho a los feligreses y también a quienes están fuera,
"en los cruces de los caminos", pero especialmente que "nunca es tarde".
"Nunca.
Y Dios tiene un sueño para cada uno de nosotros. El momento de mayor oscuridad
es solo el anterior a la mayor claridad", concluye.
Fuente: ReL