El sacerdote Álvaro Cárdenas, muy cercano a los padres de Teresita, cuenta la crónica de su funeral por el segundo aniversario de su marcha al cielo
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Teresita Castillo, la niña misionera que murió con fama de santidad. Dominio público |
El
sacerdote Álvaro Cárdenas, muy cercano a los padres de Teresita,
cuenta para Religión Confidencial la crónica de su funeral por el segundo
aniversario de su marcha al cielo que se celebró el pasado 7 de marzo que
concelebró él mismo.
Misionera mártir
El
martes 7 de marzo, fiesta de las santas mártires cartaginesas Felicidad y
Perpetua, hemos celebrado el segundo aniversario de la marcha al cielo de Teresita
Castillo de Diego, la pequeña “misionera mártir” que
ofreció su vida y sus sufrimientos “por los sacerdotes, y para que los niños y
niñas, y mayores, conozcan a Jesús”, entregándose a Él hasta su
muerte, con apenas diez años a consecuencia de un tumor cerebral contra el que
luchó desde los cinco años.
Gracias
a la inmediatez de las actuales redes y medios de comunicación en
apenas unas horas la noticia se había extendido como la pólvora, no sólo en
España sino en el mundo entero. Fue despedida, el día de su
funeral, por un templo abarrotado de niños y mayores.
Con ocasión de este segundo aniversario de su partida al encuentro de Jesús, el
7 de marzo de 2021, se ha celebrado una misa de funeral por
ella en
el Colegio Veracruz, en Galapagar, perteneciente
a las Hijas de Santa María del Sagrado Corazón, centro escolar
y familia espiritual en el que Teresita estudiaba.
Teresita
sigue muy viva y conquistando corazones
Los
numerosos fieles reunidos para la celebración, que llenaban la capilla del
colegio, especialmente los muchos niños que
han asistido, son la prueba de que Teresita está muy viva
en la memoria de todos, y que sigue atrayendo y conquistando
arrolladoramente, como era ella, a todos los que la conocen.
El funeral ha sido presidido por el Vicario Episcopal de la vicaría VIII de la
diócesis de Madrid, Ángel Camino Lamelas, Vicario episcopal que la conoció en
el Hospital de la Paz veintidós días antes de su muerte, que le dio los
sacramentos de la unción de los enfermos y de la comunión, y que aquel mismo
día la nombró oficialmente misionera de la diócesis de Madrid.
El Vicario recordó
el momento en que conoció a Teresita, la conversación que tuvo con ella
y la profunda atención y fe con que Teresita recibió los sacramentos de la
Unción de los enfermos y de la comunión. También la audaz petición que con
determinación le dirigió: “¡Yo quiero ser misionera!”.
El encuentro del Vicario con
Teresita
Aquel
día era un 11 de febrero, festividad de la Virgen de Lourdes, día dedicado a
los enfermos. Como cada año, aquel día, como el mismo testimonió, visitaba uno
de los catorce hospitales de su Vicaria. Ese año escogió providencialmente La
Paz. Tras celebrar la misa –explicó- fue invitado por los capellanes del hospital
a impartir los sacramentos de la Unción de enfermos y de la santa Eucaristía a
una niña que estaba ingresada con un pronóstico muy grave.
El
Vicario visitó a Teresita. Así describió, dirigiéndose directamente a los
niños, su encuentro con ella: "Yo llevaba aquí dentro una cajita con la
sagrada hostia, y también llevaba un bote con aceite, el crisma, un óleo que se
da a las personas. Teresita estaba con una alegría tremenda. Tenía
una venda blanca en la cabeza, pero la cara al descubierto. Ésta relucía como
el sol. Yo no conocía a esta niña pero estaba
realmente guapísima. Yo sabía que estaba muy grave".
“Vienes
a traerme a Jesús y al Espíritu Santo. Sí, sí, me vas a dar la Unción”, le dijo
Teresita. El saludo de la pequeña despertó su asombro. Sabía
perfectamente para qué estaba el Vicario allí y lo que iba a recibir.
“¡Yo quiero ser misionera!”
