Los dos apóstoles viajaron juntos. Y juntos predicaron el Evangelio
| Vatican News |
Las vidas de
los dos apóstoles se entrelazan con las ciudades y los escenarios en el centro
del 35º viaje apostólico a Chipre y Grecia, previsto del 2 al 6 de diciembre.
Bernabé y Pablo viajaron juntos y predicaron el Evangelio. Su amistad, que
también conoce momentos de contraste, se ve siempre reforzada por la fe en
Cristo
La
visita del Papa a los dos países mediterráneos recorre lugares que han estado
marcados por otros viajes apostólicos: los de Juan Pablo II en 2001 a Grecia y
Benedicto XVI en 2010 a Chipre. Pero también las realizadas en los orígenes del
cristianismo y de la historia misionera por San Bernabé y San Pablo en estas
tierras abrazadas por el mar y que se extienden entre Oriente y Occidente. Los
dos apóstoles viajaron juntos. Y juntos predicaron el Evangelio.
San Bernabé
Bernabé,
oriundo de Chipre y establecido posteriormente en Jerusalén, fue uno de los
primeros en abrazar el cristianismo tras la resurrección de Jesús. La tradición
-reportada por Eusebio de Cesarea, que se inspira en Clemente de Alejandría- lo
cuenta también entre los 72 discípulos enviados por Jesús en misión de anunciar
el Reino de Dios, y por tanto ya en el círculo de los seguidores de Cristo. Su
verdadero nombre es José, pero le apodan Bernabé, que significa "hijo de
la exhortación" (Hch 4:36) o “hijo del consuelo” Este nombre inspiró el
lema del viaje apostólico del Papa Francisco a Chipre: "Consuélanos en la
fe". Bernabé exhorta y consuela y con gran generosidad vende un campo de
su propiedad. A continuación, entrega la suma recaudada a los apóstoles para las
necesidades de la Iglesia.
Dos apóstoles en misión
Bernabé
es uno de los miembros más autorizados de la primera comunidad cristiana.
Él
-recordó el Papa emérito Benedicto XVI en la audiencia general del 31 de enero de 2007- Se
hizo garante de la conversión de Saulo ante la comunidad cristiana de
Jerusalén, que todavía desconfiaba de su antiguo perseguidor
(cf. Hch 9, 27). Enviado a Antioquía de Siria, fue a buscar a Pablo,
en Tarso, donde se había retirado, y con él pasó un año entero, dedicándose a
la evangelización de esa importante ciudad, en cuya Iglesia Bernabé era
conocido como profeta y doctor (cf. Hch 13, 1). Así, Bernabé, en
el momento de las primeras conversiones de los paganos, comprendió que había
llegado la hora de Saulo, el cual se había retirado a Tarso, su ciudad. Fue a
buscarlo allí. En ese momento importante, en cierta forma, devolvió a Pablo a
la Iglesia; en este sentido, le entregó una vez más al Apóstol de las gentes.
La Iglesia de Antioquía envió a Bernabé en misión, junto a Pablo, realizando lo
que se suele llamar el primer viaje misionero del Apóstol. En realidad, fue un
viaje misionero de Bernabé, pues él era el verdadero responsable, al que Pablo
se sumó como colaborador”.
En
ese primer viaje los dos Apóstoles llegaron a zonas de Chipre y del centro-sur
de Anatolia, en la actual Turquía, para anunciar la Resurrección del Señor.
Santos, pero hombres como nosotros
Incluso
los caminos de la santidad pueden estar marcados por momentos de fricción.
Benedicto XVI recordó en la Audiencia General del 31 de enero de 2007:
Los
dos, Pablo y Bernabé, se enfrentaron más tarde, al inicio del segundo viaje
misionero, porque Bernabé quería tomar como compañero a Juan Marcos, mientras
que Pablo no quería, dado que el joven se había separado de ellos durante el
viaje anterior (cf. Hch 13, 13; 15, 36-40). Por tanto, también entre
los santos existen contrastes, discordias, controversias. Esto me parece muy
consolador, pues vemos que los santos no "han caído del cielo". Son
hombres como nosotros, incluso con problemas complicados. La santidad no
consiste en no equivocarse o no pecar nunca. La santidad crece con la capacidad
de conversión, de arrepentimiento, de disponibilidad para volver a comenzar, y
sobre todo con la capacidad de reconciliación y de perdón.
"En
las últimas cartas de san Pablo, a Filemón y en la segunda a Timoteo, Marcos
aparece precisamente como 'mi colaborador'" – añadió el Papa emérito, que
explicó: "Por consiguiente, lo que nos hace santos no es el no habernos
equivocado nunca, sino la capacidad de perdón y reconciliación. Y todos podemos
aprender este camino de santidad".
San Pablo
Judío
de Tarso, en la actual Turquía, Saulo es un ciudadano romano. En los Hechos de
los Apóstoles, Saulo es descrito como un perseguidor de cristianos. Pero en el
camino a Damasco, lo envuelve una luz. Cayendo al suelo, oye una voz que le
dice: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?". Él respondió:
"¿Quién eres tú, Señor?". Y dijo: 'Yo soy Jesús a quien tú persigues.
Pablo se convirtió y se bautizó. En Jerusalén, se encontró con Pedro y los
demás apóstoles, que al principio se mostraron recelosos. Su garante fue
Bernabé, que disipó todas las dudas. Pablo fue entonces acogido por la
comunidad cristiana de Jerusalén. Bernabé le convenció para que se fuera a
predicar el Evangelio.
Pablo
y Bernabé llegaron juntos a Antioquía. Durante el primer viaje apostólico,
también desembarcaron juntos en Chipre, en varias ciudades de Anatolia y luego
de nuevo en Antioquía y Jerusalén. En el segundo viaje, Pablo se dirigió al sur
de Galacia y luego a Macedonia y Grecia. Permaneció en Corinto durante más de
un año. En el tercer viaje, Pablo permaneció tres años en Éfeso y luego llegó a
Macedonia, Corinto y otros lugares. En sus viajes, Pablo abrió nuevos caminos
al Evangelio. En Atenas, en particular, pronunció un famoso discurso.
El discurso en el Areópago
Durante
su segundo viaje apostólico, Pablo fue a Atenas, cuna de la civilización y del
pensamiento filosófico. Subió a la colina del Areópago, situada entre la
Acrópolis y el ágora. En este lugar, donde los atenienses se reunían y
debatían, el Apóstol habló del Evangelio. Habló de Dios a los paganos. Su
discurso, como dijo San Juan Pablo II, es "un modelo de
inculturación". El encuentro entre el mensaje cristiano y el mundo griego
no parece dar inicialmente ningún fruto.
Cuando
oyeron hablar de resurrección de muertos, unos lo tomaron a burla. Y otros
dijeron:— ¡Ya nos hablarás de ese tema en otra ocasión! Así que Pablo
abandonó la reunión. Sin embargo, hubo quienes se unieron a él y abrazaron la
fe; entre ellos, Dionisio, que era miembro del Areópago; una mujer llamada
Dámaris y algunos otros.
El discurso del Apóstol de las gentes entra en la
trama de la historia. Desde Grecia, gracias también a esos primeros pasos para
evangelizar a los paganos, el cristianismo llegó a Europa.
Amedeo
Lomonaco - Ciudad del Vaticano
Vatican News