Massiel Moreno, que sobrevivió al aborto cometido por su madre, ha encontrado la felicidad y el amor gracias a la fe, el matrimonio y la familia
Massiel y Gonzalo con sus dos hijos, Trinidad y Josué. Dominio público |
Asfixiada, 3
meses en incubadora y abandonada
"El
diagnóstico era que no iba a sobrevivir", relata Massiel. Al
nacer pesó 1,7 kilos. "Como el nacimiento había sido muy abrupto, en medio
de la asfixia, no sabían las consecuencias que me provocaría", explica.
Desde entonces, una diplejía espástica le genera un excesivo cansancio y
falta de fuerza en el cuerpo.
Pasó cerca
de 3 meses en la incubadora y su madre le abandonó en el hospital.
"Un asistente social se encargó de mi futuro y mis padres -Osvaldo
Moreno y Álvara Pinto- llegaron a mi vida. Estaban buscando un hijo, y cuando
se les presentó la oportunidad no dudaron en adoptarme pese al diagnóstico, que
era bastante negativo", afirma.
Una niña presa de la rabia y la
incomprensión
Massiel
recuerda el día en que a los 9 años, su madre adoptiva le contó toda la
verdad. "Era un 9 de abril. Mi mamá lloraba mucho, llevaba muchos días
hablando en secreto con mi padre y la veía sufrir", menciona.
-"Mamá, si
tienes algo que contarme, hazlo", le dijo.
-"Massiel,
¿qué pasaría si no hubieras nacido de mí?"
"Fue
fuerte. Yo era pequeña y no entendía el hecho de que me hubieran
abandonado o no quisieran que yo naciera", recuerda.
Tras conocer la
historia, Massiel empezó a preguntarse por sus padres y a cuál de ellos se
parecería. "Sentí rabia, y me desahogaba escribiendo a mi madre biológica".
"Soy esa
hija que no pudiste tener", le escribió. "Ya tengo 9 años, voy al
colegio. Me va bien, me gusta escribir, no me gustan las matemáticas y hago
ejercicios todos los días. Me cuesta caminar, a veces quisiera bailar y no
puedo, y no tengo buena voz para cantar. Tengo amigas en el colegio. Creo en
Dios y a veces pienso en ti y me imagino que sufres por mi ausencia".
Estudiante, periodista y madre feliz
Pese a las
dificultades que conlleva la parálisis en su día a día, Massiel fue al
colegio y a la universidad. Se graduó en periodismo en 2012.
Cuenta
que siempre vivió "con la rabia de la impunidad", sabiendo que
"esa gente [sus padres biológicos] eran los culpables" de su dolor y
dificultades.
Sin embargo, la
rabia se disipó cuando una nueva familia llegó a su vida.
"Hace unos
años conocí al amor de mi vida. Nos enamoramos y dos años después nos
casamos", mencionó ante la Comisión de Salud del Senado en
Chile.
"A mi
marido nunca le importó mi discapacidad. Queríamos formar una familia, me quedé
embarazada y disfruté mucho de mi embarazo", recuerda, pese a que todos
los médicos le decían que era "una irresponsabilidad" debido a su
estado de salud.
"Cuando
nació Trinidad, no la pude abrazar, pero la pusieron sobre mi cuello y fue el
primer contacto que tuve con mi bebé. Yo, que fui abortada y nací viva,
estaba trayendo al mundo otra vida", afirma. Poco después, un segundo hijo
llegó a su vida, Josué.
"Dios me devolvió la esperanza"
A día de hoy,
Massiel se ve a sí misma "como el testimonio vivo de un aborto",
que le ha generado importantes dificultades en su día a día.
"No es
solo el hecho del aborto, sino también una vida discapacidad. Tengo una
parálisis cerebral que no me deja caminar y problemas de psicomotricidad fina",
enumera.
Cuenta que
nunca se ha quejado de ello, pero vive condicionada por las limitaciones a la
hora de trabajar o criar a los niños. "La primera vez que fui madre sufrí
mucho, porque me sentía inútil", relata.
Sin embargo,
explica que en una vida marcada por el abandono, el dolor y la dificultad, la
fe siempre ha sido esperanza. "El día que conocí a Dios, se lo llevó todo.
Me devolvió la esperanza. Esa esperanza que me ha dado el Señor es mi
fuerza", afirma.
Voz de los que no pueden hablar
Armada con la
fe, el amor de sus padres adoptivos y su propia familia, Massiel ha
convertido la defensa de la vida en su misión.
Una labor
que le ha llevado a poner su historia sobre la mesa de los parlamentos de
Argentina y Chile para "ser la voz de los que no pueden hablar"
y defender una vida que comienza "en la concepción", "desde que
Dios deposita el aliento de vida en nosotros".
"Nadie
habla de los derechos del que está por nacer porque no se puede defender.
La lucha tiene que ver con eso, con ser esa voz, con llamar a la conciencia de
las mujeres y decirles que no es su cuerpo, sino otro distinto. No es su
derecho a elegir, es la vida de otra persona", afirmó en el parlamento
argentino.
"Soy una
mamá feliz, pero lo sería más si alguien hubiese defendido mis derechos, si alguien
en el parlamento chileno hubiese levantado la voz, si una ley como la que
nosotros aprobamos se hubiese detenido", expuso ante los diputados.
"Se habla
del aborto seguro y de la libertad de la mujer pero, ¿quién defendió mis
derechos? ¿Quién alzó la voz por mí y defendió la vida feliz que pude haber
tenido?", preguntó.
En el mismo
parlamento se dirigió a las madres que se plantean abortar buscando evitar que
queden marcadas "de por vida, porque no hay ley que supere o merme la
condena propia y la culpa".
"Esperad
hasta el fin del embarazo, y si no nace el instinto y el amor, entregarlo en
adopción. Vine aquí para crear conciencia, porque soy el testimonio vivo de un
aborto y vivo el día a día con la palabra aborto en mi frente",
aconseja.
"El hecho
de hablar de mi habla un poco de Dios", concluye Massiel, "porque
hasta un ateo ve a Dios en mí. Todo lo que he logrado y hecho contra todo
pronóstico es por Su mano, gracias a Él, y nada es mayor que Dios. Esa es
mi bandera".
J. M. C.
Fuente: ReL