Eugenio Pacelli optó por una resistencia oculta para salvar de los nazis al mayor número de personas, como aseguran dos nuevos libros sobre el Papa que escondió a miles de judíos en conventos de Roma
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El Papa Pacelli en el Vaticano el 15 de marzo de 1949. Foto: CNS |
Sobre el Papa Eugenio
Pacelli ha caído la sospecha de complicidad con las atrocidades nazis durante
la Segunda Guerra Mundial, tanto en el desencadenamiento de la contienda como
en el extermino programado de los judíos en toda Europa. Sin embargo, esta
acusación es «históricamente falsa», explica Vicente Cárcel Ortí. El historiador valenciano ha
escrito sobre Pío XII una trilogía que inicia con la publicación de Pío XII (1939-1958). El Papa
defensor y salvador de los judíos.
De Pacelli «se ha dicho
continuamente una mentira que no por mucho repetirse se convierte en verdad»,
afirma categóricamente. Más bien al contrario, durante el auge del movimiento
nazi en Alemania, hizo de secretario y colaborador del Papa Pío XI «mientras
escribía sus grandes encíclicas contra el nazismo». Más adelante, cuando
sonaban ya los tambores de guerra en todo el continente, «trató de evitarla por
todos los medios». «Una semana antes, convocó a todos los embajadores de Europa
central para preservar la paz, y cuando se declaró la guerra no dejó de pedir
su final en cualquier ocasión que tuvo, en público y en privado», asegura
Cárcel Ortí.
La otra controversia es
su posición ante el creciente hostigamiento contra el pueblo judío, que
acabaría en el Holocausto. «El Papa tenía ante sí dos opciones —explica el
historiador valenciano—: una denuncia pública que habría incrementado la
persecución, no solo contra los judíos, sino también contra los católicos, o
una resistencia oculta para salvar al máximo número de personas, que fue
finalmente lo que eligió».
De hecho, «cuando
hablaba en contra de Hitler se intensificaba la persecución», aclara Cárcel
Ortí, que desvela que incluso los obispos holandeses llegaron a pedirle que no
se manifestara más, «porque los nazis se llevaban no solo a los judíos, sino
también a los cristianos, como pasó con Edith Stein, por ejemplo».
La gran acusación contra
Eugenio Pacelli de guardar silencio en unos años en los que Europa entera
gritaba de dolor es abordada también por otro historiador de renombre, Andrea
Riccardi, en su nuevo libro, La guerra del silenzio, de momento
solo en italiano. En entrevista con el Corriere della Sera,
Riccardi dice que el Papa «era el primero en utilizar esa palabra: silencio»,
pero hay que tener en cuenta que «hay una historia que no se encuentra en los
archivos», la de un Pontífice que «tenía miedo de contrariar al ocupante». «Él
era diplomático y siempre quiso mantener abierta una vía de mediación. Pero,
sin él, el Vaticano nunca podría haber organizado la red de protección para
judíos y antifascistas» que desplegó en esos años, continúa.
Tanto Riccardi como
Cárcel Ortí ofrecen multitud de datos que corroboran sus actuaciones, desde la
gran cantidad de seminarios, conventos y parroquias que ofrecieron protección a
los judíos en toda Europa, hasta el oro que Pío XII quiso dar a los alemanes
para evitar en 1943 la redada de judíos en el gueto de Roma. «El Papa trabajó
siempre en silencio para protegerlos», y lo hizo así «para evitar problemas
mayores», asegura el historiador italiano. «Él intentó salvar al mayor número
posible, por encima de cómo pudieran juzgarle después o qué pudieran decir de
él», apostilla Cárcel Ortí. Como obispo de Roma, llenó de judíos conventos y
comunidades de la ciudad, y lo mismo hizo en las universidades Gregoriana y
Lateranense. «Eso está documentadísimo», atestigua el historiador
valenciano.
Un diplomático finísimo
La apertura de los
archivos vaticanos correspondientes a esta época ha descubierto las cartas de
agradecimiento de miles de judíos que salvaron la vida gracias a Eugenio
Pacelli. Y una personalidad de referencia en el Israel de la posguerra como fue
Golda Meier reconoció entonces que «cuando el terrible martirio se abatió sobre
nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó a favor de las víctimas».
«Pío XII hizo mucho más
por los judíos que la Cruz Roja o que cualquier asociación o gobierno de la
época», asevera Cárcel Ortí. Sin embargo, toda esta labor no se divulgó tras la
guerra, «porque el Pontífice quería que se consolidara la democracia en todas
esas naciones que se estaban reconstruyendo». «Era un diplomático finísimo y
sabía que cualquier palabra suya podría ser malinterpretada y causar daño»,
añade. Que haya sido muy discreto a la hora de hablar «no empaña toda la labor
que realizó». El problema surgió al morir toda esa generación que se benefició
de su valor, pues «su trabajo se fue olvidando poco a poco». «Pero fue el mayor
protector y salvador de los judíos en esos años, un gigante en los años más
difíciles de Europa», concluye.
Juan
Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Fuente:
Alfa y Omega