El padre Belvy relata su testimonio y las dificultades del catolicismo en su país
Belvy Delphane Diandaga es un sacerdote del Congo |
En estos
momentos se encuentra en Roma estudiando Filosofía en la Pontificia Universidad
de la Santa Cruz, gracias a una beca del CARF. Estudios que
serán muy útiles a su regreso al Congo y con el que servirá a seminaristas y
sacerdotes que necesiten también obtener una buena formación.
“La
historia de una vocación es ante todo una hermosa historia de amor, además de una obra de
la misericordia de Dios que, a pesar de nuestros límites y debilidades, nos
hace partícipes del gran ministerio de su Hijo. Y esta obra en nosotros es un
verdadero privilegio que Dios nos concede”, relata el religioso a CARF.
Belvy Delphane Diandaga nació en una familia de
disparidad de cultos: su
padre es católico y su madre protestante, así que tuvo la oportunidad de
poder elegir entre una y otra visión de la fe cristiana.
Pero ya desde pequeño, participó con asiduidad
a la misa dominical. “Aún sin tener un verdadero conocimiento de ella, sin
embargo, para mí era un momento
de felicidad, pues era un momento de encuentro con los demás fieles, un
momento comunitario. Fue precisamente a partir de los cuatro años que comencé a
manifestar el deseo de acompañar a mi padre a la misa dominical y esto, al ir
creciendo, tuvo una gran influencia en mí”, expresa el padre Belvy.
Su decisión por la fe
católica
Ya a esta edad pudo percibir los signos de su
inclinación hacia la fe católica. “Siendo de una familia con tradiciones
religiosas mixtas, de madre evangélica (protestante), tuve la posibilidad de
abrazar una u otra tradición. Pero
fue hacia la fe católica que me orienté a la edad de siete años, cuando
fui a matricularme en los cursos de iniciación a la vida cristiana (catequesis)
sin avisar a mi padre, quien pronto, sin embargo, se daría cuenta y me alentaría”.
Durante este período de iniciación, había
tomado la iniciativa de integrarse en el movimiento de los scouts con su prima,
y luego el de los monaguillos, “aún sin sentir en este preciso momento el deseo
de ser sacerdote, pues mi
sueño era llegar a ser un oficial del ejército o incluso un
magistrado, para defender a los oprimidos y combatir las injusticias
en mi país”.
El Señor le llamaba a
su servicio
“Fue al final de mis estudios de secundaria que
de alguna manera me di cuenta de que el Señor me estaba llamando a su servicio.
Fue con motivo de la ordenación sacerdotal de un sacerdote de la Orden de la
Santísima Trinidad que este deseo se hizo más claro. No podría describir lo que
sucedió ese día, pero puedo
decir en general que este maravilloso encuentro con Cristo transformó toda mi
vida. Como decía san Agustín, 'nadie puede encontrarse con Cristo y
seguir siendo el mismo'", añade.
Además, este sacerdote asegura que “después de
sentir el llamado de Dios, me apresuré a hablar de ello con mi padre un día que
volvíamos de los ensayos del coro de mi parroquia. Ambos participábamos en estos cánticos de alabanza a Dios a
través de la animación litúrgica, especialmente en la Misa, lo que era para
mí un fuerte momento de encuentro con Cristo: un momento de éxtasis, en el que
mi corazón se llenaba de alegría".
“Más tarde,
sin duda, descubriría, como seminarista y a través de los estudios
teológicos que la Eucaristía es el sacramento de los sacramentos, el
centro de toda la espiritualidad cristiana católica porque es el sacramento
donde Cristo está totalmente presente. Y cada vez más, me di cuenta de la
sublimidad y la nobleza del sacerdocio. Porque Jesús, llamándome a su misterio, quiso hacerme ministro de la
Eucaristía, y esto simplemente es una gracia", añade convencido.
De este modo, el padre Belvy recalca: "mi
palabra de vida extraída de la primera carta de san Pablo a los Corintios (1Cor
15, 10) describe esta misma dimensión de la gracia: 'Por la gracia de Dios soy
lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa”' Así que le doy constantemente
gracias a Dios por el don de la vocación sacerdotal y al mismo tiempo
agradezco a cuantos han hecho posible la materialización de esta gracia ya
cuantos me ayudan a vivir dignamente esta vocación.
Más del noventa por ciento de la población de
Congo es cristiano, y los
católicos son representan más o menos el 52%. Sin
embargo, Belvy alerta: “Cada vez más avanza la confesión evangélica
(protestante) en nuestro país. Por eso, es cada vez más necesario tener a sacerdotes bien formados, y
en buenos entornos culturales, para trabajar en la Iglesia Católica no
solamente en la formación misma del clero y del pueblo de Dios, sino en la
evangelización y en el apostolado con los pobres y los que son indigentes
espiritual y materialmente”.
Por esta misma razón, después de completar la
formación canónica en filosofía y luego en teología, una vez ordenado sacerdote
había decidido regresar a la École Normale Supérieure para continuar
sus estudios de filosofía allá…
“Pero, ¿quién podía imaginarse que, en nuestra diócesis, tan pobre
en recursos, pudiéramos tener la oportunidad de formar a algún sacerdote en el
extranjero? Sin embargo, dos años más tarde, mi obispo consideró
adecuado que yo fuera a Roma, a la Pontificia Universidad de la Santa
Croce, pues se planteó como necesario que un sacerdote se formara en un
ambiente académico y multicultural adecuado para la formación y el desarrollo
integral, para luego volver a trabajar en la diócesis”, afirma con entusiasmo”,
cuenta el sacerdote africano.
“Así que, gracias a una beca de CARF – Centro
Académico Romano Fundación, el sueño se hizo realidad y hoy en día estoy por
terminar mi Licenciatura en Filosofía. No puedo expresar con palabra la
gratitud a mis benefactores de CARF por todo lo que han hecho por mí: solamente
puedo encomendarles cada día, para que Dios les llene de gracia y de
bendiciones”.
Fuente: ReL