La santa Misa es el tesoro más grande que tiene la Iglesia, por eso, los santos la deseaban y acudían a ella cada vez que podían
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Antoine Mekary | ALETEIA |
No hay riqueza más grande en la Iglesia católica que la
Eucaristía. Misa y comunión, nos acercan a nuestro Señor Jesucristo de una
manera real e indescriptible.
Las gracias que recibimos son inmensas, pues Jesús está ahí
presente, como lo recuerda la Sacrosactum Concilium:
“Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la
acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona
del ministro, ‘ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que
entonces se ofreció en la cruz’, sea sobre todo bajo las especies
eucarísticas”. (SC 7).
San Josemaría Escrivá y la Misa
Un santo enamorado de la santa Misa fue san Josemaría
Escrivá de Balaguer. En sus escritos y presentaciones, habló de ella
constantemente, pues es la fuente de agua viva de donde bebe el alma para
saciar su sed de Dios.
¿Qué pensaba esta gran santo de la Eucaristía en todas sus formas?
en su libro Camino lo revela. Aquí tienes algunas citas:
“Cuando te acercas al Sagrario piensa que ¡Él!… te espera desde
hace veinte siglos”.
“Dan pena esos hombres «piadosos», que no saben asistir a Misa
—aunque la oigan a diario—, ni santiguarse —hacen unos raros garabatos, llenos
de precipitación—, ni hincar la rodilla ante el Sagrario —sus genuflexiones
ridículas parecen una burla—”.
“Ahí lo tienes: es Rey de Reyes y Señor de Señores. —Está
escondido en el Pan. Se humilló hasta esos extremos por amor a ti”.
“Una característica muy importante del varón apostólico es amar la
Misa. La Misa es larga, dices, y añado yo: porque tu amor es corto.
Humildad de Jesús: en Belén, en Nazaret, en el Calvario… —Pero más
humillación y más anonadamiento en la Hostia Santísima: más que en el establo,
y que en Nazaret y que en la Cruz.
Por eso, ¡qué obligado estoy a amar la Misa! («Nuestra» Misa,
Jesús)”.
“¡Cuántos años comulgando a diario! —Otro sería santo —me has
dicho—, y yo ¡siempre igual!—Hijo —te he respondido—, sigue con la diaria
Comunión, y piensa: ¿qué sería yo, si no hubiera comulgado?
Comulga —no es falta de respeto— Comulga hoy precisamente, cuando
acabas de salir de aquel lazo. —¿Olvidas que dijo Jesús: no es necesario el
médico a los sanos, sino a los enfermos?”
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia