Quizás es Dios mismo quien te está pidiendo un servicio para regalarte algo... Una bella reflexión de una madre de familia, Lorena Moscoso
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Jose Eugenio Hoyos |
Cuando era niña mi abuela paterna solía siempre animarme a leer la
oración universal en las misas.
No tendría más de 10 años y aunque dudaba y sentía miedo, nunca la
defraudaba, tomaba la hojita dominical y levantaba la voz.
Hoy veo cómo los catequistas y los coordinadores van insistiendo a
los asistentes a ver si alguien puede leer los salmos, las oraciones, la
primera o segunda lectura, recoger la limosna, y cuánto les cuesta animar a la gente a que
se ponga delante a servir al Señor.
El fin de semana me pasó con uno de mis hijos. Y
me quedé escuchando el sermón que venia muy a la ocasión, decía “la cosecha es
abundante y son pocos los trabajadores”. Pensaba en hacer reflexionar a mi hija
al salir de la misa…
¿Dios mismo te lo está
pidiendo?
Yo también fui de aquellos que dijo
no. Debo admitirlo: dije no y me fui. Le cerré la puerta a Dios en la cara, así
me sentí al llegar a casa.
Un sacerdote me había pedido que catequizara a una mujer adulta
que iba a bautizarse. En aquella pequeña parroquia había escasez de
catequistas, solían preparar a los padres de los niños de primera comunión para
que ellos catequizaran a sus niños. Pero esta vez no había quien se ocupara de
esta mujer.
La verdad es que no me sentía a la altura para
semejante tarea, me sorprendió que el sacerdote me lo pidiera y ante la
sorpresa le dije que no era capaz, y el sacerdote me decía “no te vas a
arrepentir” pero no fue suficiente.
Pero entonces no habría pasado ni media hora y le envié un
mensajito al sacerdote diciéndole que sentí que no era él quien me pedía que me
ocupara de esto, sino Dios y que a Él no podía decirle no.
Una gran recompensa
Volvió a repetir: “no te vas a arrepentir”. Si supieran que con
aquella catequesis fui yo la que bebí de Su palabra como nunca, fui yo la
que aprendí…
¡Cuántos en la historia le dicen no al Señor! ¡Jonás se negó y
escapó de Dios! Moisés se negó porque decía que no podría ponerse delante del
faraón, que él no seria capaz de hablar,… En fin, quién no se siente así.
Solo puedo pensar en algunos personajes de la Biblia que dijeron sí
desde el principio.
Pero de todos, María es la que dio
el mayor sí. La valiente madre de Dios, porque ella le dijo sí a todo,
incluso a permitir que su hijo fuera crucificado por amor a la humanidad.
Qué tareas tan pequeñas se nos encomiendan y tememos y qué
bendición que Dios nos dé la oportunidad de servirlo, aunque
sea en lo más pequeño.
Sé que cada servicio será siempre recompensado de
maneras que ni imaginamos, incluso aquello que no hayamos hecho por voluntad.
¿No te consideras a la
altura?
No creo que seamos dignos de servirlo, no somos
dignos ni de barrer el polvo de su Templo y estar en su
presencia.
Pero Dios se sirve de nosotros para que participemos con
Él en tan grande sacrificio. Para que Él pueda venir a nosotros en su Palabra y
en Su carne.
Dios en Cristo se hace presente absolutamente en la Santa Misa y
ahí nosotros, tratando de proclamar dignamente, de no tropezar al recoger la
limosna, de no perder la nota mientras cantamos y cuántas veces le fallamos…
En otra ocasión, recuerdo que una monjita me hacía señas para que
recogiera la limosna, tampoco quería hacerlo.
Hoy pienso que si no recojo la limosna cuando es necesario, quizás
el templo de Dios sufrirá carencias, así que lo hago, es
necesario.
Y cuando me toca subir a leer voy pidiéndole al Espíritu Santo que
camine conmigo, en las palabras, en la oración. Para que pueda hacerlo
dignamente porque se trata de proclamar la palabra de Nuestro Dios, de tocar
con los labios la historia de nuestra fe y la historia de Su amor por nosotros.
Nosotros, hombres indignos sirviendo a un Dios tan grande y
maravilloso.
Con alegría y
agradecimiento
Por eso en esta ocasión quiero animarte a que, si alguna vez
alguien se aproxima para pedir que puedas servir en la misa, y no tienes
impedimento, lo hagas con alegría y
procurar hacerlo con la dignidad que Dios se merece.
En principio decir Sí, que la tarea que se te ha encomendado es mucho
menor que cualquiera que Dios les haya pedido a sus profetas, recuérdalo. Por
ello, agradece en tu interior y prepárate.
Lorena Moscoso
Fuente: Aleteia