El Señor está contento cuando nos abrimos a Él
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Antes de rezar el Regina Caeli en este tercer
domingo de Pascua, el Papa reflexionó sobre el Evangelio del día, destacando la
necesidad de dedicar cada noche un tiempo para realizar un examen de
conciencia, pasando por el corazón la historia de nuestra vida, de un cierto
período, de nuestras jornadas, con las desilusiones y las esperanzas.
Comentando el
Evangelio del día (Lc 24, 13-35) en el tercer domingo de Pascua antes de
orar a la Madre de Dios, el Papa Francisco hizo notar que, mientras los
discípulos de Emaús caminan, Jesús los ayuda a releer los hechos de un modo
diverso, a la luz de la Palabra de Dios, de todo lo que fue anunciado al pueblo
de Israel. "Releer: es lo que Jesús hace con ellos, ayudarlos a
releer", dijo. A los 30.000 fieles congregados en la Plaza de San Pedro
les propuso detenerse en este aspecto.
El Pontífice subrayó la relevancia de releer
nuestra historia junto a Jesús: la historia de nuestra vida, de un cierto
período, de nuestras jornadas, con las desilusiones y las esperanzas. Porque,
también nosotros, "como aquellos discípulos, podemos encontrarnos
perdidos en medio de los acontecimientos, solos y sin certezas, con muchas
preguntas y preocupaciones". "El Evangelio de hoy -acotó- nos invita
a contarle todo a Jesús, con sinceridad, sin temer molestarlo, sin tener miedo
de decir algo equivocado, sin avergonzarnos de lo que nos cuesta comprender".
El Señor está contento cuando nos abrimos a Él
Solo con la apertura al Señor Él puede tomarnos
de la mano, acompañarnos y volver a hacer que arda nuestro corazón (cfr. v.
32), observó Francisco.
"También nosotros, como los discípulos de
Emaús, estamos llamados a dialogar con Jesús, para que, al atardecer, Él se
quede con nosotros (cfr. v. 29)".
Una manera para aprender a mirar las cosas con
ojos diversos
El Obispo de Roma propuso un buen modo para
dialogar con Jesús: dedicar un tiempo, cada noche, a un breve examen de
conciencia. Se trata de releer la jornada con Jesús, abrirle el corazón,
llevarle las personas, las decisiones, los miedos, las caídas, las esperanzas,
todo lo que sucedió, para aprender gradualmente a mirar las cosas con ojos
diversos, con los suyos y no solo con los nuestros.
"Así podremos revivir la experiencia de
aquellos dos discípulos. Ante el amor de Cristo, incluso lo que nos parece fatigoso
e inútil puede aparecer bajo otra luz: una cruz difícil de abrazar, la elección
de perdonar una ofensa, una victoria no alcanzada, el cansancio del trabajo, la
sinceridad que cuesta, las pruebas de la vida familiar"...
"Nos aparecerán -prosiguió- bajo una luz
nueva, la del Crucificado Resucitado, que sabe transformar cada caída en un
paso adelante. Pero para hacer esto es importante quitar las defensas:
dejar tiempo y espacio a Jesús, no esconderle nada, llevarle las miserias,
dejarse herir por su verdad, permitir que el corazón vibre con el aliento de su
Palabra.
Algunas preguntas para la reflexión
El Sucesor de Pedro sugirió que podemos
comenzar hoy dedicando esta noche un momento de oración durante el que
preguntarnos:
"¿Cómo ha sido mi jornada? ¿Cuáles han
sido las alegrías, las tristezas, los fastidios, cómo fue, qué sucedió? ¿Cuáles
han sido sus perlas de la jornada, quizá escondidas, por las que dar gracias?
¿Ha habido un poco de amor en lo que he hecho? ¿Y cuáles son las caídas, las
tristezas, las dudas y los miedos que he de llevar a Jesús para que me abra
vías nuevas, me conforte y me anime?".
Al terminar su mensaje, Bergoglio deseó
"que María, Virgen sapiente, nos ayude a reconocer a Jesús que camina con
nosotros y a releer -la palabra: releer- ante Él cada día de nuestra
vida".
Sebastián Sansón Ferrari - Ciudad del Vaticano
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