“En el designio de Dios a través de los tiempos todo encuentra su origen, existencia, meta y fin en Cristo”
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| Misa final del Consistorio presidida por el Papa con los nuevos cardenales y el Colegio cardenalicio en la Basílica vaticana (Vatican Media) |
El Santo Padre
en la misa final del Consistorio recordó a los cardenales que lo sorprendente
del plan de salvación es que Dios nos haya involucrado en su designio. Por
ello, mantener ese estupor salva a sus ministros de caer en la rutina, de
creerse “a la altura” o alimentar la “falsa seguridad” de que son la jerarquía
de una Iglesia grande y sólida.
“En el designio
de Dios a través de los tiempos todo encuentra su origen, existencia, meta y
fin en Cristo”. Esta afirmación centra la homilía del Papa Francisco en la
Santa Misa con los nuevos cardenales y el Colegio cardenalicio al final del
Consistorio, que tuvo lugar ayer tarde en la Basílica vaticana. En especial, a
través de las lecturas escogidas para esta celebración el Santo Padre presenta
el asombro, el estupor de Pablo ante el designio de salvación de Dios (Ef
1,3-14) y el de los discípulos en el encuentro de Jesús resucitado que los
envía a la misión (Mt 28,16-20).
“Dos
escenarios”, como los describió el mismo Pontífice, que son una invitación para
que cada uno de los ministros presentes salgan de la convocatoria cardenalicia
más capaces de "anunciar a todos los pueblos las maravillas del Señor”.
“En Cristo”, eje de la historia de salvación
Al referirse a
la carta de San Pablo a los efesios donde se anuncia el proyecto salvífico de
Dios, Francisco asegura que, “así como permanecemos encantados frente al
universo que nos rodea, de la misma manera nos invade el estupor considerando
la historia de la salvación”. Más aún si se considera que en el himno
paulino con el que se abre la carta la expresión “en Cristo” o “en Él” es el
eje que rige todas las etapas de la historia de la salvación.
“En Cristo
hemos sido bendecidos antes de la creación; en Él hemos sido llamados; en Él
hemos sido redimidos; en Él toda criatura es conducida nuevamente a la unidad,
y todos, los cercanos y los alejados, los primeros y los últimos, estamos
destinados, gracias a la obra del Espíritu Santo, a ser alabanza para la gloria
de Dios”.
Una alabanza
que vive de estupor
El Santo Padre
insiste en que frente al designio de salvación de Dios nos corresponde alabar
al Señor con adoración y gratitud. “Una alabanza – afirma – que vive de
estupor”, que impide caer en la rutina, que se inspira en la maravilla, que se
alimenta de una actitud del espíritu y del corazón: el estupor.
"Quisiera
preguntar a cada uno de nosotros, a ustedes queridos hermanos cardenales, a
ustedes obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, al Pueblo de Dios:
"¿Cómo es tu estupor? ¿Sientes a veces estupor? ¿O has olvidado lo que
significa?"
Este es el
clima, el mismo estupor que sienten los discípulos - como relata el pasaje
evangélico- ante la llamada del Señor a la misión, a hacer que todos los
pueblos sean sus discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo y luego ante la promesa final que infunde esperanza y
consuelo: «Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo»
“Lo que nos
maravilla no es el plan de salvación en sí mismo, sino el hecho —aún más
sorprendente— de que Dios nos involucre en este designio suyo. Es la realidad
de la misión de los apóstoles con Cristo resucitado”.
Una vía de
Salvación
El Papa
admite que esa llamada del Resucitado sigue haciendo vibrar nuestros corazones,
sigue asombrándonos esa “insondable decisión divina de evangelizar el mundo a
partir de ese insignificante grupo de discípulos”. Una maravilla que no es
distinta a la de esos ministros reunidos, hoy, en la basílica, a quienes el
Señor – indica Francisco – ha repetido las mismas palabras.
“Hermanos, este
estupor es una vía de salvación. Que Dios lo conserve siempre vivo en nosotros,
porque eso nos libera de la tentación de sentirnos ‘a la altura’, de alimentar
la falsa seguridad de que la situación actual es en realidad distinta a la de
aquellos comienzos, y de que hoy la Iglesia es grande, es sólida, y nosotros
estamos colocados en los grados eminentes de su jerarquía. Sí, hay algo de
cierto en esto, pero también hay mucho de engaño, con el que el Mentiroso busca
mundanizar a los seguidores de Cristo y hacerlos inocuos”.
Prontos para
servir en su misión
Tras confirmar
que el estupor no disminuye con el pasar de los años, no decae con el aumento
de las responsabilidades en la Iglesia, sino que se refuerza y profundiza,
Francisco recordó que su predecesor Pablo VI en su la Encíclica Ecclesiam
suam supo transmitir ese amor por la Iglesia, “un amor que es ante todo
gratitud, maravilla agradecida por su misterio y por el don no sólo de habernos
admitido, sino de habernos implicado, hecho partícipes, es más, de hacernos
corresponsables”.
“Esto, queridos
hermanos y hermanas, es un ministro de la Iglesia: alguien que sabe
maravillarse ante el designio de Dios y con este espíritu ama apasionadamente a
la Iglesia, pronto para servir en su misión donde y como quiera el Espíritu
Santo”, concluyó el Papa no sin antes desear que sea así para todos los
“queridos hermanos cardenales”.
Vatican News