D.
Ángel prosiguió su relato compartiendo con los asistentes el momento que más
maravillado le dejó, el momento en que Teresita le expresó
el deseo ardiente que tenía:
"Pero
como la mamá veía que yo tenía prisa, le dijo a su hija: “Teresita, deja de
hablar y dile al Vicario lo que tú quieres ser“. Este fue el momento más
importante. ¿Qué creéis que dijo?: ¡Quiero ser bailarina! ¡Quiero ser
escritora!…” Entonces se me acerca y me dice: “¡Yo quiero ser misionera!”.
Lleno
de asombro y maravillado por la inimaginable respuesta de una niña de diez
años, y en esas circunstancias, el Vicario la nombró allí mismo misionera. Así
lo describió:
"Yo
me quedé impactado. Y en ese momento le dije: “Teresita, yo en este momento te
hago misionera”. Dentro de un momento me voy a mi despacho,
hago un documento por el que quedas constituida misionera, lo sello, pongo la
cruz misionera y te lo entrego”».
D. Ángel quedó
maravillado por la atención con la que Teresita escuchaba y por su forma de
rezar y de responder a las oraciones.
"Teresita
se quedó callada. Yo le di la unción. Ella estaba atentísima a todas las
palabras que yo decía. Rezó el Padre Nuestro con una
claridad impresionante y con mucha fuerza. Y me despedí".
"Estoy a punto de irme con
Jesús"
D. Ángel cogió el pergamino más
bonito para escribir el reconocimiento oficial de misionera y se lo entregó a
Teresita en el Hospital La Paz. "Llegué a donde Teresita y le dije: “Teresita,
aquí tienes tu documento en que te constituyo misionera. Y se
lo pasó a la mamá, porque papá no estaba porque estaba trabajando. Ella escuchó
todo el discurso. Cojo la cruz y se la pongo en el cuello. Ella se la quita y
se la da a su madre diciendo: “Mamá, ponla en la barra para que la
vea, y mañana que me la lleven al quirófano”.
Teresita sabía
que se iba con Jesús y quería morir siendo misionera. Llevaba
tiempo con ese deseo grande en su corazón. Y con ese deseo le había ofrecido a
Jesús todos sus sufrimientos, que se intensificaron en la última etapa de su
vida. Estaba feliz con su nombramiento y su cruz de misionera. En el
momento en que el Vicario iba a dejar para siempre su habitación, Teresita
se dirigió a él para que le confirmara si realmente era misionera.
Así lo relató el Vicario:
"Yo
ya había terminado. Me marcho, y cuando estoy en la puerta la médica me dice:
“Me parece que la niña le está llamando”. Vuelvo hasta ella y me dice: “¿Puedo
hacerle una pregunta?” Le dije sí. Ella me respondió: “Es que estoy
a punto de irme con Jesús. Entonces yo le dije: “¿Cuál es tu
pregunta?” Ella me respondió: ¿Yo soy de verdad una misionera?”.
Y le digo: “Tú eres una misionera”. Y tras estas
palabras me marché y ya no volví a ver a Teresita».
La santidad no se improvisa
En
su homilía, D. Ángel recordó a todos que “la santidad no se improvisa”.
Refiriéndose a la muerte heroica y sobrenatural de Teresita, señaló que se
fue fraguando en la familia, con sus padres, con sus tíos, con
sus abuelos, con sus primos, y también en su colegio,
con las Hermanas religiosas, con los profesores y profesoras, y con los amigos. Sus
escasos diez años de vida fueron “su entrenamiento” para el cielo.
Y
lo que constituye el motor de la santidad es el deseo
de ser santos, un deseo profundo que tenía Teresita, y que no
es otra cosa que amar a Jesús con todo el corazón y con todas las fuerzas y
desear que sea amado por todos, y con su ayuda amar al prójimo. Por
eso Teresita, con sólo diez años, quería ser
misionera.
