La presencia de las trillizas “generaba confusión en el convento”, pues aunque “cada una trabajaba en un lugar diferente”, cuando alguna de las monjas hablaba con una de ellas y luego con otra, pensaba que eran la misma.
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Las trillizas María Gorete, María de Lourdes y María Aparecida. Crédito: Cortesía archivo personal (María Gorete) |
Gorete,
Lourdes y Aparecida son de Itamira, en el distrito de Aporá, donde conocieron,
aún en la infancia, a “una monja de Italia, sor Ricarda”, y el testimonio de
esta religiosa les hizo querer seguir el mismo camino.
“Visitaba
las comunidades de allí donde asistíamos a la Santa Misa y, mientras el párroco
atendía a la gente, ella reunía a los niños, los sentaba frente al altar, ponía
un tocadiscos y nos enseñaba. Lourdinha (María de Lourdes) entonces decía:
‘Cuando sea grande, quiero ser como esta hermana’. Eso nos hizo sentir más
fuerte la llamada. Crecimos con esta idea, que maduró y caminamos con este
ideal”, narró sor María Gorete a ACI Digital, agencia en portugués del Grupo
ACI.
La hermana Gorete recordó que su madre, Josefa Mendes de Souza,
afirmaba que no dejaría salir a sus hijas de casa a menos que fuera para
casarse o ser religiosas. “Ella decía que, si fuese para ir a un convento, las
dejaba de corazón, entregaba a todos sus hijos”.
Sin embargo, la familia no sabía cómo llevar adelante el sueño
de las trillizas de ser religiosas.
Un sacerdote que celebraba Misa en la región se enteró de este
deseo y contactó a la religiosa de un convento en Salvador de Bahía, quien le
dijo que podía llevar a las jóvenes. La primera en seguir la llamada vocacional
fue María de Lourdes, en 1984.
La hermana Gorete recordó que María Aparecida también quería ir,
pero su madre “dijo que no era posible en ese momento, porque teníamos que
ayudar con los hermanos menores”. Relató que la mamá “también ayudaba a los
ancianos de la comunidad, porque en el campo necesitaban ayuda para poner
leña”, entonces tenían que apoyarla.
Un año después de que María de Lourdes fuera al convento, María
Aparecida siguió el mismo camino y, al cabo de otro año, le tocó a María
Gorete.
Para Gorete, puede “haber habido un poco de influencia de una
hermana a la otra, porque la primera nos arrastró”; pero aclaró que “cada una
ya tenía su ideal de ser religiosa, de consagrar su vida a Dios. Esto fue
madurando y nuestra voluntad fue creciendo cada vez más”.
Durante un año las tres vivieron en el mismo convento, en
Salvador. “Fue bueno para nosotras estar juntas, porque una le dio fuerza a la
otra”, aseguró la hermana Gorete.
Sin embargo, la presencia de las trillizas “generaba mucha
confusión en el convento”, pues aunque “cada una trabajaba en un lugar
diferente”, cuando alguna de las monjas hablaba con una de ellas y luego con
otra, pensaba que eran la misma.
Actualmente, Maria Gorete está en São José dos Campos, donde
trabaja en el Asilo Santo Antônio; María de Lourdes se encuentra en el convento
de Santa Clara do Desterro, en Salvador; y María Aparecida pasa tiempo en casa
cuidando a su madre de 85 años.
“Hoy, nuestra madre necesita cuidados y nos quiere cerca. Así
que hablamos con mamá y podemos quedarnos con ella. Vamos a turnarnos en este
cuidado”, indicó la hermana Gorete.
Para sor María Gorete, seguir la vida religiosa “vale la pena”.
“Vale la pena dejarlo todo, dejar a la familia. No es como abandonar a la
familia, sino seguirlo que dice Jesús: si quieres seguirme, renuncia a todo lo
que tienes, toma tu cruz y sígueme. Le da sentido a la vida”, afirmó.
“Al decidir seguir a Jesús, nos preparamos para lo que venga. No
sabemos lo que nos espera, pero sabemos que no estamos solos. Entonces, tenemos
el coraje de renunciar e ir sin miedo. Los apóstoles siguieron sin temor y
cumplieron su misión. Estamos aquí en el mundo para cumplir nuestra misión de
servir, ya sea en la familia, en el convento, donde Dios quiera que estemos”,
concluyó.
Traducido y adaptado por el
equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en ACI Digital.
Por Natalia Zimbrão
Fuente: ACI