Se pidió a los 1400 católicos mongoles que enviasen un trozo de tela con algún significado particular para ellos, acompañado de una oración.
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El manto confeccionado con telas enviadas por todos los católicos de Mongolia. Dominio público |
En un país de 3,2 millones de
habitantes, solo 1.400 son católicos, y viven historias como la
singular celebración de la Navidad recogida por Asia News. Vinieron
desde todo el país para conmemorar juntos el nacimiento de Jesús...
a 20 grados bajo cero.
Una Virgen en la basura
"Comenzamos nuestra Navidad el
8 de diciembre. Todos juntos. Consagrando Mongolia a la Virgen, ante la
imagen de la Inmaculada que fue hallada entre la basura", explica el
cardenal Marengo. La talla la descubrió, en un vertedero al norte del país, una
mujer no cristiana, madre de once hijos, que tenía algún contacto con las
misioneras de la Madre Teresa, presentes en Mongolia.
"Mientras revisaba la basura
que había arrojado un camión, como hacen los pobres en todas las latitudes, dio
con un extraño envoltorio de tela. Al abrirlo", cuenta el purpurado,
"se encontró ante esta hermosa estatua de madera de la
Inmaculada Concepción, de 62 cm de altura, muy fina. Sin saber
qué era, la mujer se la llevó a su casa y dijo: esta hermosa dama ha querido
venir a mí... Hasta que las monjas, cuando fueron a visitarla, vieron la imagen
y le preguntaron de dónde venía".
Durante unos años, la estatua
permaneció en la oficina parroquial. "Yo me enteré de todo esto el año
pasado", afirma Marengo, “y en ese momento pensé: la Virgen quiere
decirnos algo. Fui al lugar, conocí a la señora. Después, el 25 de marzo
-en la fiesta de la Anunciación- trasladamos oficialmente la estatua a Ulán
Bator con la idea de entronizarla en la catedral, para que fuera
más conocida y venerada por todos".
Así se llegó a la celebración del 8
de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción, que también estuvo
acompañada de otro gesto significativo: se le pidió a los 1400 católicos
mongoles que enviasen un trozo de tela con algún significado particular para
ellos, acompañado de una oración. Con todos los trozos se confeccionó
un manto, que le fue ofrecido a la Virgen por todas esas intenciones.
Gratitud por el fruto de una semilla
bien plantada
"Fue un momento precioso, muy
emotivo", dice el prefecto apostólico de Ulán Bator, como emblemático de
todos los fieles de una Iglesia que nació tan recientemente como 1992. Es una
Iglesia pequeña pero muy viva, lo que va a
permitir celebrar misas navideñas para numerosas comunidades,
y un nuevo encuentro al día siguiente (San Esteban) con todos los misioneros y
colaboradores laicos. Se hará asimismo un belén viviente preparado
por los jóvenes.
El cardenal Marengo expresa una
"enorme gratitud que sentimos por todo lo que ha sucedido
en estos treinta años de nuestra Iglesia: es una pequeña semilla que en un
tiempo relativamente corto ya ha dado frutos. Gratitud, también, por la entrega
de monseñor Wenceslao Padilla [el
anterior prefecto apostólico, de origen filipino, fallecido en 2018] y por la
de tantos otros misioneros y misioneras.
Pero también un espíritu de compromiso
para echar raíces cada vez más profundas, para descubrir cada vez más a este
niño que ha nacido por nosotros. Nos recuerda el realismo de la
encarnación: el pesebre es el lugar donde el niño Jesús fue colocado para
ser nuestro alimento en la Eucaristía. Es el Señor, que
permanece aquí entre nosotros".
Fuente: ReL