El Papa Francisco inauguró la Casa de la Misericordia de Ulán Bator, en el último día de su viaje a Mongolia
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Fue una ocasión para reiterar la importancia
fundamental de la caridad en la Iglesia y recordar el papel del voluntariado
libre y alejado de la lógica del beneficio personal. Para hacer el bien,
explicó, lo único que se necesita es un buen corazón
En las dos palabras que componen el
nombre de la "Casa de la Misericordia", el edificio de tres plantas
situado en el barrio de Bayangol, en Ulán Bator, que atiende a los más
vulnerables de la capital mongola, "está la definición de la Iglesia,
llamada a ser una morada acogedora donde todos puedan experimentar un amor más
alto, que estremece y conmueve el corazón: el amor tierno y providente del
Padre, que nos quiere hermanos y hermanas en su casa".
Así lo recordó el Papa Francisco al
inaugurar el edificio, cuyo proyecto se inició en el 2019 por iniciativa de la
Iglesia particular de Mongolia, bendiciendo una placa con su nombre, en lo que
fue la última etapa de su viaje al país asiático antes de la ceremonia de
despedida.
Un puerto para encontrar escucha y comprensión
Niños y jóvenes con una infancia
desafortunada, personas sin hogar que no pueden acceder al servicio nacional de
salud, víctimas de la violencia doméstica, discapacitados e inmigrantes serán
los huéspedes de esta instalación, "una expresión concreta de ese cuidado
del otro en el que se reconocen" y "un puerto donde encontrar escucha
y comprensión", donde "los hermanos y hermanas que luchan por sortear
los problemas de la vida" pueden encontrar escucha y comprensión.
Comunión, liturgia, servicio y testimonio
La dimensión caritativa fundamenta
la identidad de la Iglesia y es el criterio para reconocer al Señor en el mundo
y asegurar su Reino, reiteró el Papa, subrayando que, al igual que las cuatro
columnas de las grandes ger – las viviendas tradicionales de Mongolia –
"sostienen la parte central superior, permitiendo que la estructura se
mantenga y ofrezca un espacio acogedor en su interior", la Iglesia está
construida sobre cuatro columnas: "Comunión, liturgia, servicio y
testimonio".
El indispensable servicio de los voluntarios
El "gracias" del Pontífice
por la "llamada a la caridad" de los cristianos mongoles, que comenzó
con la llegada de los primeros misioneros católicos en los años noventa y a los
que el mismo gobierno mongol pidió ayuda para afrontar las numerosas
emergencias sociales de un país que se encontraba "en una delicada fase de
transición política, marcada por una pobreza generalizada", se dirigió en
particular a quienes sostienen estas buenas obras poniéndose en juego con el
voluntariado, el servicio indispensable, "puramente gratuito y
desinteresado que las personas deciden ofrecer a los necesitados", no
sobre la base de una compensación económica o de una retribución personal,
"sino por puro amor al prójimo".
“En efecto, la gratuidad aligera el
alma, cura las heridas del corazón, acerca a Dios, descubre la fuente de la
alegría y mantiene joven por dentro. En este país lleno de jóvenes, dedicarse
al voluntariado puede ser un camino decisivo para el crecimiento personal y
social”
"Incluso en sociedades
altamente tecnologizadas y con un alto nivel de vida, el sistema de seguridad
social no basta por sí solo para prestar todos los servicios a los ciudadanos –
prosiguió Francisco – si además no hay grupos de voluntarios que comprometen su
tiempo, sus capacidades y sus recursos por amor a los demás".
“El verdadero progreso de las
naciones no se mide por la riqueza económica, ni mucho menos por lo que
invierten en el ilusorio poder de los armamentos, sino por su capacidad para
atender la salud, la educación y el crecimiento integral de la población”
Los tres mitos sobre el voluntariado
A los operadores de la Casa de la
Misericordia, "gimnasio siempre abierto donde ejercitar los deseos de bien
y entrenar el corazón", el Papa Francisco desmontó a continuación tres de
los "mitos" que suelen acompañar al mundo del voluntariado. En primer
lugar, no es cierto que sólo las personas adineradas puedan dedicarse a esta
actividad.
"No es necesario ser rico para
hacer el bien, al contrario, casi siempre es la gente corriente la que dedica
tiempo, conocimiento y corazón a preocuparse por los demás", subrayó el
Pontífice, que a continuación reiteró cómo la Iglesia no se dedica a la
promoción social por proselitismo, "como si preocuparse por los demás
fuera una forma de persuasión para atraerlos al propio bando".
“No, los cristianos reconocen a los
necesitados y hacen lo que pueden para aliviar su sufrimiento porque allí ven a
Jesús, el Hijo de Dios, y en Él la dignidad de toda persona, llamada a ser hijo
o hija de Dios. Me gusta imaginar esta Casa de la Misericordia como el lugar
donde personas de diferentes "credos", e incluso no creyentes, aúnan
esfuerzos con los católicos locales para ayudar compasivamente a tantos
hermanos y hermanas en la humanidad”
Sólo el amor vence el egoísmo
El tercer mito a derribar, prosiguió
diciendo el Papa, es aquel según el cual en el voluntariado sólo cuentan los
medios económicos, "como si la única manera de ocuparse de los demás fuera
emplear personal asalariado e invertir en grandes estructuras".
"Ciertamente – explicó
Francisco – la caridad requiere profesionalidad, pero las iniciativas caritativas
no deben convertirse en negocios, sino conservar la frescura de las obras de
caridad, donde los necesitados encuentran personas capaces de escucha y
compasión, más allá de cualquier compensación". Para hacer realmente el
bien, concluyó el Papa, "lo que es indispensable es un corazón bueno,
decidido a buscar lo mejor para el otro".
Sólo el amor, en efecto, "vence el egoísmo y hace que el mundo continúe". En vísperas de su memoria litúrgica, un recuerdo también para la Madre Teresa de Calcuta. "Yo no haría lo que ella hace ni por un millón de dólares", le dijo un periodista mientras se inclinaba sobre las heridas supurantes de un enfermo. Por un millón de dólares yo tampoco lo haría", respondió la santa, "¡lo hago por amor a Dios"!
Michele Raviart – Ciudad del Vaticano
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