MEDITACIÓN DIARIA: MARTES DE LA SEMANA 33 DEL TIEMPO ORDINARIO

La fidelidad de Eleazar

Dominio público
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: -«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: -«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.» Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: -«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.» Jesús le contestó: -«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido»(Lucas 19,1-10).

I. San Juan Crisóstomo llama a Eleazar “protomártir del Antiguo Testamento” (Homilía 3, sobre los santos Macabeos). Él era un anciano de noventa años, que se mantuvo fiel a la fe de sus padres, y prefirió la muerte a participar en los sacrificios a los dioses griegos que habían remplazado a Yahvé por orden del rey Antíoco. Amigos le propusieron simular que había comido las carnes sacrificadas, según el mandato del rey, pero él se rehusó. No quiso dar un mal ejemplo a los jóvenes que pudiesen decir que se había paganizado con los extranjeros. La actitud gozosa de Eleazar en el martirio, nos recuerda a nosotros la fidelidad sin fisuras a los compromisos contraídos en la fe, para ser leales al Señor, también cuando quizá nos sería más fácil ceder por la presión de un ambiente pagano hostil, o por una circunstancia difícil que hayamos de atravesar. El Señor nos hace experimentar el mismo gozo cuando, por ser fieles a la fe y a la propia vocación, padecemos alguna contrariedad.

II. Sé fiel hasta la muerte –se lee en el Apocalipsis, y Yo te daré la corona de gloria (5). Ésto nos pide el Señor a los cristianos de todas las épocas. Con esta promesa, ¿nos vamos a avergonzar de nuestra fe, que tiene consecuencias practicas en el modo de actuar, en la que muchos quizá o estén de acuerdo? “Es fácil, -recordaba el Papa Juan Pablo II- ser coherente por un día o algunos días. Difícil e importante es ser coherente toda la vida. Es fácil ser coherente a la hora de la exaltación, difícil serlo a la hora de la tribulación. Y solo puede llamarse fidelidad una coherencia que dura toda la vida” (6). A veces los obstáculos no llegan de fuera, sino de dentro. La soberbia es el principal obstáculo de la fidelidad, y junto a ella la tibieza que hace perder la alegría en el seguimiento de Cristo, e idealiza otras posibilidades que están al margen del camino que nos lleva a Dios. Otras veces surge la oscuridad en el alma por la falta de lucha, o bien, Dios la permite para purificar el alma. Estos obstáculos se salvan si somos dóciles a la dirección espiritual, y si permanecemos cerca del Señor con un trato diario mediante la oración viva.

III. Muchos, quizá sin saberlo expresamente, se apoyan en nuestra fidelidad. En lo humano es la lealtad, virtud esencial para la convivencia, porque inspira confianza y seguridad. Muchas veces se echa de menos la honradez para cumplir la palabra dada y los compromisos libremente adquiridos en el matrimonio, en la empresa, en los negocios. En estos momentos urge que los cristianos –luz del mundo y sal de la tierra- procuremos ser ejemplo de fidelidad y de lealtad a los compromisos contraídos. Algún día escucharemos dichosos: Muy bien, siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo; poco, te constituiré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25, 21-23).

 Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Fuente: Almudi.org