La verdadera misión
de Teresita
La
muerte de una niña de diez años, a los ojos humanos muy prematura, impone una
pregunta: ¿Puede tener una niña una misión en la Iglesia? ¿Y qué misión
puede tener una niña de tan pocos años? D. Ángel, refiriéndose a Teresita,
afirmó:
“Para que muchos niños
y niñas conozcan a Jesús”, esta era su misión".
A
partir del testimonio de D. Ángel, las redes sociales empezaron a
arder, extendiéndose en pocas horas por todos los continentes la noticia de su
nombramiento como misionera. Todos querían saber más de esta
niña, los teléfonos de su Vicaría no dejaban de sonar, las radios, las
televisiones, los periódicos, revistas y portales de Internet intentaban
entrevistarle para ampliar la noticia. Los padres de Teresita, Eduardo y
Teresa, también eran “asediados” por los medios de comunicación para saber más
de Teresita.
El testimonio de
Teresita llego rápidamente a los misioneros españoles en todo el
mundo y en poco tiempo también a otros muchos. El responsable de los misioneros
de España llamó a D. Ángel Camino para saber que estaba pasando. Además de los
mensajes que recibía de los misioneros españoles por el mundo entero, en pocas
horas había recibido cantidad de peticiones de niños de toda España que como
Teresita querían ser también misioneros.
El testimonio llegó al Vaticano
El testimonio
admirable de Teresita llegó también hasta el Vaticano. Al día siguiente
del encuentro del Vicario con Teresita -como contó D. Ángel Camino en su
homilía-, recibió una llamada del Vaticano preguntando por Teresita. Al día
siguiente, escribió una carta al Papa Francisco relatándole lo sucedido. El
Papa, por su parte agradeció haber sido informado y envió un mensaje de afecto
y de cercanía a la familia, asegurándoles su oración e impartiéndoles su
bendición.
Sin
saberlo y escondido a sus propios ojos, la pequeña Teresita misionera estaba
cumpliendo su misión, haciendo llegar a los cinco continentes su sencilla pero
extraordinaria fe, su asombroso amor a Jesús, su generoso e inaudito sacrificio
por los sacerdotes, y particularmente por los niños y mayores que no conocen a
Jesús, su heroica aceptación del sufrimiento, su admirable paciencia en los
tormentos de su enfermedad, y su alegría -como pequeña redentora con Jesús- en
el sufrir.
Misión más fecunda en
el cielo que en la tierra
Como
dos mil años antes sus santas preferidas Felicidad y Perpetua, como más de
ciento veinticinco años la santa patrona de las misiones, Teresita del Niño
Jesús, como veinticinco años antes su otra gran santa amiga suya Teresa de
Calcuta, como quince años antes su otro gran santo amigo suyo Carlo Acutis,
Teresita Castillo de Diego dejó este mundo dando testimonio de Jesús entre
sufrimientos para entrar en la eternidad. El día 7 de marzo de 2021 fue
liberada de sus sufrimientos para comenzar su misión en el cielo junto a Jesús.
Las
revistas y periódicos, las radios y televisiones, los portales, canales y redes
de Internet, dan testimonio de las miles y miles de personas que están
encontrando en la pequeña Teresita misionera ayuda para su fe, ejemplo para su
vida cristiana, sostén, esperanza y sentido para sus
sufrimientos, y admirable inspiración para amar más al Señor y a los demás,
especialmente, como lo hacía Teresita, a los que se encuentran solos, a los
pobres y a los que sufren.
Corta
pero intensísima vida
La misión de
Teresita apenas acaba de comenzar. Su corta pero intensísima vida, y
particularmente la ofrenda a Dios de su vida hasta el final, por amor a Él y
por la salvación de quienes no conocen aún su amor, se ilumina con las palabras
de Jesús: “No se enciende una lámpara para ponerla debajo del
celemín o de la cama” (Mc 4, 21-22), “sino
para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa” (Mt
5, 15).
Puesta
ahora la vida de Teresita en el candelero de la Iglesia y del mundo, brilla
ahora ante todos en su asombrosa sencillez como una radiante y potente luz,
mostrando el camino del amor en la entrega a Dios y a los demás.
Fuente:
ReligiónConfidencial