Sor María José de la Preciosísima Sangre de Jesús, religiosa de la Congregación de las Clarisas en Cleveland, es la heroína que tras donar su riñón a un extraño, también contribuyó a que otra joven religiosa enferma salve su vida.
| Sor Jacinta y Sor María José. Crédito: Jerri Donohue / National Catholic Register |
La religiosa trabajaba
como enfermera en 1995 cuando decidió ingresar al mismo monasterio donde
comenzó la vocación religiosa de la Madre Angélica, fundadora de Eternal Word
Television Network.
Sor
María José abrazó la misión de penitencia y adoración perpetua del Santísimo
Sacramento de las Clarisas, y se dedicó a ser enfermera de su comunidad
religiosa. Durante su servicio se enteró que la monja más joven del convento,
sor Jacinta del Inmaculado Corazón de María, estaba muy enferma y necesitaba
con urgencia un nuevo riñón.
Sor
Jacinta comenzó a manifestar su enfermedad desde 2019. Al ser hospitalizada se
enteró que padecía la enfermedad de Berger, un mal renal autoinmune. Tras meses
de evaluaciones, se determinó que debía recibir un trasplante de riñón y la
ingresaron en la lista de espera para obtener el órgano de un donante
fallecido.
La
espera podía ser larga y llegar muy tarde, pues según la Administración de
Recursos y Servicios de Salud (HRSA), una agencia del Departamento de Salud y
Servicios Humanos de EE.UU., cada día mueren 17 estadounidenses que esperan
trasplantes de órganos. Además, más de 106 mil pacientes esperan pulmones,
hígados y otros órganos sanos; y la mayor demanda es de riñones.
Fue
así que la enfermera que atendió a sor Jacinta les dijo que se podía hacer el
trasplante antes si hallaban un donante vivo adecuado. Como sor Jacinta es de
Bangladesh y ninguno de sus parientes vivía en Estados Unidos, sor María José
se ofreció a donarle su riñón. “Lo haría por una hermana biológica”, dijo.
“Bueno, somos hermanas en Cristo”, agregó.
Sin embargo, su tipo de sangre resultó incompatible con el de sor Jacinta; pero
surgió una nueva opción: Sor María José podría donar su riñón a un extraño y
con ello abrir la oportunidad para que otra persona, que sí sea compatible,
pueda ser el donante que sor Jacinta necesitaba.
La
coordinadora de donantes vivos del Centro Médico de los Hospitales
Universitarios de Cleveland señaló que el hospital está asociado con el Registro
Nacional del Riñón (NKR), que ofrece un programa de donación avanzado.
Explicó
que el NKR “permite que un donante vivo de riñón” entregue su órgano “antes de
que el paciente receptor previsto esté listo para el trasplante”. Cuando el
receptor ya está listo, “se activa en el programa NKR y se le empareja con un
donante vivo de algún lugar de los EE. UU.”, agregó.
Según
el Catecismo de la Iglesia Católica, “los trasplantes de
órganos son conformes a la ley moral si los peligros y riesgos físicos y
psíquicos para el donante son proporcionados al bien buscado para el receptor”.
No obstante, la Iglesia condena la compra o venta de órganos.
La
Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. indica que “el trasplante de
órganos de donantes vivos es moralmente permisible cuando la donación no
sacrificará, ni perjudicará gravemente ninguna función corporal esencial”.
Además, señala que “se debe respetar la libertad del posible donante, y este no
debe obtener ventajas económicas”.
Los
médicos determinaron que sor María José viviría una vida normal con un solo
riñón. Fue así que inició su proceso de solicitud que implicó “numerosas
pruebas médicas y extracciones de sangre”, así como “una clase virtual para
donantes”. Luego, el trabajador social y el defensor del paciente confirmaron
que la monja tomó la decisión de donar su riñón con libertad.
En
diciembre de 2020, cuando sor Jacinta había llegado a la etapa final de la
insuficiencia renal, se enfermó de COVID-19 junto a otras ocho monjas del
convento. Así que la eliminaron de la lista de espera de trasplante, pero la
reinscribieron dos meses después de dar negativo al virus. Sor María José cuidó
a las monjas y llevó a sor Jacinta a sus diálisis.
El
13 de abril de 2021, sor María José se sometió a la cirugía de trasplante de
riñón y optó que sea de forma anónima. “Pensé, 'mejor dejarlo en manos de
Dios'”, dijo. Si bien ella no sabe nada de esta persona, supo que la operación
fue un éxito. “Fue muy agradable cuando una enfermera me dijo que todo iba bien
después de recibir mi riñón”, señaló.
Al
poco tiempo, el 2 de junio de 2021, sor Jacinta recibió un riñón de otro
donante anónimo fuera del estado. Los médicos dijeron que necesitará tomar
medicamentos toda su vida, pero estiman que el nuevo riñón le servirá por unos
20 años. Hoy en día, la religiosa continúa orando por el donante. “¡Estoy tan
agradecida! Lo estoy haciendo bien”, dijo.
Las dos religiosas, hoy recuperadas, esperan con ansias celebrar el próximo
centenario de su monasterio, pospuesto por la pandemia del COVID-19.
El
gesto de sor María José y del donante anónimo de sor Jacinta es un acto de
“heroísmo cotidiano” que el Papa San Juan Pablo II destacó en su
encíclica Evangelium Vitae.
“Más
allá de casos clamorosos, está el heroísmo cotidiano, hecho de pequeños o
grandes gestos de solidaridad que alimentan una auténtica cultura de la vida.
Entre ellos merece especial reconocimiento la donación de órganos, realizada
según criterios éticamente aceptables, para ofrecer una posibilidad de curación
e incluso de vida, a enfermos tal vez sin esperanzas”, escribió.
A
los católicos que consideran ser donantes de órgano, sor Jacinta les dijo: “Es
el mayor regalo que él o ella le está dando a una persona: es darle otra
oportunidad”.
Por
su parte, sor María José, que todavía reza por el extraño que recibió su riñón,
dijo que su recuperación fue lenta por ser “una cirugía mayor”, pero que valió
la pena hacerlo.
“No
es algo para tomar a la ligera; pero vale la pena el paso que di. Es una
oportunidad maravillosa para prolongar el regalo de la vida”, concluyó.
POR CYNTHIA PÉREZ
Fuente: ACI