Los sacerdotes de Red de Redes analizan la historia del pueblo de Israel en un nuevo capítulo
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(foto: Red de Redes-ACdP). |
Los sacerdotes
y youtubers Jesús Silva, Patxi Bronchalo y Antonio Maria Domenech dedicaron
hace unos días un episodio del programa Red de Redes —producido por la Asociación Católica de
Propagandistas (ACdP)— a resumir en unos minutos la historia
del pueblo de Israel, según la refleja el Antiguo Testamento. Esta semana,
publican la segunda parte, respondiendo a la pregunta: ¿qué ocurre con el
pueblo judío tras la venida de Jesucristo?
Jesús, un
judío de la tribu de Judá
Silva arranca
la explicación destacando que el propio Jesús era judío, nacido en la tribu de
Judá: la misma de la que provenía Jesé, el padre de David, cuya estirpe
continúa hasta José y María. Los tres sacerdotes describen el ambiente que se
vivía en aquella época, con un pueblo expectante por la venida del Mesías, a
quien esperaban como un rey guerrero que tomaría el poder y expulsaría
a los romanos.
El autor
de La venida del Anticristo recuerda que antes de Jesús había
habido dos falsos mesías, Teudas y Judas el Galileo, que intentaron la vía
revolucionaria. "Jesús viene como príncipe de la paz; hace comprender a
Israel que Dios no les ha elegido por ser los mejores, sino como instrumento
para que la Revelación llegue a todos los pueblos", señala Silva. Tras la
muerte y resurrección de Cristo, empieza "una nueva etapa del pueblo de
Israel: la Iglesia es el nuevo Israel, formado tanto por judíos como
por paganos que abrazan la fe".
Las guerras
judeo-romanas
Aunque muchos
judíos aceptaron a Jesús como Mesías, muchos otros no lo hicieron, y siguieron
esperando a un guerrero. En torno al año 70 tuvo lugar la primera
guerra judeo-romana, cuya consecuencia fue el asedio de Jerusalén, la
sumisión de los judíos y la destrucción del templo. Bronchalo destaca que en
los Evangelios Jesús profetiza este hecho: "Esto que contempláis [el
templo], llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea
destruida".
Más adelante,
en el año 135, un tercer falso mesías, Simón bar Kojba, lideró una nueva
rebelión contra Roma. También esta fue sofocada por las autoridades, que
llegaron a prohibir la religión judía y a expulsar de su tierra a los
israelitas. "Si Israel entero hubiera acogido a Cristo como Mesías, no
habría habido destrucción del templo ni expulsión", señala Silva.
La gran
diáspora judía
Con la
expulsión de los judíos, Tierra Santa quedó habitada por romanos e
ismaelitas, que con el tiempo dieron lugar a lo que hoy se conoce como
palestinos. "Hasta la llegada del Islam, muchos árabes eran cristianos:
seguían viviendo en Jerusalén porque no daban culto en el templo, sino en
espíritu y en verdad a través de la Eucaristía", recuerda Silva.
Por su parte,
los judíos se dispersaron en todas direcciones, pero "mantuvieron sus
costumbres, su raza y su religión", destaca Domenech. Silva añade
que preservaron la conciencia de pueblo a través de la fidelidad a la
Torá —los primeros cinco libros de la Biblia hebrea— y al Talmud, un
código civil y religioso que recoge la supuesta revelación oral recibida de
Moisés.
La pertenencia
al pueblo judío —comenta— se transmite por vía materna, "ya
que tras el 135 muchas mujeres judías fueron violadas, y no se podía saber si
el padre era judío o romano". Los judíos se instalaron en muchos países,
estableciéndose en guetos donde se mantenía su historia, su identidad y su
conciencia de pueblo elegido.
El movimiento
sionista, la Shoá y el estado de Israel
En el siglo XIX, explica Silva, aparece la corriente sionista, el deseo de volver a Israel. Algunos judíos se instalan en Palestina, en pequeñas comunidades agrarias llamadas kibutz. El mesianismo, que había ido difuminándose con los siglos, reverdece: "Si tiene que venir un Mesías, ha de ser en el templo, y para ello hay que reconstruirlo", plantea el sacerdote.
A lo largo de los siglos, hubo judíos que lograron obtener puestos importantes en la economía de los países en los que se asentaron, y como consecuencia hubo persecuciones brutales, o pogromos, contra los judíos en países como Rusia o Alemania. Al acabar la I Guerra Mundial, Inglaterra crea el Mandato británico de Palestina, un protectorado que permitía que los judíos fueran regresando poco a poco, como antesala a la creación de un estado.
Los tres sacerdotes hacen referencia al Holocausto nazi —la Shoá, en hebreo—, y a los 6 millones de judíos asesinados durante la II Guerra Mundial. Como consecuencia de ello, y auspiciado por la ONU, en 1948 se crea el Estado de Israel. "Este Estado se crea de forma un tanto artificial, porque los judíos han pasado fuera del país durante 1.900 años, pero se consideran con derecho a establecerse allí", relata Silva, y detalla que los palestinos, musulmanes en su mayoría, les recibe como a usurpadores.
"No vamos a meternos en política, lo explicamos para entender el contexto de a dónde hemos llegado", advierte Silva. Los tres sacerdotes detallan los conflictos entre israelíes y palestinos, como la Guerra de los Seis Días en 1967. "Los palestinos se consideran oprimidos por Israel, que aísla a poblaciones enteras —como Belén— con muros, como el de Berlín", señala el clérigo. "La zona —añade— se convierte en un polvorín", situación acentuada con la entrada de grupos islamistas radicalizados, terroristas, que emprenden una guerra sucia contra el estado de Israel.
El tercer
templo y el fin de los tiempos
"El motivo religioso por el que los judíos ortodoxos están deseando que los musulmanes abandonen la explanada del templo es para construir el tercer templo", plantea, cambiando de tercio. Silva señala que muchos judíos siguen esperando la llegada de un Mesías personal, que habría de entrar por la puerta dorada del templo, la única que sigue en pie. Domenech cita otra corriente entre el judaísmo ortodoxo, que "cree en un tercer templo dedicado al propio pueblo, como si fuese Mesías de sí mismo, porque habrán abandonado la espera y harán una especie de culto a la humanidad centrada en el pueblo judío".
"San
Pablo —añade Silva— prefigura la conversión de los judíos al final de
los tiempos: cuando venga el Anticristo, y se den cuenta de que no es el
Mesías que esperaban, y sean perseguidos por él, abrazarán el
cristianismo". Bronchalo también señala que en el Apocalipsis se revela
que la batalla final tendrá lugar en el campo de Armagedón, la montaña de
Megido, a unos kilómetros al norte de Jerusalén. "Pero —apostilla
Domenech— no sabemos el día ni la hora".
El capítulo acaba con dos recomendaciones. Bronchalo recomienda para profundizar en el tema el atlas bíblico de Scott Hahn, Comprender las Escrituras, y Domenech, bucear en la vida de una santa que fue judía, católica y actual: Edith Stein, o Teresa Benedicta de la Cruz. "Recomiendo que os encomendéis a esta monja carmelita, que murió en los campos de concentración, porque tal y como está el patio va a hacer falta", concluye.