Las palabras de Francisco a la Iglesia de Malta y esa frase repetida siete veces
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Viaje apostólico a Malta (Vatican Media) |
Ante las tres
mil personas que se congregaron frente al santuario de Ta' Pinu, en la isla
maltesa de Gozo, a última hora de la tarde del sábado, el Papa Francisco habló
sobre lo esencial de la fe. Y llamó la atención su elección de añadir al texto
preparado la frase: "La alegría de la Iglesia es evangelizar".
Francisco no lo repitió sólo una vez, sino siete veces. Al final de cada
párrafo repitió que esa es la alegría de la Iglesia, evangelizar. Es Evangelii
gaudium, la exhortación de noviembre de 2013, que representa la hoja de ruta de
su pontificado.
Volver a los
orígenes, explicó Francisco, no es una vaga idea de inmersión improbable en un
pasado remoto, ni la idealización de épocas que no volverán. Volver a los
orígenes significa volver a lo esencial, es decir, recuperar el espíritu de la
primera comunidad cristiana, volver al corazón de la fe. Y el corazón de la fe
es la relación con Jesús y el anuncio de su Evangelio a todo el mundo. Esto, y
sólo esto, es lo esencial.
Por tanto, la
preocupación de la Iglesia no puede ni debe ser la del prestigio de la
comunidad y de sus ministros, no puede ni debe ser su influencia social, es
decir, "contar", ser "relevante" en el escenario mundial,
en la sociedad, en los lugares de poder. No puede ni debe ser la búsqueda de
espacio y atención. Tampoco puede ser el refinamiento del culto, las ceremonias
perfectas que corren el riesgo de convertirse en lo que Joseph Ratzinger llamó "un
teatro vacío". La preocupación por el anuncio y el testimonio, el intento
de encontrar todos los medios posibles para que los hombres y mujeres de
nuestro tiempo se encuentren con Jesús vivo, esto es lo que movía a los
discípulos del Nazareno y lo que mueve a los que dan testimonio del Evangelio
hoy. Porque la alegría de la Iglesia es evangelizar, es decir, difundir la
alegría del mensaje cristiano.
Es
significativo que nueve años después de su elección como Obispo de Roma,
Francisco vuelva a retomar la Evangelii gaudium, su mensaje más importante
y menos comprendido. Un mensaje que ha encontrado resistencia, pero que también
se ha arriesgado y corre el riesgo de convertirse en un eslogan por parte de
quienes repiten acogerlo. De este modo, incluso el anuncio del Evangelio acaba
siendo enjaulado en el aparato, para ser encajado en las estructuras y
estrategias del marketing religioso. Incluso el camino sinodal que el Papa
deseó con fuerza para toda la Iglesia no está exento de este riesgo, el de ser
"normalizado" en las burocracias eclesiásticas en lugar de ser
riesgo, apertura, escucha de todos para un renovado impulso misionero.
Existe una
prueba de fuego, explicó Francisco, para verificar la eficacia con la que la
Iglesia está impregnada del espíritu del Evangelio. Es la acogida, la libre
acogida del sufrimiento. A los fieles de Malta, isla que ha sido "puerto
seguro" durante siglos, y lugar de desembarco donde llegó San Pablo y
donde los primeros cristianos fueron tratados "con rara humanidad",
el Papa les recordó: "No podemos acogernos sólo entre nosotros, a la
sombra de nuestras hermosas Iglesias, mientras fuera tantos hermanos y hermanas
sufren y son crucificados por el dolor, la miseria, la pobreza y la
violencia". Estas palabras se hacen eco de las del padre de la Iglesia,
San Juan Crisóstomo, que en uno de sus famosos sermones decía: "¿Queréis
honrar el cuerpo de Cristo? No permitas que sea objeto de desprecio en sus
miembros, es decir, en los pobres, que no tienen ropa para cubrirse. No le
honréis aquí en la iglesia con paños de seda, mientras fuera le descuidáis
cuando sufre frío y desnudez". Hoy, como hace dos mil años, la misma
prueba de fuego.
Andrea
Tornielli
Vatican News