San Francisco Javier nació y vivió allí hasta que se marchó a estudiar a París, a la Sorbona, donde conocería a san Ignacio de Loyola
Entre
el gran patrimonio cultural y religioso que tiene Navarra se
encuentra el castillo de Javier. Es una fortaleza
medieval sólida y poderosa, que puede verse ya a lo lejos
cuando alguien visita este monumento.Castillo de Javier. Dominio público
Son
piedras contundentes, levantadas en el siglo X, que hablan de
Historia viva porque allí nació y vivió san
Francisco Javier. Quién iba a imaginar, en plena
Edad Media, que de allí saldría un hombre dispuesto a llevar el Evangelio a
Oriente.
Francisco
era hijo de los señores de Javier. Nació el 7 de abril de 1506. Era
el menor de cinco hermanos. Hasta los 22 años, en que se marcha a
París para estudiar en La Sorbona, Javier es
su territorio, el mismo que hoy ven quienes se acercan siguiendo los pasos del
santo en cada Javierada. En París, san Francisco Javier se haría amigo de san
Ignacio de Loyola, quien dejaría una profunda huella en su
alma al hacerle la pregunta del mismo Jesucristo: «¿De qué le sirve a un hombre
ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?».
Javier tiene una
disposición geográfica de gran belleza. Se encuentra a 52 km de Pamplona y a 6 km de Sangüesa, a las faldas del Pirineo navarro-aragonés, y en la confluencia de los antiguos reinos de Aragón y Navarra.
El
monumento es Bien de Interés Cultural desde 1994. El nombre de Javier viene de
la variante dialectal del vasco etxeberri, que significa “casa
nueva”. Por eso puede encontrarse escrito en euskera como Xabier.
Desde el exterior puede
verse que al castillo medieval se le añadió una basílica en el siglo XIX.
La composición a través de los
siglos
La construcción se compone
de tres cuerpos, escalonados por orden de antigüedad. Destaca la Torre del
Santo Cristo, bastión y capilla donde se encuentra un crucifijo
del gótico tardío. También la Torre del Homenaje, llamada de San Miguel,
que es la parte más antigua del castillo. Y por último, el museo dedicado
a la vida de san Francisco Javier.
En los basamentos del
castillo se han encontrado restos y zócalos musulmanes,
que podrían fecharse en el siglo X. A continuación, en el siglo XI se formó el
primer recinto envolvente que disponía de las primeras habitaciones.
En el siglo XIII, se agregaron, siguiendo los cuatro puntos cardinales, dos
cuerpos poligonales y dos torres más.
Como pago por un préstamo no
devuelto
En origen, el castillo de
Javier pertenecía a un noble aragonés. Pero necesitaba dinero y pidió un
préstamo de 9.000 sueldos al rey navarro Sancho VII. Este
le dio la cantidad y el noble puso como aval el castillo.
Al no poder devolverle la cantidad, el monarca se hizo propietario de Javier.
Por el mismo sistema, también pasaron a manos navarras varios castillos y
villas de la Corona de Aragón: Escó, Peña, Petilla, Gallur,
Trasmoz, Sádaba… Con ello, Navarra lograba fortalecer la frontera con el vecino
reino.
En el año 1236, el
castillo pasó a manos de Adán de Sada. Se lo entregó
el rey Teobaldo I. después de la conquista de Navarra, tanto el castillo como
la villa pertenecían a María de Azpilicueta (antepasada
de san Francisco Javier por línea materna).
El cardenal Cisneros ordenó
demolerlo
Como el matrimonio de esta
con Juan
de Jaso, defendían la independencia de Navarra, el cardenal
Cisneros ordenó que se demoliera el castillo en 1516. Sin
embargo, solo se le deshabilitaron algunas partes fuertes: se derribó la
muralla que lo rodeaba y protegía, se rellenó el
foso para que no quedara aislado, se destruyeron dos
grandes portaladas y dos torres redondas, se demolió el puente levadizo y la Torre del
Homenaje de San Miguel se rebajó a la mitad.
En el siglo XIX,
después de varios bailes de herencia, el castillo de Javier pàsaría a manos de
la Casa
de Villahermosa y se comenzaron obras de restauración que
fueron financiadas por los propietarios, la duquesa de Villahermosa y el conde
de Guaqui. Pero este falleció repentinamente y
fue su familia quien asumió la envergadura de las obras junto con la fortuna de
su viuda. Fue entonces cuando se levantó la basílica que hoy puede
verse, adosada al castillo. También pertenecen a ese período las viviendas
para sacerdotes y las casas de ejercicios espirituales (san
Francisco Javier fue uno de los más estrechos colabores de san Ignacio de
Loyola, el creador de los ejercicios).
La Javierada
Javier recibe anualmente
la visita de miles de peregrinos. Pero sin duda la fecha más señalada es la Javierada, a
principios de marzo, que se celebra en honor al patrón de Navarra, san Ignacio
de Loyola. Sin embargo, debido a la pandemia, se recomendó a
quienes tuvieran deseo de acercarse a Javier no reunirse en esa celebración y
hacer la Javierada “desde sus casas”.
Dolors Massot
Fuente: Aleteia