Devolvámosle a la misa su verdadero sentido para que podamos comprender el inmenso bien que nos hace recibir la Comunión
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Pues depende a qué misa no vas… Claro que puedes comulgar si no
vas a misa todos los días o si estás en gracia para hacerlo, pero lo importante
es no faltar a la misa dominical. Si faltas a la misa dominical, antes de poder
comulgar de nuevo debes confesarte.
¿Por qué es tan importante la misa dominical?
La misa del domingo es muy importante para los que tenemos fe. Nos
lo explica el Catecismo:
«La Eucaristía del domingo fundamenta y
confirma toda la práctica cristiana. Por eso los fieles están
obligados a participar en la Eucaristía los días de precepto, a no ser que
estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, el cuidado de
niños pequeños) o dispensados por su pastor propio (cf CIC can. 1245). Los que
deliberadamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave».
La participación en la celebración común de la Eucaristía
dominical es un testimonio
de pertenencia y de fidelidad a Cristo y a su Iglesia.
Los fieles
proclaman así su comunión
en la fe y la caridad. Testimonian a la vez la santidad de Dios
y su esperanza de la salvación. Se reconfortan mutuamente, guiados por el
Espíritu Santo».
Catecismo 2181, 2182
Si para nosotros es importante nuestra relación con Dios, debe
importarnos ir a misa, recibir su cuerpo, entrar en comunión con
Él y con los demás, testimoniar que lo amamos y que hace
parte fundamental de nuestra vida.
Comulgar con Dios de forma plena recibiendo la Eucaristía,
nos alimenta como
creyentes y nos permite no apartarnos del camino.
Los cristianos no prescindimos de la Eucaristía dominical, y
tratamos de comulgar, porque de este modo nos unimos íntimamente a Cristo, nos hacemos
uno con Él.
Recibir la comunión
También es cierto que hay otras faltas que te privan de la comunión,
no ir a misa no es la única de ellas.
Podemos perder
la gracia de Dios si nos alejamos de Él desde nuestra libertad y
conciencia. Si no vivimos plenamente el amor con los demás, con nosotros
mismos, con la creación y con nuestro creador.
Se trata de
devolverle a la misa su verdadero sentido, un tanto oscurecido con el paso
de los tiempos.
Que la misa no
sea solo un acto de devoción personal en el que las personas se encuentren
individualmente con Jesús, sino que en ella, la comunidad se reúne
para alimentarse del cuerpo de Cristo y para sacar de ahí fuerzas
para comprometerse en la transformación del mundo.
Nos dice el
papa Benedicto XVI:
La «comunión»
es realmente la buena nueva, el remedio que nos ha dado el Señor contra la
soledad, que hoy amenaza a todos; es el don precioso que nos hace sentirnos
acogidos y amados en Dios, en la unidad de su pueblo congregado en nombre de la
Trinidad; es la luz que hace brillar a la Iglesia como estandarte enarbolado
entre los pueblos: «Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en
tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero si caminamos en la luz, como
él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros (1 Jn 1, 6-7).
Luisa Restrepo
Fuente: Aleteia