«Son cada uno una persona muy especial a la que queremos cuidar», explica Blas Rodríguez, el coordinador del servicio
| Foto: Orden Hospitalaria de San Juan de Dios |
La nueva unidad forma parte
del mayor centro de Europa para pacientes de estas características, y cuenta
con 103 camas entre habitaciones dobles e individuales, con acceso a oxígeno en
todas ellas, además de otros servicios como wifi, teléfono y televisión,
terraza, salas de estar, de curas y de terapia, gimnasio y luz natural en todos
los espacios. Y todo ello se añade a otros servicios del centro, como dos pisos
supervisados y uno tutelado, orientados a este tipo de pacientes.
Son casi 6.000 metros cuadrados para
atender a personas con discapacidad, entre ellas muchos mayores, que son «son
los más frágiles», afirma Blas Rodríguez, porque según pasan los años aparecen
patologías que se suman a que «poco a poco empiezan a perder capacidades. Por
eso nuestra función es potenciar las que tienen y recuperar las que hayan
podido perder».
En este sentido, el enfermero
subraya «la satisfacción de ver cómo estas personas consiguen simplemente
levantar la cuchara y llevársela a la boca, por ejemplo», lo cual para ellos es
«importantísimo» ya que les da «mucha autonomía». Rodríguez habla de una
«estimulación continua» que implica a un equipo multidisciplinar que trabaja en
todas las áreas «para evitar que se anquilosen».
Así, cada paciente tiene un plan de
acción individual con un objetivo que se revisa cada seis meses: ponerse la
ropa solos, llevar una adecuada higiene bucal o moverse sin ayuda. Y todo esto
tengan la edad que tengan: «Con los mayores tenemos incluso más objetivos, con
el fin de evitar y retrasar su deterioro, en dos sentidos: mantener su
autonomía y trabajar sobre sus patologías crónicas», dice el coordinador. Y si llega
el momento, «los acompañamos al buen morir, ofreciendo los cuidados paliativos
que necesiten cuando lo necesiten, y así evitar un dolor y una angustia
innecesarios».
Ni un número ni un caso
En este recorrido, juega un papel
fundamental la familia. «Lo mejor para estas personas es que puedan seguir
estando con los suyos, porque la familia es una pieza fundamental de su
rehabilitación. Pero también es verdad que muchos padres y hermanos han
trabajado mucho y durante muchos años con ellos y al final su deterioro es
considerable. El día a día ocasiona mucho desgaste en el hogar». De todos
modos, «ellos siguen implicados y nosotros hacemos lo posible para
involucrarles en el proceso».
Para Blas, los pacientes con
discapacidad, sobre todo los más mayores, «son los privilegiados de Dios, y así
los queremos tratar. Esto es una casa, un hogar para ellos. No son un número ni
un caso, son cada uno una persona muy especial que queremos cuidar. No nos
podemos ir a casa con la sensación de que hemos podido hacer algo más ese día
por ellos».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Fuente:
Alfa y Omega