Un volumen publicado por la Librería Editrice Vaticana recoge una serie de textos, reflexiones, discursos y homilías del Santo Padre sobre la Navidad
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Belén y Árbol de la Navidad en la Plaza de san Pedro. Dominio público |
Francisco recuerda que visitó
dos veces la ciudad italiana de Greccio, donde san Francisco de Asís inventó el
pesebre: “En casa de mis padres, en Buenos Aires, nunca
faltaba este signo de la Navidad, incluso antes que el árbol”.
La
segunda vez volvió para firmar la Carta Apostólica
Admirable Signum sobre el sentido y el significado del
belén en la actualidad: “En ambas ocasiones sentí una emoción especial que emanaba de la
gruta donde se puede admirar un fresco medieval que representa la noche de
Belén y la noche de Greccio, colocadas por el artista como en
paralelo”. “La encarnación de Jesucristo sigue siendo el corazón de la
revelación de Dios, aunque se olvide fácilmente que su despliegue es tan
discreto que pasa desapercibido […] no hay que asustarse de las cosas grandes, hay
que avanzar y estar atento a las cosas más pequeñas”, escribe
el Papa en el prólogo de este libro.
Salvaguardar el
espíritu del pesebre se convierte así, para el Papa Francisco, “en una sana inmersión en la presencia de Dios
que se manifiesta en las pequeñas cosas cotidianas, a veces banales y
repetitivas. Saber renunciar a lo que seduce, pero lleva por
mal camino, para comprender y elegir los caminos de Dios, es la tarea que nos
espera”.
“Los
pastores del pesebre son los que acogen la sorpresa de Dios y viven su
encuentro con Él con asombro, adorándolo: en su pequeñez reconocen el rostro de
Dios. Humanamente, todos estamos inclinados a buscar
la grandeza, pero es un don saber encontrarla de verdad: saber encontrar la
grandeza en esa pequeñez que Dios tanto ama”, afirma el Papa.
Asimismo,
el Santo Padre recuerda el encuentro que tuvo en el año 2016 con los jóvenes de
la ciudad italiana de Rieti: “Les recordé que en la noche de Navidad hay dos
signos que nos guían para reconocer a Jesús, Uno es el cielo lleno de estrellas.
Hay muchas, infinitas, de esas estrellas, pero entre todas destaca una estrella
especial, la
que llevó a los Magos a dejar sus casas y emprender un nuevo viaje, un camino
que no sabían adónde los llevaría”.
“Lo mismo ocurre en
nuestras vidas: en un momento dado, alguna "estrella" especial nos
invita a tomar una decisión, a hacer una elección, a emprender un camino. Debemos pedir con fuerza a Dios que nos
muestre esa estrella que nos empuja hacia algo más que nuestras costumbres,
porque esa estrella nos llevará a contemplar a Jesús, ese niño que nace en
Belén y que quiere nuestra felicidad plena”, afirma el Santo
Padre.
El
primer belén, en 1223 en Greccio, “llevó a cabo una gran obra de evangelización”
y puede ser también hoy “ocasión
de suscitar asombro y admiración. Así, lo que san Francisco
comenzó con la sencillez de aquel signo persiste hasta nuestros días, como
forma genuina de la belleza de nuestra fe”.
Fuente: ECCLESIA