El 22 de noviembre la Iglesia Católica celebra la fiesta de Santa Cecilia, una de las mártires más reconocidas en la historia del cristianismo.
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Crédito: Francesco Francia / Wikipedia: Dominio público |
Durante
la persecución romana, los cristianos solían enterrar a sus familiares y amigos
fallecidos en catacumbas para luego visitar sus restos en el aniversario de sus
muertes.
Sin
embargo, con el tiempo los derrumbes hicieron que visitar las catacumbas fuera
peligroso y la ubicación exacta de muchos cristianos quedó en el olvido.
Historia
de las Catacumbas de Roma
El
31 de mayo de 1578, los trabajadores de Vía Salaria Nuova encontraron una de
estas catacumbas mientras excavaban una piedra volcánica conocida como
puzolana.
Este
descubrimiento reveló sarcófagos, inscripciones y pinturas de escenas del Antiguo
y Nuevo Testamento.
Este
evento causó sensación en Roma. Sin embargo, intensificó uno de los mayores
puntos de discordia entre católicos y protestantes: la veneración de imágenes
sagradas.
Los
protestantes solían culpar a la Iglesia Católica de usurpar el título de
verdaderos cristianos y de insertar prácticas que consideraban paganas, como la
veneración de imágenes.
El
descubrimiento de una catacumba llena de arte sacro deleitó a los apologistas
católicos y desconcertó a sus oponentes protestantes.
El descubrimiento también provocó que se iniciara una búsqueda de catacumbas y
un estudio preliminar de estos antiguos lugares de enterramiento cristianos.
Los
primeros hallazgos fueron las catacumbas de Priscila, Valentín, Pedro,
Marcelino y Calixto.
Durante
casi tres siglos, la exploración de las catacumbas fue aleatoria, hasta que un
joven italiano llamado Giovanni Battista De Rossi aceptó un puesto en la
Biblioteca del Vaticano, donde se interesó en especial en la catalogación de
las primeras inscripciones cristianas.
En
1849, mientras examinaba un viñedo en la Vía Apia, De Rossi encontró una
tablilla de mármol con la inscripción incompleta “NELIUS MÁRTIR”. De Rossi
concluyó que el rótulo hacía referencia al Papa San Cornelio, quien murió
mártir en el año 253.
De
Rossi convenció al Papa Pío IX que comprara aquel viñedo para comenzar con sus
excavaciones. Como resultado, De Rossi descubrió la antigua catacumba de San
Calixto.
Entre
otros tesoros, encontró la otra mitad de la losa de la tumba: tenía las letras
"COR" debajo de los restos del Papa Cornelio, y "EP", una
abreviatura de EPISCOPUS, que significa “obispo”.
De
Rossi también encontró una cámara con los huesos de San Cornelio, un cristiano
miembro de una familia rica romana y que fue enterrado junto a otros cristianos
acomodados de la época.
En
esas mismas excavaciones, también fueron descubiertas las tumbas originales de
Santa Cecilia y de San Tarsicio, un adolescente que dio su vida antes que
permitir que una turba pagana profanara el Santísimo Sacramento.
Aunque
lo que más llamó la atención de los arqueólogos, fue el hallazgo de una capilla
donde enterraron a nueve papas de los siglos tercero y cuarto.
Enterado
del encuentro, el Papa Pío IX visitó las catacumbas un 11 de mayo de 1854. Al
llegar, le preguntó a De Rossi: “Así que estas, entonces, ¿son realmente las
lápidas de los primeros sucesores de Pedro, las tumbas de mis predecesores que
ahora descansan aquí?”.
De
Rossi cuenta en sus memorias que el Santo Padre se conmovió hasta las lágrimas
y se puso de rodillas para orar.
Algunas
de las tumbas que descubrió De Rossi se encontraban vacías, debido a que muchas
reliquias habían sido trasladadas a algunas Iglesias por los primeros
cristianos.
Por
ejemplo, los huesos de Santa Cecilia yacen en la hermosa basílica construida
sobre su mansión, y los restos óseos de San Tarsicio fueron colocados en la
Iglesia de San Silvestro in Capite.
En
1853, durante las excavaciones en el Cementerio de Pretextato en la Vía Apia,
el equipo de trabajo encontró una tumba intacta. La losa tenía la inscripción:
“Al alma de la inocente y pura Vibiana, despedida el día anterior a las calendas
de septiembre”.
La
losa tenía tallada una hoja de laurel, símbolo de los mártires cristianos.
Debajo de la loza yacía el esqueleto de una mujer con signo de haber sufrido
una muerte violenta. El Papa Pío IX decidió canonizar a Santa Vibiana.
Una
semana después, el Papa entregó las reliquias de Santa Vibiana al obispo de
Monterrey, California, una diócesis que en aquel tiempo era tierra de misión.
En
la actualidad, las reliquias de Santa Vibiana están consagradas en la Catedral
de Los Ángeles.
Muchas
otras reliquias de mártires cristianos hoy son custodiadas en Estados Unidos.
Las
reliquias de Santa Martura se encuentran en la Iglesia Old St. Mary's en
Cincinnati, Ohio. Las reliquias de un niño mártir, San Cesiano, de 8 años,
fueron un regalo del Papa Pío al obispo de Dubuque, Iowa; las reliquias se
encuentran debajo del altar mayor de la Catedral de San Rafael.
Los
restos de San Bonosa y San Magnus fueron consagrados en la Iglesia de San
Martín de Tours, en Louisville, Kentucky. Las reliquias de los mártires
Concordia, Victoria, Inocencio, Cruser y Rogatus reposan en la capilla de las
Hermanas de la Preciosa Sangre en Maria Stein, Ohio.
De
Rossi nunca imaginó que su descubrimiento sería el primero de una larga lista
de hallazgos de gran valor para los católicos.
En
la actualidad, es una experiencia muy poderosa andar por túneles subterráneos
mal iluminados hasta el lugar donde los cristianos perseguidos de Roma llevaron
sus cuerpos y los enterraron entre una multitud de mártires.
Traducido
y adaptado por Yhonatan Luque Reyes. Publicado originalmente en el National
Catholic Register.