En 1585 un milagro atribuido a la Inmaculada Concepción permitió la victoria de las tropas españolas en la batalla de Empel.
La Inmaculada Concepción patrona de España. Crédito: Cathopic |
Cada 8 de diciembre, la Iglesia celebra la solemnidad de la
Inmaculada Concepción de María. En España, son numerosísimas además las
vigilias en honor de la Virgen libre de pecado original la noche del 7.
La madrugada del 7 al 8 de diciembre de 1585, durante la Guerra de
los 80 años, la situación de las tropas del Emperador Felipe II no presagiaba
nada bueno.
El Tercio Viejo de Zamora comandado por Francisco Arias de
Bobadilla se encontraba atrapado en el dique de Empel, frente a la isla de
Bomel. El hambre y el frío atenazaban la moral de la tropa.
Bobadilla llamó a sus capitanes y les conminó a rezar con fe para
que Dios les librara del destino que se preveía espantoso.
Al poco, un soldado que trataba de cavar un hoyo donde refugiarse
del viento y el frío, halló una tabla con la imagen de la Inmaculada
Concepción. De inmediato, fue llevada en procesión hasta una iglesia
cercana.
Tras el acto de devoción de la tropa, se produjo un hecho extraño, milagroso,
para esas fechas: la superficie del dique se congeló casi de forma repentina.
Las tropas españolas pudieron caminar a pie sobre las aguas heladas y derrotar
a la escuadra holandesa rebelde.
Desde entonces, fue proclamada patrona de los Tercios. El
patronazgo de la Virgen a toda la Infantería española, la más antigua del mundo,
no se hizo oficial hasta 1892, por una Real Orden de la regente María
Cristina.
El dogma y
España
El 8 de diciembre de 1854 el Papa Pío IX proclamó el dogma de la
Inmaculada Concepción de la Virgen María mediante la bula “Ineffabilis Deus”.
En ella se establece que “la doctrina que sostiene que la
Beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa
original en el primer instante de su concepción” ha sido “revelada por Dios” y,
en consecuencia, “debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos
los fieles”.
Pero desde mucho tiempo antes, España se había destacado por su
defensa de la Inmaculada Concepción de María.
El precedente más remoto se halla en el monarca visigodo Wamba,
que se distinguió en el XI Concilio de Toledo (año 675) como “defensor de la
Purísima Concepción de María”.
El Rey Felipe IV, que reinó entre 1621 y 1640, instó al Papa
Gregorio XV a que proclamara el dogma, aunque sin éxito.
En 1761, el Rey Carlos II estableció el “universal patronato de
Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción en todos los Reinos de España y las
Indias”.
La Orden que lleva el nombre de este rey, es la más alta
condecoración civil que se otorga en España desde 1771. Su emblema es,
precisamente, una Virgen Inmaculada.
La estatua situada en la plaza de España en Roma fue colocada allí en atención
a la defensa de este dogma mariano por los españoles a través de los
siglos.
Privilegio de
los sacerdotes españoles
En el siglo XIX, se otorgó un privilegio especial a los
presbíteros de la Iglesia que peregrina en España para vestir casulla de color
azul purísima en la solemnidad de la Inmaculada.
Se trata de una excepción notable, ya que la Instrucción General
del Misal Romano establece que los colores litúrgicos son blanco, verde, rojo,
morado, negro y rosado.
El uso en España de la casulla azul, sin embargo, está recogido
desde el siglo XVII, mucho antes de la proclamación del dogma. Su primer
reconocimiento corrió a cargo de Pío VII en 1817, para la Catedral de Sevilla
para la fiesta de la Inmaculada y su octava.
Este privilegio fue ampliado a toda la Archidiócesis hispalense en
1879. Cuatro años más tarde, se extendió a todas las diócesis de España.
En 1962 se estableció que los ornamentos litúrgicos de este color
fueran usados solo el día de la solemnidad y en las misas votivas de la
Inmaculada.
POR NICOLÁS DE CÁRDENAS
Fuente: ACI