En los días de su hospitalización en el Policlínico Gemelli, la relación entre el Papa y el Pueblo de Dios no se interrumpió
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Papa Francisco en el Policlínico Gemelli |
Francisco y los fieles permanecieron firmemente
unidos a través de la oración. Esa oración definida por el Papa como "el
oxígeno de la vida" que, sobre todo en los momentos difíciles y de
sufrimiento, se convierte en "una armadura" para defender al pastor.
"No se puede ver bien si no es con el
corazón. Lo esencial es invisible a los ojos". Esta famosa frase del libro
El Principito describe bien lo que sucedió tras el ingreso del Papa Francisco
en el Hospital Gemelli el pasado 7 de junio. En estos días, antes del regreso
hodierno al Vaticano, los fieles no han podido encontrarse públicamente con el
Obispo de Roma, pero esto no significa que el pastor y el pueblo hayan estado
distantes entre sí. Al contrario, de alguna manera -citando al propio Antoine
de Saint-Exupéry- el Papa Francisco y el pueblo que le quiere han estado aún
más unidos gracias a la oración que brota del corazón y no necesita visibilidad
para expresarse. Una oración que es como el "oxígeno de la vida",
retomando las palabras de una de sus catequesis en noviembre de 2020, durante
el oscuro periodo de la pandemia.
Mirando retrospectivamente lo sucedido, es
significativo que, poco antes de su hospitalización, todo el mundo pudo
observar al Papa -al comienzo de la audiencia general en la Plaza de San Pedro-
reunido en oración ante las reliquias de Santa Teresa de Lisieux, de la que es
tan devoto. La gente no sabía en ese momento que el Papa se operaría poco
después, ni podía saber por qué rezaba Francisco en esos momentos. Una vez más,
pues, "lo esencial" fue "invisible a los ojos". Una
experiencia y una enseñanza preciosas, más aún en el mundo de hoy, donde parece
que todo debe mostrarse, "desvelarse" para tener valor.
La oración -nos recuerda el Papa- tiene un
poder invisible que mueve incluso las vías de la historia. Por eso no se cansa
de rezar (y de pedirnos que lo hagamos también nosotros) por la paz en el
mundo. Lo ha hecho incluso durante estos días de estancia en el hospital. Su
pensamiento se dirige siempre allí, dondequiera que esté: al pueblo ucraniano
como a todos los pueblos que sufren a causa de la violencia y la guerra. Rezar,
nos testimonia Francisco, es en el fondo el acto más eficaz que puede realizar
un cristiano, porque es dialogar con el Señor, una petición de escucha, una
propuesta de ayuda. Es hablar desde el corazón al Corazón más grande, aquel que
abraza a cada uno de nosotros.
Todos recordamos el "buenas noches"
con el que Jorge Mario Bergoglio se presentó en la logia central de la Basílica
Petrina aquel 13 de marzo de hace diez años. Sin embargo, no siempre recordamos
que, poco después de aquel saludo -tan ordinario como impresionante en boca de
un Papa recién elegido-, pidió rezar el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria.
Una oración de pastor con el pueblo que, desde aquel momento, no ha cesado
nunca y se hace más intensa en los momentos de dificultad y sufrimiento.
"Recen por mí": hace apenas unas semanas, en una entrevista concedida
a la cadena televisiva Telemundo, Francisco explicó con una imagen eficaz por
qué repite tan a menudo esa exhortación. "La gente -dijo- no se da cuenta
del poder que tiene al rezar por sus pastores". Y añadió que
"cualquier pastor, sea párroco, sea obispo, es como si estuviera
defendido, blindado, con una coraza, con la oración de los fieles". Una
armadura de amor que no pesa, sino que sostiene. Una armadura invisible a los
ojos, pero visible para el corazón.
Alessandro Gisotti
Vatican News