Peter Infanger fue ordenado a los 65 años, dos años después que Andrew, el menor de la familia
| Después de la ordenación de su hijo y la pérdida de su mujer, Andrew Infanger descubrió que también él era llamado por Dios |
"Soy
Peter Infanger, recién ordenado sacerdote y padre del
sacerdote Andrew". Con estas palabras, Peter y Andrew, que son padre e
hijo, comienzan su relato a la diócesis de Joliet de un fenómeno que aunque
siempre se ha contemplado dentro de la Iglesia, nunca ha sido nada
común: padres e hijos sacerdotes.
Andrew,
de 34 años, es actualmente párroco en Santa Francisca Cabrini en Wisconsin
(Estados Unidos) y explica que su historia fue guiada por la sencillez de la admiración
por el sacerdocio que le acompañó desde la infancia.
"Nunca
quise serlo, pero después de pasar un año viviendo y trabajando en una
parroquia fue como si Dios moviese mi corazón y escuchase su llamada",
menciona. Concluidos sus estudios en el seminario, fue ordenado en 2018.
Siguiendo
el camino del mundo
La
historia que llevó a Peter, su padre, de una vida dedicada al
marketing, a su mujer y sus dos hijos al sacerdocio es notablemente
más larga.
Todo
comenzó con un "despertar espiritual" a los 34 años, tras
un complejo periodo marcado por los problemas en el hogar, el trabajo y su
separación. Recuerda aquel momento como "el más oscuro" de su vida,
consciente de que comenzó al "haber estado siguiendo el camino del
mundo" al margen de su fe.
"El
trabajo, puede ser un dios voluble si no tienes claro el orden de prioridades -menciona
a Dios primero, seguido de su esposa, la familia y el trabajo-. Sabía que
acabaríamos teniendo problemas, y eso fue lo que pasó", recuerda.
Un
reencuentro con Dios y su familia
Tras
la separación, "mi primo vino a mi lado y me presentó a un Dios
que conocía mi nombre, que tenía un plan para mí y me amaba más de lo
que se puede decir con palabras", recuerda. Muchos amigos y conocidos le
aconsejaban el divorcio, pero su familiar enseñó a Peter cómo rezar y leer la
Biblia y acercarse a Dios.
Más
tarde se referiría a aquel acercamiento a la fe como uno de los medios que usó
Dios para restablecer su matrimonio: "Mi esposa, mi hijos y yo nos
volvimos a juntar y crecimos en el Señor".
Desde
aquel "despertar espiritual", Peter comenzó a tener una fuerte necesidad
de dedicarse más a Dios y a la transmisión del Evangelio, hasta el punto de
querer renunciar a su trabajo para dedicarse a la fe "a tiempo
completo".
"Mi
esposa era ama de casa y no quería que renunciase a mi trabajo, así que acepté
seguir dedicándome al marketing durante los siguientes 28 años. Parte
del significado del matrimonio y de ser cristiano es renunciar a tu voluntad,
y eso es lo que me pidió Jesús que hiciera durante ese tiempo", explica.
De
la pérdida al seminario, con 59 años
Peter
estaba cerca de su esperada jubilación cuando un repentino cáncer de
mama golpeó duramente a su mujer, que falleció poco después de conocer
el diagnóstico.
"¿Por
qué estoy aquí? ¿Dónde iré después de todo? ¿Qué quiere Dios de mí?"... La
muerte de su mujer le hizo replantearse las grandes preguntas en torno a su
vida, y vio un buen momento para que su vida laboral tomase una orientación más
equiparable con su fe.
Cuando
habló con su hijo Andrew, que entonces ya estaba en el seminario, este le
sugirió que enfocase sus planteamientos de vida de manera opuesta. "¿Por
qué no piensas primero en tu vocación y luego en tu trabajo?", le
preguntó.
Peter
llevaba un tiempo planteando su vocación y aquella pregunta fue el
impulso definitivo que le hizo ver el sacerdocio como una posibilidad.
A
sus 59 años, Peter Infanger comenzó sus estudios en el seminario,
donde pudo profundizar "desde la otra cara de la moneda" en sus conocimientos
sobre el matrimonio.
Padre
e hijo, sacerdotes
"Ojala
hubiera sabido todo esto cuando estaba casado", expresó Infanger.
"Siento que Dios me ha dado la oportunidad de redimir los errores que
cometí en la primera mitad de mi vida, y estoy muy feliz de que al fin me haya
dado algo de humildad", comenta.
Siete
años después, el pasado 2020, Peter fue ordenado sacerdote acompañado
por su hijo.
"Para
mí es solo mi padre y me alegro de que sea sacerdote, pero es como si
nada hubiera cambiado", admite su hijo Andrew. "He crecido con
él y escuchado cada una de sus homilías. Sé que podría, pero a menos que
sea una emergencia no me confesare contigo", bromea.
Pese
a que el suyo es un caso particular, Peter afirma que cada vez son más las
"vocaciones familiares" en las que "muchas personas que están en
el seminario tienen un padre diácono o que está pensando serlo".
Peter
está agradecido a Dios por cada una de las experiencias de su vida y confía en
que "Él usa todo lo que hacemos para promover su reino. Espero
que mi experiencia de 34 años casado y con hijos me ayude a guiar a las
familias, estoy ansioso por ayudar y ser parte del plan para promover
el reino de Dios", concluye.
J.M. Carrera
Fuente: ReL