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La religiosa
colombiana, en libertad desde octubre de 2021, habló con Aleteia de su
experiencia tras ser liberada y manifestó que quiere seguir siendo misionera a
pesar del calvario que tuvo que atravesar
“Dios me dio la
oportunidad de vivir, mi vida está en sus manos y oro constantemente mientras
llega el momento de volver a misionar”.
Con total
convicción y reafirmando su vocación, la hermana Gloria Cecilia
Narváez dijo a Aleteia que desea continuar sirviendo a los más
necesitados. Esto puede ser en cualquiera de los países donde está presente su
congregación, las Franciscanas de María Inmaculada.
“El Señor me
dio esta valentía para mantener la esperanza a pesar de las cadenas, el
silencio y la soledad que viví durante mi secuestro. Definitivamente las
oraciones me sostuvieron”, aseguró.
El 7 de febrero
de 2017, mientras cumplía una misión en la aldea de Karangasso (Mali,
África), la religiosa colombiana fue secuestrada por un grupo yihadista
vinculado a Al Qaeda.
Gracias a su
fe, y a las oraciones, Gloria Cecilia soportó cuatro años y ocho meses de
cautiverio en el desierto africano, hasta que fue liberada el 9 de octubre de 2021. Han transcurrido
cuatro meses desde que recuperó la libertad. Durante ese tiempo volvió a su
país, se reencontró con su familia, sus amigos y sus hermanas de
comunidad.
Amor a la
Eucaristía
La hermana
Gloria Cecilia es tranquila. Ella habla de forma pausada y no se cansa de
agradecer a las miles de personas que, incluso sin conocerla, clamaron por su
liberación mientras ella sufría las inclemencias del desierto.
Aleteia habló
con ella hace pocos días. Lo hizo mientras visitaba a sus primos en el
municipio de Buesaco (Nariño)
en el suroccidente de Colombia, muy cerca de la vereda El rosal del monte,
donde nació.
Carmen
Esperanza Cabrera, una de sus primas, contó que en el pueblo la recibieron con
una alegría inmensa:
“Se la llevan
de un lado para el otro, todos quieren verla y el día se hace corto. La emoción
de nosotros es grandísima, ella es un testimonio de vida, un milagro de Dios”.
La religiosa
llegó a Colombia después de pasar varias semanas en Italia, donde saludó al
papa Francisco. Allí también se encontró con el sacerdote Pier Luigi
Maccalli que estuvo secuestrado por la misma época en África. También con
dos de las tres monjitas que la acompañaban al momento del secuestro, las
colombianas Sofía y Clara, mientras que Adelaide continúa en Benin.
Una vez en
Pasto (capital del departamento de Nariño) volvió al Santuario Eucarístico
de Maridiaz, a cargo de las Franciscanas de María Inmaculada. Lo que más
felicidad le ha dado ha sido, precisamente, volver a recibir la Eucaristía:
“Ha sido algo
grandioso, cada vez la recibo con más fervor. Me hacía mucha falta, aunque en
la arena del desierto yo dibujaba un cáliz, un sagrario y una velita y para
unirme espiritualmente a mis hermanas, en un acto de fe, repetía la diariamente
la misma plegaria: ‘Es justo y necesario darte gracias aquí, en todo momento y
en todo lugar, a ti Padre Santo… ‘”.
Escribe para
sanar el alma
Además de
compartir con su gente y atender numerosas invitaciones, la hermana Gloria ha
disfrutado los platos típicos de su región y se ha emocionado al escuchar las
canciones del folclor local. También manifestó que no deja de admirarse y
disfrutar de la naturaleza, especialmente de las numerosas fuentes de agua en
el campo, a diferencia de la sequía y la sed que soportó durante el cautiverio.
A pesar de
todas estas bendiciones que ha recibido, fue “una experiencia dura” asumir
a su regreso la muerte de su mamá, quien falleció mientras ella estaba
secuestrada.
“Fue difícil
volver y encontrar ese vacío tan grande, pero me reconforta el cariño de mi
familia, de las hermanas y de mi pueblo”.
Doña Rosita
rezaba diariamente con el Rosario para pedir por su hija y no hay
duda de que sus plegarias fueron escuchadas.
El psicólogo de
Gloria Cecilia
Para sanar todo
el dolor y los recuerdos de esos años, la hermana Gloria Cecilia hace oración
en silencio y soledad. Durante un mes, como terapia, escribía en las mañanas
sus experiencias. Luego las leía ante el Santísimo, en la capilla de adoración
perpetua, de tres a seis de la mañana.
“He trabajado
mucho haciendo terapias de oración para sanación y cuando regrese, después de
estar con mi familia, voy a continuar haciendo ese ejercicio. Sé que me va a
servir porque tengo al mejor psicólogo, que es Jesús”, contó a Aleteia.
Así, la hermana
Gloria Cecilia seguirá preparándose para volver a llevar el espíritu
franciscano a las comunidades. “Mientras tanto, seguiré dando gracias a Dios
por el milagro de vivir y dando a todos una palabra de libertad”.
Lucía Chamat
Aleteia Colombia