La pareja ecuatoriana vivió el profundo sacramento del matrimonio, y después de esta gran bendición, sus vidas cambiaron por completo. Ahora están criando a sus hijos de una manera que está conectada con la Creación de Dios en todo momento
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Tuvimos dos gracias increíbles apenas nos casamos: irnos de misión
por un año a Nueva Zelanda, y luego poder vivir por más de un año y medio en
una comunidad de monjes contemplativos en México.
Durante estas experiencias es donde comenzó todo: nuestra profunda
conversión para ser más humanos, más verdaderos, más reales, y para ser
verdaderamente cristianos.
"La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de
entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y
contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo”
(LS 222).
Repensando nuestras vidas
Cuando regresamos a Ecuador hace algo más de tres años, nos
replanteamos nuestra vida, lo que queríamos enseñar a nuestros hijos y nuestras
prioridades como familia.
Decidimos que lo más importante era el tiempo que podíamos dedicar
a nuestros hijos y a Dios, así que tomamos el camino del emprendimiento,
buscando siempre un verdadero desarrollo integral (LS 185) y esa forma
alternativa de entender la calidad de vida.
“En toda discusión acerca
de un emprendimiento, una serie de preguntas deberían plantearse en orden a
discernir si aportará a un verdadero desarrollo integral: ¿Para qué? ¿Por qué?
¿Dónde? ¿Cuándo? ¿De qué manera? ¿Para quién? ¿Cuáles son los riesgos? ¿A qué
costo? ¿Quién paga los costos y cómo lo hará? En este examen hay cuestiones que
deben tener prioridad” (LS 185).
Perder "lujos" pero ganar mucho más
Nuestra vida se simplificó mucho. Perdimos lo que algunos
llamarían "lujos", pero ganamos un profundo sentido. Dejamos de
buscar ganancias y, en cambio, buscamos frutos en el amor.
Poco a poco empezamos a comprender que si se enseña a un niño a
respetar una plantita, a admirar un conejo o a dejarse tocar por su hermanito,
el niño albergará paz y respeto por la Creación de Dios.
Empezamos a darnos cuenta de que si conseguíamos que nuestros
hijos estuvieran en contacto con la naturaleza, entenderían que la vida moderna
no significa tener grandes centros comerciales o industrias, sino tener acceso
a ríos limpios, poder ver una montaña y llegar a contemplar una puesta de sol
sobre el mar.
"La contemplación es tanto más eminente cuanto más siente en
sí el hombre el efecto de la divina gracia o también cuanto mejor sabe
encontrar a Dios en las criaturas exteriores" (LS 233).
Redefinir el "modernismo", enamorarse de la naturaleza
El modernismo no equivale a poder comprar todo lo que queremos,
sino a conocer a quien cultiva nuestros alimentos. Qué lujo es no comprar
comida procesada o cara, sino salir a cosechar nuestros propios alimentos.
Poco a poco nos dimos cuenta de que si valoras la naturaleza y las
cosas sencillas de la vida, que existían antes que nosotros y que existirán
después, la vida se vuelve mucho más alegre y cobra un nuevo sentido.
Dejamos la ciudad y nos trasladamos al campo, donde plantamos
nuestros alimentos poco a poco y buscamos para nuestros hijos el contacto con
la realidad, con la naturaleza, con la verdad y con la belleza.
Todo esto lo hacemos cada día porque es necesaria una experiencia
real para que la conversión se dé en lo más profundo del corazón. No basta con
escucharlo, verlo en Internet o leerlo; hay que vivirlo.
"Debemos examinar nuestras vidas y reconocer las formas en
que hemos dañado la creación de Dios a través de nuestras acciones y nuestra
falta de acción. Tenemos que experimentar una conversión, o un cambio de
corazón" (LS 217).
Esta historia fue producida a través de una asociación con el
Movimiento Laudato Si', que sirve a la familia católica en todo el mundo para
convertir la encíclica del Papa Francisco Laudato si' en acción por la justicia
climática y ecológica. Para saber más sobre el Movimiento Laudato Si', síguelos
en Instagram @movimientolaudatosi. Para saber más sobre Giuliana, Mateo y su
familia, síguelos en Instagram @the3wisdom y @little.ec.family.
Por Giuliana Maldonado y Mateo García
Fuente: Vatican News