Saludo a una de las religiosas presentes en la audiencia
A las
superioras generales de las congregaciones religiosas femeninas que forman
parte de la 22 Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras
Generales, la UISG, el Papa habló sobre la autoridad del servicio. La
contribución para el sínodo: hacer emerger también las preguntas incómodas.
En
la mañana de este jueves 5 de mayo el Santo Padre se dirigió, en el Aula Pablo
VI, a las aproximadamente 900 participantes de la Asamblea Plenaria de la Unión
Internacional de Superioras Generales, la UISG, en curso en Roma en forma
presencial del 2 al 6 de mayo y en forma virtual. El Pontífice entregó el texto
preparado, un extenso discurso en español, en el que la atención se centró
sobre dos escenas bíblicas: Jesús que lava los pies a Pedro en la última cena y
María Magdalena que experimentó una gran liberación en su encuentro con Jesús.
No obstante las fragilidades, reposicionarse a los
pies de la humanidad y servir
Pedro
debió cambiar de mentalidad, dejándose servir; Magdalena fue elegida como
apóstol no obstante su historia pasada. De estas dos contemplaciones, vuelve la
necesidad hoy de perseverar en la actitud de servicio y escucha mutua para la
plena comunión eclesial.
La
Iglesia aprende de su Maestro que, para poder dar su vida sirviendo a los
demás, está invitada a reconocer y acoger su propia fragilidad y, a partir de
ahí, a inclinarse ante la fragilidad de los demás.
En
esta perspectiva, la recomendación es vivir la autoridad como servicio. El Papa
no rehúye considerar los aspectos de fragilidad relativos a la vida consagrada
y a las vocaciones religiosas -reducción numérica, obras y relevancia social,
abandono-, pero asume e invita a adoptar una visión positiva e impetuosa. Luego
afirma que convertirse en siervos no se trata de servidumbre.
“Abajarse no es replegarse sobre las propias heridas e
inconsistencias, sino que abre a la relación, a un intercambio que dignifica y
sana, como a Pedro, y del que parte un nuevo camino con Jesús.”
En
esencia, Francisco escribe que se necesita reposicionar a los pies de la
humanidad, donde se crea un verdadero espacio teológico. Esta misma actitud
será una fuente de alegría y crecimiento. "Porque es desde ahí, desde
abajo, que cada uno de nosotros puede releer nuestro carisma y nuestra
historia". El Papa insiste en la invitación a no tener miedo de buscar
nuevos ministerios y nuevas formas de ejercer evangélicamente la autoridad.
“Que no sea una búsqueda teórica e ideológica —las
ideologías mutilan el Evangelio—, sino una búsqueda que parta del acercamiento
a los pies de la humanidad herida y del caminar al lado de las hermanas y los
hermanos heridos, comenzando por las hermanas de sus comunidades.”
"No
tengáis miedo de vuestra vulnerabilidad", repite el Papa a las Superiores,
invitándolas a participar activamente en el proceso sinodal, enriqueciendo así
a la Iglesia con sus propios carismas, pero sobre todo activando el trabajo
sinodal dentro de su propia vida comunitaria. Porque, como volvió a subrayar en
su discurso a las religiosas, el camino es ser constructores de comunión,
tejedores de relaciones.
Es
una oportunidad para escucharse unas a otras, para animarse unas a otras a
hablar con parresia, para hacerse preguntas sobre los elementos esenciales de
la vida religiosa hoy. También para dejar emerger preguntas incómodas. No teman
su propia vulnerabilidad, no tengan miedo de presentarla a Jesús.
Francisco también subraya la urgencia del ministerio
de acompañamiento, en el que los laicos también pueden participar en las
espiritualidades encarnadas por los diferentes Institutos. "Un hermoso
signo de esta renovación sinodal debe ser el cuidado mutuo", vuelve a
exhortar el Papa Francisco, pensando en particular en las congregaciones
pequeñas o en las que están en declive hasta el punto de ser difícilmente
sostenibles. Pero lo importante -concluye- es poder dar siempre una
respuesta fiel y creativa al Señor.
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