Quedarte lamentando tu miseria y dejarte hundir en el derrotismo ante las tragedias de la vida supone una falta de valentía y una falta de fe
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Varios pensadores han llegado a la conclusión de que para
progresar en la vida, se necesitan tener ciertos momentos difíciles, para que
se conviertan en estímulo y motivación.
Lo complicado y tortuoso de algunas situaciones, es una realidad
que han vivido muchos hombres sumamente exitosos en diversas actividades. Por
lo que el drama principal, es nunca dejar de tener la esperanza, de que por hay
existe la puerta de salida en toda tragedia y que nuestras miserias tendrán un
punto final, que no sea la muerte.
En éste artículo, vamos a examinar algunas acciones que se pueden
realizar, para no quedarse con los brazos cruzados y dejar que pase el tiempo
teniendo una vida miserable.
La respuesta, en parte, es saber que sí existe esa puerta al final
de nuestros peores sufrimientos, pero que muchas veces no se va a abrir por si
misma, sino que nosotros tenemos que encontrarla y abrirla. Ahí está uno de los
momentos cúspides de nuestra existencia, al movernos creativamente y dar con la
solución.
Estamos siendo responsables y conscientes de que lo peor que nos
puede pasar es quedarnos llorando como víctimas y ni siquiera intentar
sacudirnos, el lodo y la basura en la que estamos y seguir siendo pasivos.
El mayor mérito es el de tener el coraje, para sobreponerse a los
peores sucesos de la vida e imponerse a ellos, de una manera determinante.
No quedarse en la miseria
Los italianos tienen una expresión muy significativa, para señalar
cuando las cosas no salen bien: porca miseria. Y es que vivir en ese lado
asqueroso, apestoso y puerco no resulta nada agradable.
La pobreza, las limitaciones, el bajo mundo de las carencias y la
lamentable impotencia ante las enfermedades y la misma miseria, no son nada
agradables. Es una experiencia que no se quiere tener para nada en la vida.
Acaba por ser detestable e insultante.
Entonces, con mayor razón, la movilidad es indispensable. Se trata
de sacar lo mejor de nosotros mismos para asegurarnos de que nuestras familias
no vivan semejantes tragedias.
Y moverse, significa hacer algo, despertar del conformismo y la
inútil pasividad, para al menos intentar hacer algo para rescatar un mínimo de
esperanza y convencernos de que sí podemos sacudirnos la maldita miseria.
El derrotismo es dejar de luchar, es creer que ya no tienes nada
que hacer; es quedarse sin opciones para superar el mal momento por el que
puedes estar pasando y admitir que ya no tienes ningún recurso más, que te
pueda servir, para salir de donde estás.
El secreto es la valentía
La agonía, no significa que estás cerca de morir, más bien quiere
decir que estás luchando para no desfallecer. Es un preciado esfuerzo, por no
dejarse entregar a la muerte. Y es manifestar que deseas continuar viviendo con
todo lo que está a tu alcance, para seguir con vida, y continuar saboreando el
cariño de tus seres queridos y permanecer disfrutando de las cosas bellas que
la vida nos regala.
Es más miserable, el que viéndose derrotado, ya no quiera hacer
nada por salir del infierno en el que habita y no sentir, ni siquiera, las
ganas de sacudirse las porquerías mentales que manchan su visión de la vida.
La peor de todas las miserias es la cobardía, quedarse atrapado en
el miedo que impide ver la luz en las cavernas de la oscuridad. Cerrar los ojos
y esconder la cabeza en el fatal camino de la negación completa.
La valentía es la madre de muchas virtudes, porque impulsa, al
abatido, a vencer el miedo, para volver a intentar la victoria sobre su propia
ignominia.
Putrefacta la escurridiza mente de los que ni siquiera intentan
levantarse de las penurias de la vida y prefieren morir, asustados, que
intentar, al menos, salir del pozo en el que se encuentran.
Fe contra pesimismo
Hay que beber del maravilloso elixir de la fe, para confiar en las
propias acciones y continuar el peregrinar con valentía.
Tomar decisiones atrevidas, aunque riesgosas, pero nunca quedarse
paralizado y encadenado al pesimismo fatalista, de creer que ya no hay nada más
que hacer.
Exhortemos el poder de la voluntad y por amor, hagamos todo lo
posible para seguir luchando con la confianza de que estamos en manos de Dios y
de no quedaremos abandonados en nuestra miseria y cobardía.
Sí hay soluciones, siempre hay otras opciones; muchas otras
puertas que abrir.
Arrojemos al precipicio del olvido, el pasado de las tragedias
ocurridas, y abracemos nuestro porvenir; con la determinación de conquistar
nuestras flaquezas y de vencer las dudas que nos arraigan en la podrida
incapacidad de mirar el sol y las estrellas.
Ante las peores cosas que te hayan sucedido, o te estén
sucediendo, no te quedes hundido en las apestosas aguas de tu miserable
actitud; sino perfuma tu determinación de salir de donde estás, con la noble
convicción de que saldrás de ellas.
Cambia tu actitud, modifica tu visión de la vida, pero no te
quedes con el lado asqueroso de tu sufrimiento y aprende a salir victorioso.
Con la convicción de que más vale luchar que quedarse lamentando y no haber
intentado, al menos, hacer algo para no seguir viviendo una vida miserable, sin
ni siquiera confiar en ti y en la voluntad divina.
Guillermo Dellamary
Fuente: Aleteia