La Misa Rorate es una antigua tradición de Adviento que puede ser practicada los días sábados de este tiempo litúrgico
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Misa Rorate en la parroquia St. James the Greater en Dogtown - Crédito: Jeff Geerling / Flickr |
En diciembre
del 2016, el
Papa Francisco dijo que, junto a la oración cotidiana y la
contemplación de la Palabra de Dios, la participación en la Misa Rorate era una
ayuda “para profundizar nuestra fe, abrir nuestros corazones a las necesidades
de los otros y vivir mejor nuestra vocación cristiana”.
Por su parte,
Benedicto XVI comentó en su autobiografía que durante su infancia “en el tiempo
de Adviento, por la mañana temprano, se celebraban con gran solemnidad las
misas Rorate en la Iglesia, aun a oscuras, solo iluminadas por la luz de las
velas”.
“La espera
gozosa de la Navidad daba a aquellos días melancólicos un sello muy especial”,
explicó el hoy Papa Emérito.
La Misa Rorate
de Adviento
El Adviento es
un tiempo de espera por la pronta llegada del Señor en la Navidad. Por eso la
Misa Rorate está llena de símbolos y gestos que ayudan a que los fieles puedan
comprender ese misterio.
La Misa Rorate
se celebra los días sábados de Adviento debido a que la Iglesia Católica dedica
este día a la Santísima Virgen María, quien durante nueve meses esperó llena de
amor el nacimiento del Señor.
El nombre
"Rorate" viene del latín “Rorate caeli” (cielos, lloved), un
tradicional canto
de Adviento que se entona al principio de esta liturgia.
La Misa
comienza antes del amanecer y sin iluminación en el templo. Las únicas luces
contempladas en esta ceremonia son la de los candelabros en el altar y las
velas de los fieles.
La oscuridad
del templo recuerda las tinieblas del mundo antes de la llegada del Señor,
mientras que las pocas luces encendidas simbolizan la lucha de los que quieren
ser fieles a Dios en medio de las sombras.
El final de la
Misa Rorate coincide con la salida del sol. Esto recuerda las palabras del
profeta Zacarías, quien, lleno del Espíritu Santo, dijo que Cristo es “la luz
que nace de lo alto a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras
de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lucas 1, 78-79).