Las preguntas sobre el sentido de esta práctica penitencial encuentran muchas respuestas en las palabras de los Papas. Repasamos algunas reflexiones en el Magisterio de Francisco, Benedicto XVI, Juan Pablo II, Pablo VI y Juan XXIII
Santa Misa en el Miércoles de Ceniza 2023 (VATICAN MEDIA Divisione Foto) |
Tres son los elementos cualificadores del
camino cuaresmal iniciado con el Miércoles de Ceniza: la oración, el ayuno y la
limosna. El ayuno, en particular, no debe entenderse sólo en su dimensión
formal. Tiene un significado real, como nos recuerda repetidamente el Papa
Francisco, si se sigue el ejemplo del Buen Samaritano. Tiene valor si se adopta
un estilo de vida sobrio, si se vive "una vida que no desperdicia, que no
descarta".
¿Qué ayuno quiere el Señor?
La Cuaresma es un tiempo privilegiado de ayuno
y penitencia. Pero, ¿qué ayuno quiere Dios del hombre? El Papa Francisco
responde a esta pregunta el 16 de febrero de 2018 durante su meditación
matutina en la Capilla de la Domus Sanctae Marthae: no se trata solo de
'elecciones alimentarias', sino de estilos de vida para los que hay que tener
la 'humildad' y la 'coherencia' de reconocer y corregir los propios pecados. La
respuesta, observa Francisco, viene de la Escritura, donde leemos: "dobla
tu cabeza como un junco", es decir, "humíllate", piensa en tus
pecados. Este, subraya el Papa Francisco, es "el ayuno que quiere el
Señor: la verdad, la coherencia". En su homilía durante la Misa
del Miércoles de Ceniza en la Basílica de Santa Sabina, el 22 de
febrero de 2023, el Pontífice recordó que "el ayuno no es un simple
sacrificio, sino un gesto fuerte para recordarle a nuestro corazón qué es lo
que permanece y qué es lo pasajero".
¿Cuál es el valor del ayuno?
En este tiempo de Cuaresma podemos preguntarnos
qué sentido tiene para nosotros, cristianos, "privarnos de algo que en sí
mismo sería bueno y útil para nuestro sustento". En su mensaje para
la Cuaresma
de 2009, Benedicto XVI recuerda las enseñanzas de la Sagrada Escritura y de
la tradición cristiana: "enseñan que el ayuno es una gran ayuda para
evitar el pecado y todo lo que induce a él. Por esto, en la historia de la
salvación encontramos en más de una ocasión la invitación a ayunar. Ya en las
primeras páginas de la Sagrada Escritura el Señor impone al hombre que se
abstenga de consumir el fruto prohibido". "Puesto que el pecado y sus
consecuencias nos oprimen a todos-escribe Benedicto XVI-, el ayuno se nos
ofrece como un medio para recuperar la amistad con el
Señor". Refiriéndose después a páginas del Nuevo Testamento,
Benedicto XVI subraya que "el verdadero ayuno tiene como finalidad comer
el 'alimento verdadero', que es hacer la voluntad del Padre".
¿Qué representa el ayuno?
El ayuno, en el camino cuaresmal, no es por
tanto una simple abstinencia de comida o de alimentos materiales. Representa,
de hecho, "una realidad compleja y profunda". Juan
Pablo II lo subrayó el 21 de marzo de 1979 dirigiéndose a los jóvenes
en la plaza de San Pedro: "El ayuno es un símbolo, un signo, una llamada
seria y estimulante para aceptar y realizar renuncias. ¿Qué renuncias? Renuncia
del "yo", es decir, a tantos caprichos e aspiraciones malsanas;
renuncia a los defectos propios, a la pasión impetuosa, a los deseos ilícitos.
Ayuno es saber decir un "no" tajante y decidido a cuanto viene
sugerido o solicitado por el orgullo, el egoísmo, el vicio, escuchando a la
propia conciencia, respetando el bien ajeno, manteniéndose fieles a la santa
ley de Dios. Ayuno significa poner un límite a tantos deseos, a veces buenos,
para tener pleno dominio de sí, para aprender a regular los propios instintos,
para entrenar a la voluntad en el bien". Ayuno, continúa Juan Pablo II,
"significa privarse de algo para subvenir a la necesidad del hermano,
convirtiéndose así en ejercicio de bondad, de caridad".
¿Qué ayuno es preferible?
La Cuaresma es un tiempo de renuncia y
penitencia. Pero también es "un tiempo de comunión y solidaridad".
Pablo VI lo subrayó en su Mensaje
para la Cuaresma de 1973, invitándonos a escuchar las exhortaciones del
profeta Isaías: "El ayuno que yo quiero es este: … partir tu pan con el
hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no
cerrarte a tu propia carne". Tales exhortaciones, señala el Papa Montini,
reflejan las preocupaciones de la humanidad contemporánea para que cada uno
participe verdaderamente "en los sufrimientos y en las desdichas de
todos".
Reflexiones que se suman a las de Juan XXIII.
La Iglesia, dice el Pontífice en su radiomensaje
de 1963 con ocasión del inicio de la Cuaresma "no conduce a sus
hijos a un mero ejercicio de prácticas exteriores, sino a un serio compromiso
de amor y generosidad por el bien de los hermanos, a la luz de la antigua
enseñanza de los profetas". "¿No es éste más bien el ayuno que yo
amo? Soltad las cadenas de la impiedad: dejad libres a los oprimidos, romped
toda carga. Parte tu pan al hambriento y abre tu casa al pobre"...
"Entonces amanecerá tu luz como la mañana, brotará pronto tu salvación,
caminará delante de ti tu justicia y te acogerá la gloria del Señor ".
Amedeo Lomonaco - Ciudad del Vaticano
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