Hakuna es una familia eucarística en la que juntos siguen a Cristo, y aprenden arrodillados ante Cristo Hostia a vivir arrodillados también ante el prójimo, ante la vida y ante el mundo
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Víctor y María, dos jóvenes de Hakuna. Dominio público |
Víctor Córdoba tiene 25 años, y conoce Hakuna
desde hace año y medio, más o menos. Aunque no lleve mucho tiempo, sabe que
está en el sitio donde quiere estar: «Para mi es como una familia
en la que me sé querido y acompañado, y en la que puedo entregarme a los demás
de la manera en la que Dios me lo pide».
«El secreto de Hakuna es volver al
origen, volver a la raíz, recuperar lo esencial, vivir como lo hacían los
primeros cristianos. Nosotros tratamos de buscar y vivir la verdad»,
reflexiona Víctor.
«En un mundo en el que hay tanto
sufrimiento y tanta soledad atrae encontrarse con un grupo de jóvenes que hacen
exactamente lo mismo que tú en todos los ámbitos de su vida pero que de alguna
manera tienen ese brillo en la mirada, disfrutan de la vida y aspiran a
algo más grande», reconoce María Bailly-Baillière.
María tiene 22 años, y lleva viviendo la
carisma de Hakuna desde hace cuatro años: «Cuando conocí Hakuna me di cuenta de
que todavía no había descubierto absolutamente nada de lo que es tener
una relación con Dios, que es mucho más que ir a misa y hacer las
cosas bien».
El testimonio de Pipe
María y Víctor siempre han sido
católicos practicantes. Pero no es el caso de Felipe Álvarez de Toledo.
Pipe –así le conocen todos– tiene 21 años y se convirtió hace año y medio tras
una impactante historia. Su amigo Pablo, que por aquel entonces era un recién
conocido, le invitó a asistir a una Hora Santa –así llaman a la adoración
eucarística– de Hakuna.
«Yo le dije que Dios era para tontos,
que yo era más que eso» recuerda Pipe. Al final accedió a ir, y en aquella Hora
Santa no sintió gran cosa: «No entendía nada. ¿Qué hace tanta gente
aquí reunida un lunes por la noche adorando a un trozo de pan?».
Tras la Hora Santa, Pablo le invitó a
que fuera el domingo a misa con ellos, pero Pipe llevaba sin ir a misa desde la
Comunión y no tenía intención de acompañarles. A finales de semana, antes del
domingo, Pipe tuvo un sueño en el que, estando en la Hora
Santa arrodillado frente al Santísimo, era incapaz de levantarse.
«Cuando me desperté, llamé a Pablo y le dije que iría a misa».
«El lunes siguiente fui voluntariamente
a Hakuna por curiosidad, ya que el sueño me había dejado un poco tocado.
Comenzó la Hora Santa y empecé a llorar. No podía dejar de llorar
mientras miraba al Santísimo. Soy una persona que llora bastante poco y no
entendía qué me pasaba. En ese momento me di cuenta de que ahí había algo»,
narra Pipe.
Comenzó su camino en la fe de la mano de
Hakuna y pasó la Semana Santa en su sede (El Estudio), y cuenta que «salí de
El Estudio siendo mejor persona de la que entré. El ambiente de allí es
como debería ser la vida. Se lleva a la práctica el todos por todos».
De aquella semana volvió con la covid y
contagió a su familia. «Mi tío lo pasó realmente mal. Lo ingresaron y estuvo en
coma varios meses. Yo tenía un sentimiento de culpa que acabó en un problema
de ansiedad crónica. Me dolía el pecho constantemente, no dormía,
no comía. Solo salía de casa para ir a las adoraciones, allí era donde menos me
dolía el pecho. Fueron unos meses muy duros», relata Pipe.
En una de esas Horas Santas, Pipe sintió
mucho dolor en el pecho, se desmayó, lo llevaron al hospital y lo
ingresaron «por parada cardiaca. Me estabilizaron, y al día siguiente me dieron
el alta por ser joven, aunque me advirtieron de no hacer esfuerzos psicológicos
durante unos meses».
Al cabo de un tiempo, su tío despertó:
«Después de tres meses, iba a encontrarme con él. Cuando lo vi no pude parar de
llorar. Pero él me dio las gracias. Hace un año le habían diagnosticado
distintas enfermedades por los malos hábitos y tras esto, se había quedado como
nuevo y había adelgazado 30 kilos. Los médicos no se explicaban cómo
había ocurrido esto. Además, su mujer y él habían recuperado la fe que hace
años habían perdido. Antes de despertarse, mi tío tuvo un sueño en el que Dios le
decía que o valoraba lo importante de su vida –pues dedicaba
mucho tiempo a su trabajo– o se iba con él para arriba. Tras el sueño, se
despertó».
Así, la ansiedad de Pipe se echó a un
lado. Hoy continúa trabajando su relación con Dios, se ha
confirmado y afirma: «Estoy en un momento de mi vida en que no puedo ser más
feliz. Una de las reflexiones que saco con todo esto es que tenemos que confiar
en Dios, Él sabe más. A veces intentamos entender cosas terrenales que en
realidad son divinas».
El carisma de Hakuna
Víctor señala que en Hakuna utilizan
mucho la palabra «pringar» porque pringar es «entregarse, darse, incomodarse,
salir de tu espacio de confort y servir a los demás». De hecho, los
miembros de Hakuna se denominan «pringados».
Además, María asegura que «todo esto es
porque a Dios le ha dado la gana». Ellos siempre dicen que Hakuna
no va del papel a la vida, sino de la vida al papel: «la vida se da, las cosas
van surgiendo en personas concretas, Hakuna nace y forma parte de esa
vida que nos es dada».
«Dios lo que quiere es que vivas donde
estás, que abraces lo que tienes, que le demos plenitud a
todo. Estamos aquí para alcanzar la salvación y podemos
disfrutar del mundo de su mano», añade María.
Por otro lado, Víctor aclara que «somos
personas normales, vivimos lo mismo que todos. Estamos en medio del mundo y en
todo tipo de lugares, pero debemos recordar que venimos y vamos al cielo.
Estamos llamados a ser santos en medio del mundo».
Hakuna All Meeting
Hakuna All Meeting es el encuentro
anual de Hakuna en Roma. Este año se ha celebrado del 28 de octubre al
1 de noviembre y uno de los días, el Papa se unió a ellos para
rezar en la Basílica de san Pedro.
«Este año ha sido mi primera vez y ha
sido una maravilla. Tuvimos el 'regalazo' de ver al Papa, que estaba a nuestra
izquierda rezando con nosotros. Y mucho pudimos hablar con él. Hacía
bromas a todo el mundo», rememora Víctor con una sonrisa.
Para Pipe, las HAM son el sitio donde
mejor se puede vivir el espíritu de Hakuna, allí se ven las distintas
realidades del movimiento. Él también estuvo en el último encuentro y
pudo darle la mano al Papa: «No me lavo la mano desde entonces»
bromea.
María cuenta la sencillez con la que apareció el Papa a la Hora Santa en Roma: «Muchos no se habían dado cuenta de que había estado el Papa. Estuvo como uno más. Nos recordó que lo más importante es rezar».
Laura Estévez
Fuente: El Debate