El Papa Francisco se reunió este miércoles con un grupo de víctimas de la violencia “inhumana” en el este de la República Democrática del Congo (África), a quienes dijo les lleva “la caricia de Dios” que los ama
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El Papa Francisco bendice a una de las víctimas que dio su testimonio. Crédito: Vatican Media |
Testimonios de víctimas
En el encuentro realizado en la
Nunciatura Apostólica en Kinshasa, se proyectó un video en el que se mostró
brevemente la grave situación que sufre el país a causa de la violencia de los
grupos armados.
Luego del video, algunos representantes de las distintas delegaciones compartieron sus testimonios. Entre ellos un joven narró cómo fue testigo del asesinato y decapitación de su padre, mientras que un niño de 13 años narró como su familia fue asesinada con un cuchillo.
En la segunda delegación, de la
localidad de Goma, una joven leyó el testimonio en representación de otra que
fue secuestrada por hombres armados que la violaban varias veces al día durante
19 meses, y tras lo cual dio a luz a gemelas.
“La Iglesia es el único refugio que
consuela nuestros corazones”, dijo la mujer. “Que la cruz de Cristo me perdone
a mí y a mis violadores”, agregó.
Un representante
de la delegación de la localidad de Bunia contó después que sobrevivió a un
ataque en febrero de 2022 en el que hombres armados asesinaron a 63 personas,
de las cuales 24 eran mujeres y 17 eran niños.
Una joven de la delegación de Bukavu y
Uvira compartió luego lo que sufrió como esclava sexual de hombres armados
cuando tenía 16 años, quienes capturaron a muchas personas en su aldea, a
quienes obligaban a comer carne humana, sino eran asesinados también.
El Papa Francisco saludó, bendijo y
obsequió un rosario a cada uno de las personas que dio su testimonio, antes de
dirigir un discurso a los presentes.
La palabra del Papa Francisco a las víctimas
El Santo Padre agradeció el valor de
quienes compartieron sus testimonios y dijo que “ante la violencia inhumana que
han visto con sus ojos y experimentado en su propia carne, nos quedamos
impresionados. Y no hay palabras; solo llorar, permaneciendo en silencio”.
“Bunia, Beni-Butembo, Goma, Masisi,
Rutshuru, Bukavu, Uvira, lugares que los medios de comunicación internacionales
no mencionan casi nunca; aquí y en otros sitios, muchos de nuestros hermanos y
hermanas, hijos de la misma humanidad, son tomados como rehenes por la
arbitrariedad del más fuerte, por el que posee las armas más potentes, armas
que siguen circulando”, lamentó el Santo Padre.
“A cada familia en luto o desplazada a
causa de poblaciones incendiadas y otros crímenes de guerra, a los
sobrevivientes de agresiones sexuales, a cada niño y adulto herido, les digo:
estoy con ustedes, quisiera traerles la caricia de Dios. Su
mirada tierna y compasiva se posa sobre ustedes”.
El Papa destacó que los
enfrentamientos “son luchas en las que se entrecruzan dinámicas étnicas,
territoriales y de grupos; conflictos que tienen que ver con la propiedad de la
tierra; con la ausencia o la debilidad de las instituciones; con odios en los que
se introduce la blasfemia de la violencia en nombre de un dios falso”.
“Pero, sobre todo, es la guerra
desatada por una insaciable avidez de materias primas y de dinero, que alimenta
una economía armada, la cual exige inestabilidad y corrupción. Qué escándalo y
qué hipocresía: la gente es agredida y asesinada, mientras los negocios que
causan violencia y muerte siguen prosperando”, dijo el Papa Francisco.
“¡Basta! ¡Basta de enriquecerse a
costa de los más débiles, basta de enriquecerse con recursos y dinero manchado
de sangre!”, exhortó el Santo Padre dirigiéndose a “todas las personas, a todas
las entidades, internas y externas, que manejan los hilos de la guerra en la
República Democrática del Congo, depredándola, flagelándola y
desestabilizándola”.
Dos “no” y dos “sí” para la paz
El Papa dijo luego que ante la grave
situación del país africano, propone dos “no” y dos “sí”.
“En primer lugar, no a la violencia,
siempre y en cualquier caso, sin condiciones y sin ‘peros’. Amar a la propia
gente no significa alimentar el odio hacia los demás. Al contrario, querer al
propio país supone negarse a ceder ante los que incitan al uso de la fuerza”.
“El odio solo genera más odio y la
violencia, más violencia. Un ‘no’ claro y fuerte también debe decirse a quienes
propagan esto en nombre de Dios”, dijo el Papa Francisco.
“También hay que decir un segundo ‘no’: no a la resignación. La paz requiere
combatir el desaliento, el malestar y la desconfianza, que llevan a creer que
es mejor recelar de todos, vivir separados y distantes, en vez de darse la mano
y caminar juntos”, resaltó el Pontífice.
“En nombre de Dios, reitero la
invitación para que cuantos viven en la República Democrática del Congo no
bajen los brazos, sino que se esfuercen por construir un mundo mejor”.
“Y he aquí finalmente los dos ‘sí’
para la paz. Ante todo, sí a la reconciliación. Amigos, es maravilloso lo que
están por hacer. Quieren comprometerse y perdonarse mutuamente, y repudiar las
guerras y los conflictos para resolver las distancias y las diferencias”,
continuó el Santo Padre.
“Esta es la profecía cristiana:
responder al mal con el bien, al odio con el amor, a la división con la
reconciliación”, destacó.
El segundo “sí”, dijo luego el Pontífice, es el sí a la esperanza.
“Esta esperanza tiene una fuente y
esta fuente tiene un nombre, que quiero proclamar aquí con ustedes: ¡Jesús!
Jesús: con Él, el mal ya no tiene la última palabra sobre la vida; con Él, que
ha hecho de un sepulcro —final del trayecto humano—, el inicio de una historia
nueva, siempre se abren nuevas posibilidades”, subrayó el Papa Francisco.
Para concluir, el Papa dijo que reza
para que “la mujer, toda mujer, sea respetada, protegida y valorada. Agredir a
una mujer y a una madre es hacérselo a Dios mismo, que tomó de una mujer la
condición humana, de una madre”.
Luego de las palabras del Santo Padre,
los asistentes al encuentro rezaron de pie ante la cruz que estaba junto al
Papa, a los pies de la cual colocaron algunos símbolos de la violencia que
sufrieron.
Finalmente cantaron en suajili a la Virgen María, invocada como Madre de la
paz.
Por Walter Sánchez Silva
Fuente: ACI Prensa