En la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, el Papa nos cuestiona si creemos que la verdadera realeza consiste en la misericordia, si creemos en el poder del amor. Si creemos que la caridad es la manifestación más noble del hombre y una exigencia indispensable para el cristiano
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Por su estado de salud, el Papa presidió el
Ángelus desde la Capilla de Santa Marta, y por la inflamación de su pulmón,
leyó Mons. Paolo Braida, de la oficina que se encarga de los documentos papales
No apareció desde su estudio en la
Plaza de San Pedro, como es su tradición. La ventana mediática abierta
fue en la capilla de la Casa Santa Marta la "ventana" desde la que
Francisco apareció idealmente para el rezo del Ángelus a mediodía. Por la
inflamación de su pulmón a causa de esta gripe, leyó por él, el Angelus y Post
Angelus, Mons. paolo Braida, encargado de los documentos papales en la
Secretería de Estado.
Hoy, es el último domingo del año
litúrgico y solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo.
El Papa Francisco en su alocución previa al rezo mariano del Ángelus retomó el
Evangelio del día, que habla del juicio final (cf. Mt 25,31-46) y nos dice,
dijo Francisco, que será sobre la caridad.
El Papa explica que la escena que
narra el Evangelio y que se nos presenta es la de una sala real, en la que
Jesús, "el Hijo del hombre", está sentado en un trono. Todos los
pueblos están reunidos a sus pies y entre ellos están "los bienaventurados"
(v. 34), los amigos del Rey. Pero, ¿quiénes son? nos pregunta el Santo
Padre ¿Qué tienen de especial estos amigos a los ojos de su Señor?
El Pontífice nos recuerda que
"según los criterios del mundo, los amigos del rey deberían ser aquellos
que le han dado riqueza y poder, que le han ayudado a conquistar territorios, a
ganar batallas, a engrandecerse entre otros gobernantes, tal vez a aparecer
como estrella en las primeras páginas de los periódicos o
en las redes sociales, y a ellos les debería decir: "Gracias,
porque me han hecho rico y famoso, envidiado y temido". Esto según los
criterios del mundo", dijo.
La Corte de
nuestro Rey, el Hijo del Hombre
En cambio, afirma Francisco, los
criterios de Jesús, sus amigos son aquellos que han servido a los más débiles,
porque "el Hijo del hombre es un Rey completamente distinto, que llama
"hermanos" a los pobres, que se identifica con los hambrientos, los
sedientos, los forasteros, los enfermos, los encarcelados, y dice: "Cada
vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron
conmigo" (v. 40)".
Es un Rey sensible al problema del
hambre, de la necesidad de un hogar, de la enfermedad y del aprisionamiento
(cf. vv. 35-36): todas realidades desgraciadamente siempre muy actuales, agregó
el Pontífice, hoy día nuestras calles siguen "abarrotadas" de
personas que padecen hambre, sin hogar, vestidas como pueden. Y cada uno
de nosotros sabe lo que significa la enfermedad y la cárcel. Estar enfermo y
pagar las cosecuencias en prisión por errores cometidos.
Bienaventurado
quien responde al necesitado con amor
El Santo Padre recuerda que el
Evangelio dice que si uno responde a estas necesidades con amor, con servicio,
es "bienaventurado". Si como cristianos, no nos apartamos
del necesitado, le damos de comer, de beber, vistiendo, acogiendo,
visitando, en una palabra, dijo el Papa, estando cerca de los
necesitados. Y esto porque Jesús, nuestro Rey, que se llama a sí mismo Hijo
del Hombre, agregó el Santo Padre, tiene sus hermanas y hermanos
predilectos en las mujeres y hombres más frágiles.
"Su 'sala real' está instalada
donde hay quienes sufren y necesitan ayuda. Esta es la "corte" de
nuestro Rey. Y el estilo con el que sus amigos, los que tienen a Jesús por
Señor, están llamados a distinguirse es su propio estilo: compasión,
misericordia, ternura. Estas ennoblecen el corazón y descienden como aceite
sobre las heridas de cuantos están heridos por la vida".
De allí la
invitación de Francisco a cada uno a preguntarnos: ¿creemos que la verdadera
realeza consiste en la misericordia? ¿Creemos en el poder del amor? ¿Creemos
que la caridad es la manifestación más noble del hombre y una exigencia
indispensable para el cristiano? Y, por último, una pregunta particular: ¿soy
yo amigo del Rey, es decir, me siento personalmente implicado
en las necesidades de las personas que sufren y que encuentro en mi camino? Y
concluye pidiendo a María, Reina del Cielo y de la Tierra, que nos ayude a
amar a Jesús, nuestro Rey, en sus hermanos más pequeños.
Patricia Ynestroza - Ciudad del
Vaticano
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