En el centro de la vida del pueblo santo de Dios y del camino de la fe "no estamos nosotros", con nuestras palabras; sino Dios con su Palabra
Misa del Papa en la Basílica de San Pedro |
En el marco de
la celebración del Domingo de la Palabra, el Papa Francisco recordó que la
misión de cada uno de nosotros es "ser anunciadores creíbles y profetas de
la Palabra en el mundo", ya que esta "revela la novedad de Dios y nos
lleva a amar a los demás sin cansarse". El Pontífice pidió también que
volvamos a poner la Palabra "en el centro de la pastoral y de la vida de
la Iglesia", escuchándola, rezando con ella, poniéndola en práctica y
dejando atrás "la rigidez que nos esconde".
La
mañana del 23 de enero, el Papa Francisco presidió la santa Misa en la Basílica
de San Pedro con ocasión de la celebración del Domingo de la Palabra de
Dios: una Jornada que el Pontífice estableció el 30 de 2019, con la firma
de la Carta apostólica en forma de «Motu proprio» Aperuit illis,
con el fin de resaltar la presencia del Señor en la vida de todos los
fieles.
En
su homilía el Santo Padre reflexionó sobre la liturgia del día destacando
que en el centro de la vida del pueblo santo de Dios y del camino de la fe
"no estamos nosotros", con nuestras palabras; sino Dios con su
Palabra:
“Todo comenzó con la Palabra que Dios nos dirigió. En
Cristo, su Palabra eterna, el Padre «nos eligió antes de la creación del mundo»
(Ef 1,4)”
En
este sentido, el Papa invitó a los fieles a tener la mirada fija en Jesús,
acogiendo su Palabra y se detuvo en dos aspectos de ella que están unidos entre
sí: "la Palabra revela a Dios y la Palabra nos lleva
al hombre".
La Palabra revela a Dios
En
primer lugar, la Palabra revela a Dios -explicó Francisco-
subrayando que Jesús, al comienzo de su misión, anuncia una opción
concreta: ha venido para liberar a los pobres y oprimidos (cf. v. 18):
“De este modo, precisamente por medio de las
Escrituras, nos revela el rostro de Dios como el de Aquel que se hace cargo de
nuestra pobreza y le preocupa nuestro destino. No es un tirano que se encierra
en el cielo, sino un Padre que sigue nuestros pasos. No es un frío observador
indiferente e imperturbable, sino Dios con nosotros, que se apasiona con
nuestra vida y se identifica hasta llorar nuestras mismas lágrimas”
Asimismo,
el Obispo de Roma hizo hincapié en que nuestro Padre, "no es un
dios neutral e indiferente", sino "el Espíritu amante del
hombre, que nos defiende, nos aconseja, toma partido a nuestro favor, se
involucra y se compromete con nuestro dolor." Y precisamente esta
es "la buena noticia" (v. 18) que Jesús proclama
ante la mirada sorprendida de todos: "Dios es cercano y quiere
cuidar de mí, de ti, de todos. Quiere aliviarte de las cargas que te aplastan,
quiere caldear el frío de tus inviernos, quiere iluminar tus días oscuros,
quiere sostener tus pasos inciertos. Y lo hace con su Palabra".
Para convertirnos debemos partir de la Palabra
Continuando
con su alocución, el Papa exhortó a preguntarnos: "¿llevamos en el
corazón esta imagen liberadora de Dios, o pensamos que sea un juez riguroso, un
rígido aduanero de nuestra vida? y ¿Qué rostro de Dios anunciamos en la
Iglesia, el Salvador que libera y cura o el Temible que aplasta bajo los
sentimientos de culpa?
Cuestiones
fundamentales -afirmó Francisco- que nos recuerdan que para convertirnos al
Dios verdadero, Jesús nos indica de dónde debemos partir: "de la
Palabra" ya que "ella, contándonos la historia del
amor que Dios tiene por nosotros, nos libera de los miedos y de los conceptos
erróneos sobre Él, que apagan la alegría de la fe, nutre y renueva la fe".
De
ahí la petición del Obispo de Roma para cada uno de nosotros: "¡Volvamos a
ponerla en el centro de la oración y de la vida espiritual!".
La Palabra nos lleva al hombre
Analizando
el segundo aspecto: la Palabra nos lleva al hombre, el
Pontífice puntualizó que justamente cuando descubrimos que Dios es amor
compasivo, vencemos la tentación de encerrarnos en una religiosidad sacra, que
se reduce a un culto exterior, que no toca ni transforma la vida.
"La
Palabra nos impulsa a salir fuera de nosotros mismos para ponernos en camino al
encuentro de los hermanos con la única fuerza humilde del amor liberador de
Dios. De este modo nos revela cuál es el culto que más agrada a Dios: hacernos
cargo del prójimo".
Otro
de los puntos indicados por Francisco fue el hecho de que "la Palabra de
Dios nos cambia" mientras que "la rigidez nos esconde".
"Y
lo hace penetrando en el alma como una espada (cf. Hb 4,12)",
porque, "por una parte consuela, revelándonos el rostro de Dios, y
por otra, provoca y sacude, mostrándonos nuestras
contradicciones, poniendo en crisis esas justificaciones nuestras que
siempre hacen depender aquello que no funciona del otro o de los otros".
Por
eso -aseveró- la Palabra nos invita a salir al descubierto, a no escondernos
detrás de la complejidad de los problemas, detrás del “no hay nada que hacer” o
del “¿qué puedo hacer yo?”. Nos exhorta a actuar, a unir el culto a Dios y el
cuidado del hombre.
Preguntémonos, ¿Somos una Iglesia dócil a la
Palabra?
Finalmente,
el Papa propuso plantearnos interiormente varias preguntas centrales en la vida
como creyentes y miembros de la Iglesia:
"¿Queremos
imitar a Jesús, ser ministros de liberación y de consolación para los demás?
¿Somos una Iglesia dócil a la Palabra; una Iglesia con capacidad de escuchar a
los demás, que se compromete a tender la mano para aliviar a los hermanos y las
hermanas de aquello que los oprime, para desatar los nudos de los temores,
liberar a los más frágiles de las prisiones de la pobreza, del cansancio
interior y de la tristeza que apaga la vida?".
Seamos anunciadores creíbles
Antes
de concluir, Francisco recordó que en esta celebración, fueron instituidos
lectores y catequistas, que están llamados a la tarea importante "de
servir el Evangelio de Jesús, de anunciarlo para que su consuelo, su alegría y
su liberación lleguen a todos".
"Esta es también la misión de cada uno de
nosotros: ser anunciadores creíbles, profetas de la Palabra en el mundo. Por
eso, apasionémonos por la Sagrada Escritura. Dejémonos escrutar interiormente
por la Palabra, que revela la novedad de Dios y nos lleva a amar a los demás
sin cansarse", dijo el Papa, pidiendo
nuevamente que "¡volvamos a poner la Palabra de Dios en el centro de la
pastoral y de la vida de la Iglesia!, escuchándola, rezando con ella y
poniéndola en práctica".
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
Vatican News