La fidelidad de Eleazar
Dominio público |
I. San Juan Crisóstomo llama a Eleazar “protomártir del Antiguo
Testamento” (Homilía 3, sobre los santos Macabeos). Él era un anciano de
noventa años, que se mantuvo fiel a la fe de sus padres, y prefirió la muerte a
participar en los sacrificios a los dioses griegos que habían remplazado a Yahvé
por orden del rey Antíoco. Amigos le propusieron simular que había comido las
carnes sacrificadas, según el mandato del rey, pero él se rehusó. No quiso dar
un mal ejemplo a los jóvenes que pudiesen decir que se había paganizado con los
extranjeros. La actitud gozosa de Eleazar en el martirio, nos recuerda a
nosotros la fidelidad sin fisuras a los compromisos contraídos en la fe, para
ser leales al Señor, también cuando quizá nos sería más fácil ceder por la
presión de un ambiente pagano hostil, o por una circunstancia difícil que
hayamos de atravesar. El Señor nos hace experimentar el mismo gozo cuando, por
ser fieles a la fe y a la propia vocación, padecemos alguna contrariedad.
II. Sé fiel hasta la muerte –se lee en el Apocalipsis, y Yo te
daré la corona de gloria (5). Ésto nos pide el Señor a los cristianos de todas
las épocas. Con esta promesa, ¿nos vamos a avergonzar de nuestra fe, que tiene
consecuencias practicas en el modo de actuar, en la que muchos quizá o estén de
acuerdo? “Es fácil, -recordaba el Papa Juan Pablo II- ser coherente por un día
o algunos días. Difícil e importante es ser coherente toda la vida. Es fácil
ser coherente a la hora de la exaltación, difícil serlo a la hora de la
tribulación. Y solo puede llamarse fidelidad una coherencia que dura toda la
vida” (6). A veces los obstáculos no llegan de fuera, sino de dentro. La
soberbia es el principal obstáculo de la fidelidad, y junto a ella la tibieza
que hace perder la alegría en el seguimiento de Cristo, e idealiza otras
posibilidades que están al margen del camino que nos lleva a Dios. Otras veces
surge la oscuridad en el alma por la falta de lucha, o bien, Dios la permite
para purificar el alma. Estos obstáculos se salvan si somos dóciles a la dirección espiritual, y si permanecemos cerca del Señor con un trato diario
mediante la oración viva.
III. Muchos, quizá sin saberlo expresamente, se apoyan en
nuestra fidelidad. En lo humano es la lealtad, virtud esencial para la
convivencia, porque inspira confianza y seguridad. Muchas veces se echa de
menos la honradez para cumplir la palabra dada y los compromisos libremente
adquiridos en el matrimonio, en la empresa, en los negocios. En estos momentos
urge que los cristianos –luz del mundo y sal de la tierra- procuremos ser
ejemplo de fidelidad y de lealtad a los compromisos contraídos. Algún día
escucharemos dichosos: Muy bien, siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo;
poco, te constituiré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25,
21-23).