Su hermana y su cuñado recuerdan los últimos meses del joven carmelita salmantino
Foto: Diócesis de Salamanca. Dominio público |
El joven de 21 años, perteneciente a
una comunidad del Camino Neocatecumenal en Salamanca,
había dejado a su novia porque quería ser carmelita y se le autorizó
a hacer su profesión solemne in
articulo mortis. Fue así como el 25 de junio se convirtió en fray Pablo María de la Cruz. Su funeral fue una celebración de la
alegría de acudir al encuentro del Amado.
El impacto de su vocación y muerte no acabó
ahí, porque tanto quienes ya le conocían como quienes han conocido su
testimonio a través de los medios y las redes han llegado al punto que él
quería: hacerse preguntas.
Tocar el corazón de los jóvenes
"Cuando
Pablo dejó todo preparado, tenía dos ideas", recuerda su hermana Miriam: "La
primera, que el funeral fuera una fiesta porque estábamos celebrando su vida y que
se iba con su Amado. Y la segunda era tocar el corazón de los jóvenes; y el velatorio y el funeral
le han hecho cuestionarse a mucha gente: 'Si nosotros podemos estar así ante la
muerte, quizá exista algo más'..."
Miriam Alonso y su esposo Daniel (que en 2019 se
fueron como misioneros a Argentina) fueron
entrevistados el pasado domingo en Radio María por un hermano de
Daniel, el sacerdote Jesús
Colado, quien les interrogó sobre algunos detalles de los últimos meses de
vida de Pablo y de su forma de afrontar la muerte.
La obra del Señor
Miriam
sintetiza los últimos seis años de vida de su hermano pequeño: "El Señor
lo eligió para confiarle la cruz de tener un cáncer y esta cruz le ha ido
evolucionando como persona hasta que ha fallecido de una manera excepcional, en
el sentido de que ha abrazado este sufrimiento que el Señor le ha mandado y ha llegado a dar gracias por él".
Pero
no fue un camino de rosas, no solamente desde el punto de vista físico, sino
tampoco espiritual. Al cabo de un mes de terminar con la quimioterapia, tuvo
una recaída y eso le provocó "una
crisis de fe muy profunda y se enfadó mucho con Dios". Lo superó
porque "durante todo este tiempo, la obra que el Señor ha estado haciendo en él
ha sido la de la aceptación
de esta cruz".
Es
aceptación, que fue también gratitud, tenía un motivo: "Gracias a esta
enfermedad se ha encontrado con Cristo y gracias a ella se va al cielo con Él, y esto
le hace inmensamente feliz", explica su hermana.
Felicidad
que quedó colmada cuando supo que le concedían la excepción, inédita en dos
siglos en Salamanca, de hacer los votos solemnes in articulo
mortis: "La alegría le llenaba la cara, no podía parar de sonreír".
A
consecuencia de los dolores estuvo ingresado varias veces en paliativos, y su
consuelo fue que el capellán le permitió tener el Santísimo expuesto en la habitación. "Eso le
ayudó mucho", dice su hermana, que es enfermera: "A mí me
impresionaba que, cuando tenía dolores fuertes, siempre lo quería ofrecer
todo. En una ocasión le pregunté si esos dolores le estaban mermando la
fe, y él me decía que estaba tranquilo porque si Jesús y su madre María, que son las personas que más le quieren, permitían
esto, es que tenía que ser
muy necesario, y él vivía aceptándolo".
La noche oscura
Aconsejado
por su director espiritual, Pablo rezaba mucho -y pedía que se rezase-
"por la noche oscura
que vendrá". Y se le puede poner fecha concreta: "La noche oscura
llegó la tarde-noche del 11 de julio. Nos lo dijo el pobre en la habitación del
hospital. Estaba bastante afectado, bastante triste".
Pidió
a sus familiares que le sostuvieran con la oración, y "el Señor no le
falló": "Fue en el transcurso de esa noche y en la siguiente mañana
cuando el Señor hizo su obra, y fue pasar de verle llorando y angustiado y con miedo (su director
espiritual le decía: '¡No vas a ser tú menos que Nuestro Señor, que las pasó
canutas en el huerto de Getsemaní!') a estar animado y deseando estar con su Dios".
La Cruz florecida
Este
sentido de aceptación, de decirle a Dios "Señor, tú sabes más, vamos con
ellos", ha sido la característica fundamental de los últimos meses de
Pablo. Los asistentes al velatorio y al funeral lo vieron reflejado en un
símbolo que estuvo presente: la Cruz florecida. "Es el secreto que nos ha querido
explicar él: que la Cruz, que es un trozo de madera ensangrentado y que te
mata, si la abrazas, si
abrazas ese sufrimiento y lo aceptas, el Señor lo hará florecer",
explica Miriam.
El
día antes de la sedación previa a su muerte, hubo una misa familiar que Daniel
recuerda como "preciosa, muy emotiva y una acción de gracias
completa". Con su buen humor característico, cuando el sacerdote le
preguntó durante la celebración si amaba a Jesús, Pablo respondió sonriendo: "¡Bueno, me he casado con Él, así
que imagínatelo!"
Pudo
despedirse brevemente de todos sus seres queridos y su cuñado percibió algo que
le impresionó: "Estaba en paz. En esa lucha del cuerpo que está sufriendo
y por eso necesitaba la sedación, pero no expresaba ningún tipo de
desesperación ni de miedo, al revés, decía que estaba preparado y listo. Quería
dejar un mensaje claro a los jóvenes y a la gente de su alrededor: que la vida no acaba aquí y que la
muerte no tiene que darnos miedo".
La huella de Pablo
La
huella que ha dejado Pablo se está dejando ya sentir. Daniel cuenta que una
compañera de trabajo suya, que no es creyente, le dijo, emocionada: "No sé
qué hay más allá, lo que sí sentí es muchísima paz y muchísimo amor".
Para
el propio Daniel, la muerte de su cuñado es toda una lección, y le comentaba a
su madre: "He visto que la muerte no da miedo siempre y cuando se lleve
así, agarrado a Jesucristo, agarrado a todos los dones que el Señor te da en
ese momento. Me gustaría
morirme así".
Y
el influjo es también en la propia vida de su hermana. Así lo desvela Miriam:
"Todo este tiempo ha sido una carta de amor del Señor para mí, un toque de
atención, porque ha llegado en un momento de mi vida en el que estaba siendo
muy mezquina, me estaba guardando muchas cosas para mí en todos los ámbitos de
mi vida. A mí el Señor me estaba diciendo con esto: 'Bueno, le he dado este
regalo a tu hermano, ¿cuál es tu excusa para no convertirte hoy? ¿Cuál es tu excusa? Si te
quiero dar esta paz, esta alegría... abraza la cruz conmigo, no tengas
miedo'".
Fuente: ReL