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Siempre
puedo decidir qué hacer ante la vida. Puedo dejar pasar lo que me rodea sin
darle importancia.
Puedo
esquivar el esfuerzo que conlleva detenerme a pensar en lo que está pasando
ante mis ojos.
Lo
que pienso, lo que está en mi imaginación, presiona con fuerza para hacerse
vida. Los pensamientos son creativos, mis ideas.
La
idea que tengo de la vida empuja para hacerse visible. Mi pensamiento
construye.
Imagino
una casa que un día se levanta delante de mí. Puedo pensar o no pensar.
Puedo
invertir tiempo mirando en mi corazón o dejar que la vida siga su curso sin
esforzarme en cambiar las cosas que pasan.
Ante
un problema puedo hacerle frente o evitarlo. Dejárselo a otro para que lo resuelva.
Y esconderme para no asumir la responsabilidad de mis actos, crear una historia y ver cómo se
concreta.
Puedo
inventar un personaje y ver que se parece a mí o soy yo mismo. Tratar de
resolver la vida en la encrucijada en la que me encuentro o no hacerlo. Está en
mis manos.
Pensar, sentir y actuar están muy relacionados
Tengo
poder para pensar o no pensar.
A
veces es más fácil seguir caminando sin darle muchas vueltas a los problemas de esta vida.
Hay
personas resolutivas que actúan sin pensar demasiado. Quieren
solucionar los problemas y no dejarlos en visto.
Hay
otros que se asustan ante las contrariedades del camino y no quieren
enfrentar sus propios sentimientos, sus pensamientos.
Las emociones que
tantas veces me conmueven no surgen de la nada. Van precedidas por la
interpretación que hago en mi mente de las cosas que me van pasando.
Los
actos, los hechos aparentemente objetivos, están asociados con sentimientos. Una
misma realidad puede despertar en otros sentimientos opuestos. Depende de cómo
son interpretados y de las expectativas del que lo observa.
Cuántos errores por no pensar lo suficiente…
Soy
creador de mi propia realidad. Si no pienso, la realidad surgirá desde
la neblina de mi mente.
Cuando
pienso y decido lo que quiero que sea mi vida acabaré creando un mundo mejor.
Si
no lo pienso, iré a la deriva.
No sabré lo que quiero de mí. Responderé a las expectativas del mundo.
Creeré que es Dios que no me da lo que deseo.
¡Cuántas
estupideces he podido hacer en mi vida por no pensar demasiado!
No
pienso en lo que quiero y acabo haciendo aquello que no me conviene, no me hace
bien o mata mi alma.
Es necesario activar el pensamiento
Los
malos hábitos que adquiero, las conversaciones que nunca tengo y mi pasividad
van dejando morir una relación, las omisiones que suceden por no hacer nada.
No
planifico, no deseo, no expreso lo que quiero, no miro hacia delante haciendo que mi horizonte sea ancho.
Simplemente
me dejo vivir. Dejo que la vida me lleve donde quiera. No enfrento los problemas tratando de encontrar
una solución.
Dejo
muchos mensajes sin contestar porque no me da la vida. No
logro responder a todas las expectativas.
Dejo
de cuidar lo importante porque lo urgente acaba teniendo más fuerza. Siento que soy vivido en lugar de tomar
las riendas de mi vida.
Mi
pensamiento, lo que deseo para mí, la expresión de mis sueños más secretos y
verdaderos es fundamental.
Puedo saber mucho
Tengo
que usar ese don que Dios me ha dado. Me ha dado una capacidad única para
entender e interpretar lo que Dios quiere para mí. Decía Marcos Abollado:
«Dicen que tal como haces una cosa lo haces todo. No hay reglas, no hay nada correcto. Piensa en lo que tú quieres en lo profundo de tu ser. Puedes ser tú mismo. Suelta las expectativas de los demás».
Quiero
pensar, profundizar en mi alma, descubrir lo que hay dentro de
mí. Puedo ser más de lo que ahora soy. Puedo ser más libre, más creativo, más
original.
No
tengo que responder a todas las expectativas que el mundo tiene. Ni a todas las
llamadas y peticiones. No estoy obligado. Si no lo hago no estoy pecando.
Tengo
que ver lo que de verdad quiere Dios de mí. No todo lo que me piden
viene de Dios.
Quiero interpretar
esas voces en un ejercicio de discernimiento que me sana por dentro.
Detenerme, ser consciente
Soy libre para
decidir. Lo que Dios quiere es que sea pleno, feliz y logre que los demás
también lo sean.
Corriendo
de un lado a otros no voy a llegar a sanar a todos los enfermos, a solucionar
todos los problemas y cubrir todas las necesidades.
Pensar
en mi camino, en lo que quiero, en lo que Dios quiere, me hace ser más consciente de
la vida que estoy viviendo.
Este
tiempo de cuaresma es una oportunidad para detenerme y pensar.
Mirar hacia dentro y entregarle a Dios lo que me inquieta, lo que sueño, lo que
deseo.
Y
sentir su abrazo y confianza. Las creencias que elijo determinan mis
pensamientos y mis actos.
Carlos
Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia