La rectora de
la Universidad Pontificia de Salamanca reivindica que «la Iglesia es sínodo, es
caminar juntos», y valora que Praedicate Evangelium lleve esta
mentalidad a la Curia
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Dominio público |
Acaba de hablar en el Curso de Actualización de
Derecho Canónico de la Universidad de Navarra de los cambios que
introduce Praedicate Evangelium en la Curia romana. Ya puede decir a
algunos incrédulos que el derecho canónico está muy vivo, que no está escrito
en piedra…
Por supuesto, claro que no está escrito en
piedra. Es algo vivo como viva es la misma Iglesia. El derecho canónico no vive
al margen de la Iglesia, sino que camina con la Iglesia y esta, como bien
sabemos, está en permanente camino. Ecclesia semper reformanda est. El
derecho canónico tiene que estudiar, evolucionar, ayudar a la teología… En la
conferencia expusimos algunos cambios en la Curia romana, que esperamos que
sean para el bien del pueblo de Dios.
Nosotros resumimos en un
editorial que la reforma promueve una administración vaticana más
profesional y coordinada y menos clerical, con la vista siempre puesta en la
evangelización… ¿Qué acentos pondría usted?
Comparto estos acentos. La reforma se plantea
en clave misionera y de ahí deriva que todo miembro del pueblo de Dios, por la
igual dignidad, es discípulo misionero. Todos tenemos que participar en la vida
de la Iglesia y también en la Curia, que no es más que un instrumento que ayuda
al Papa a gobernar la Iglesia.
Praedicate Evangelium supone un mayor
reconocimiento de los laicos, una petición de que se cuente con ellos en
aquellos puestos donde no hay ningún impedimento para hacerlo. Y así, y esto ya
es de mi cosecha porque no lo dice la constitución, se libera a los clérigos
para que se dediquen a lo que solo ellos pueden hacer.
¿Qué camino queda por recorrer en las iglesias
particulares?
Igual que en la Iglesia universal, en las
diócesis, en los organismos diocesanos, hay que dar cabida a los laicos. En
muchos lugares sí se hace, con instrumentos previstos en el derecho canónico, y
hay laicos dispuestos a colaborar si se les llama. Hay que tener más confianza
en el aporte de los laicos, animarlos a que se formen y ayudarlos.
Uno de los padres del texto, el cardenal
Maradiaga, nos decía que la reforma había empezado el mismo día que el Papa se
instaló en Santa Marta, después siguió con cambios en distintos dicasterios
antes de Praedicate Evangelium, y ahora venciendo también resistencias…
¿Hay que vivir en una suerte de reforma permanente?
Es inevitable. El Concilio Vaticano II habló,
como también hace el Papa, de los «signos de los tiempos». Hay que estar en
cada momento con lo que tiene. Nuestro siglo es tan difícil como anteriores,
pero las dificultades son diferentes. A lo que se refiere el cardenal es a lo
que decíamos al principio: la Iglesia está viva, necesita estar permanentemente
a la escucha… y esa escucha tiene que llevar a la reflexión y a actuar. Eso no
significa romper con nada, sino avanzar acorde a las necesidades de cada tiempo
particular.
Usted, mujer, casada y con hijos, se convirtió
en rectora de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA) en 2015. ¿Ha
encontrado dificultades?
En estos cargos siempre hay dificultades. Es
verdad que ser mujer en un puesto donde nunca antes ha habido una mujer choca
y, a veces, se detectan algunas resistencias, pero dificultades hay en todas
partes. Como madre de familia numerosa, estas me dan más fuerza. Busco la
manera de afrontarlas, siempre caminando y abriendo camino a otros laicos. Este
es un cargo, dentro de una universidad de la Iglesia, que no requiere el orden
sagrado para ser ejercido.
¿Siguen faltando mujeres en puestos de tanta
responsabilidad eclesial?
El Papa dice que sí; dice que se necesita que
las mujeres estén en una posición más incisiva, donde puedan opinar más. Él va
abriendo camino. Luego creo que también es responsabilidad de los laicos
ofrecerse a la jerarquía para colaborar. Los laicos no tenemos que estar
siempre esperando a que nos llamen, sino que, con ese aliento a formarnos,
podemos mostrar nuestra disponibilidad y ofrecernos para ayudar. Los pastores
contarían más con nosotros y podríamos cooperar, que es una palabra que me
gusta más que colaborar porque implica hacer algo que nos interesa a los dos,
ir al unísono en una obra que es de ambos. En este caso, la obra es la misión
de la Iglesia, que nos compete a todos.
En relación con el papel de los laicos, ahora
estamos inmersos en un camino sinodal en el que se nos escucha. ¿Qué espera de
este Sínodo?
Sobre todo espero un cambio de mentalidad:
desde la jerarquía hasta el último de los fieles. Hemos de hacernos conscientes
de que la Iglesia es sínodo, es caminar juntos. A partir de ahí, tenemos que
tener el coraje de ofrecernos a colaborar en esa misión.
¿Es una pena que, a veces, nos quedemos más en
el resultado que pueda haber o en ciertas cuestiones polémicas que en el
ejercicio en sí de escucharnos y tomar protagonismo?
Puede ser… pero es condición del ser humano
fijarse en lo superficial y olvidar lo esencial. En este tema en concreto se va
enfocando. Ahora es ir poniéndolo en práctica. Praedicate Evangelium, sin
grandísimas novedades, da un paso más e intenta concienciar de la necesidad de
que en la Curia se viva ese estilo sinodal.
Rodrigo Pinedo
Fuente: Alfa y Omega