COMENTARIO AL EVANGELIO DE NUESTRO OBISPO D. CÉSAR: «ÉL ESTÁ CERCA»

El libro del Apocalipsis dice que Cristo es el Alfa y la Omega, el principio y el fin de todo. Por él todo ha sido creado y hacia él tiende la creación entera en una especie de arrobamiento que busca la consumación.

Dominio público
Al acercarnos al fin del año litúrgico, la Iglesia mira al punto final de la historia, al Cristo Omega que, según el Evangelio de hoy, viene «sobre las nubes con gran poder y gloria» (Mc 13,26) para congregar a la humanidad en un juicio definitivo y solemne. 

Este lenguaje, de estilo apocalíptico, era bien conocido de los contemporáneos de Cristo pues habían sido educados en una visión teológica del cosmos y de la historia.

Junto a estas imágenes, sin embargo, el mismo Evangelio de hoy utiliza otras más sencillas que describen el fin del mundo de manera más cercana y amable. Jesús propone que, si miramos a la higuera cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducimos que el verano está cerca. Del mismo modo, cuando veamos que suceden los signos apocalípticos referidos en su discurso, debemos pensar que «él está cerca, a la puerta».

Junto a una visión extraordinaria del mundo que, ante la llegada del Señor, se estremece en sus fundamentos y en los cielos, tenemos esta otra del visitante que llama a la puerta. También esta imagen aparece en el Apocalipsis: «Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Apc 3,20). Pocas imágenes podemos hallar más expresivas que esta. La historia se consumará cuando el Resucitado vuelva en su gloria y llame a mi puerta para cenar conmigo. El Dios de la creación y de la historia, el vencedor sobre el pecado y la muerte llama a la puerta para intimar en una cena que no tendrá fin.

Ante esta perspectiva se comprende que, desde la partida de Jesús resucitado al Padre, la iglesia anhelara su vuelta. Miraba al final, a la meta de su peregrinar. Añoraba el tiempo de la convivencia con el Maestro y atisbaba el horizonte con el deseo de su retorno. Estaba a la espera de que alguien llamara a la puerta y abrirle con la certeza de que era el Maestro. Esta visión de la historia hoy suena a mito, leyenda, relato piadoso y edificante, es decir, literatura. Nos falta la vivencia de la cercanía de Dios en Cristo.

No miramos a la meta, hemos perdido lo que Julián Marías llamaba la visión «futuriza» de la vida. Si hay algo cierto es que la vida avanza hacia su fin. En estos días los poderosos de la tierra, reunidos para hablar del clima y de nuestro planeta, han pronunciado discursos apocalípticos sobre el fin de nuestro planeta si seguimos tratándolo como un cubo de basura. ¿Son los nuevos profetas? Dejando aparte la visión global del planeta, más cercano es el fin de cada uno de nosotros, la llegada a la «Estación Termini» de la vida.

Como en la película de Vittorio de Sica que lleva este nombre, la estación es el símbolo de la decisión: ¿qué hacer con mi vida? No podemos dejar que pasen los trenes, uno tras otro, sin tomar en serio la verdad de mi vida, cuyo fin es seguro. La vida tiene un punto omega, que, gracias a Cristo, está lleno de esperanza y de amor infinito.

Creer es esperar el momento de la consumación, de la plenitud escatológica en la que este mundo viejo dará paso al nuevo, totalmente liberado de la esclavitud y de la muerte, inimaginable pero real, un mundo que se abrirá paso en la vida de cada uno de nosotros cuando oigamos que llaman a la puerta y la abramos con la convicción de que el Altísimo se ha hecho tan cercano a nosotros, tan compañero y amigo, que viene a cenar con nosotros en la cena sin fin, partiendo el mismo pan que nosotros comemos cada domingo.

 + César Franco

Obispo de Segovia.

Fuente: Diócesis de Segovia