El único deseo de Borja, seminarista, es ser el sacerdote "que el Señor quiera. Un sacerdote entregado, que ayude y acompañe a los demás por amor al Señor".
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Borja Lizarraga. Dominio público |
Criado
en una familia católica de Pozuelo y educado en un colegio católico, desde
joven se vinculó con Hakuna y
vivió su fe de forma comprometida. Pero en un primer momento, cuando sintió "la llamada de Jesús",
admite que jugó "al gato y al ratón" eludiendo una respuesta e
incluso dijo "no". Sin embargo, pronto sabría que "en este
juego, Él siempre gana".
La
"partida final" se libraría durante sus estudios universitarios de Derecho. Paradójicamente fue
debido a una compañera de la universidad atea, no cristiana, con la que hablaba
con frecuencia y respondía a sus muchas preguntas "sobre Dios y las cosas
de fe".
Un
día, tras una de tantas conversaciones, "me sorprendió con la noticia de que se quería convertir".
Y cuando lo hizo, dice, "me
rendí". Era 2015, cuando Borja respondió definitivamente de forma
afirmativa.
"Uno de los
grandes retos es atreverse y decirle 'me voy contigo y me entrego
totalmente'", declaró
ya como seminarista en 2022, en el Seminario Conciliar de Madrid.
Cuenta
que su familia tomó su decisión con total normalidad desde el primer momento,
"aunque mis padres se sorprendieron, porque no estaba en sus planes tener
un hijo sacerdote. Yo tampoco había mostrado una especial inclinación hacia el
sacerdocio. Me animaron muchísimo mis padres y mis hermanos. Es una alegría que
va a más".
La misión de la Iglesia con los
inmigrantes
Como
seminarista, le marcó especialmente su estancia junto a los javerianos en el
campo de trabajo de Tetuán, en Marruecos. En su testimonio relatado
al portal de los misioneros, cuenta que adquirió una visión nada filantrópica
respecto a los inmigrantes,
convenciéndose de que la
misión con ellos "no era cambiar sus vidas, sino ser ese `bálsamo´,
esos ungüentos que el Buen Samaritano riega sobre las heridas de aquel que cayó
en manos de los bandidos. Ser un poco `verónicas´ que enjuagamos el rostro
herido de nuestros hermanos, donde contemplar en esos rostros, el mismo rostro
de Cristo".
Si
hay tuviese que definir estos años de seminario, lo hace con la palabra "confianza". "Esto es
un ejercicio de confianza y de fiarse". De los formadores, "gente con
muchísima experiencia", pero especialmente "de Dios".
"Esto
siempre tiene un punto de tirarse a la piscina, pero yo aquí todo lo que he recibido es verdad. ¡Qué bien que me
fie!", expresa.
También
reconoce que el camino no ha sido del todo fácil, pues "todo tiene un
punto de renuncia al yo y asumir lo que la Iglesia me está pidiendo",
sabiendo que "el que yo sea sacerdote es algo en lo que el Señor se ha
empeñado".
Como
aficionado a la Fórmula 1, admite haber extraído importantes lecciones en su
propia vida.
"Me ha enseñado muchísimo a buscar
la excelencia personal. Un piloto de F1 no es cualquiera", solo hay en
el mundo "22 locos en un cacharro de metal a 350 km/h de media y con
diferencias entre ellos de centésimas de segundo. Ya lo decía Ayrton Senna
(piloto fallecido en 1994 en el circuito de Ímola, en Italia), el segundo es el
primer de los perdedores", menciona. Por eso, plantea su vida "como
una carrera". "Y esto
no lo digo yo, lo dice san Pablo, la ganancia es el cielo, y si en la
Fórmula 1 el instrumento para llegar a la meta es el coche, en la carrera de la
vida "es la gracia del Señor".
La
segunda lección que extrae es que "no
hay que rendirse nunca, no hay que desesperar; puedes tener una mala
carrera un domingo y el viernes siguiente es otro episodio, otro sitio, y
tienes que dar el cien por cien, no
puedes permitirte estar dos meses de bajón".
Convencido
de que ser sacerdote es
algo "en lo que se ha empeñado el Señor", no piensa en
qué tipo de sacerdote le gustaría ser, sino en ser "el que el Señor
quiera. Un sacerdote
entregado, que ayude y acompañe a los demás por amor al Señor".
Entre
sus grandes emociones se encuentra la de impartir el sacramento de la
confesión, que compara a "ofrecer ese abrazo del Señor", sabiendo que la debilidad del penitente
"es tu misma debilidad". También celebrar su primera misa, que
como le dicen sus amigos ya sacerdotes, es como "tocar al Señor en el modo más tierno que pueda
existir".
Estos
días previos a su ordenación, Borja percibe en su parroquia, Santa Cristina, un
ambiente especial. "La
gente lo vive con mucha alegría". Ya notó el cambio cuando se ordenó
diácono, y no solo por la vestimenta, estrenándose en el negro con alzacuellos,
sino porque "empezaron
a tirar más de mí" para el acompañamiento.
Antes
de concluir, hace un llamado antes de ordenarse, el de "atreverse a dar la
cara" como católico y "dejarse sorprender por el Señor",
pidiendo a los jóvenes "que se atrevan a confiar en el Señor. Si Jesús buscó a sus
discípulos, "¿por qué no va a seguir buscando apóstoles del siglo
XXI?".
Fuente: ReL