Madre a los 19 años y militante provida, un viaje casual devolvió la fe a su familia
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ReL |
Catherina O'Sullivan siempre supo que faltaba algo en su vida. Aunque no
practicaba la fe, rezaba siempre que las cosas iban mal y se metía en
problemas. Con 18 años, se
quedó embarazada y al tener a su primera hija, se involucró en la
causa provida.
Ha contado en
el programa Cambio de Agujas, de HM
TV, que nunca pensó seriamente en su fe hasta que durante una conferencia sobre el aborto, sintió una fuerte presencia del
mal. Invitada a visitar Medjugorje, María le hizo un regalo a ella y a toda
su familia que le devolvió la paz.
Creía que nadie la
escuchaba, pero pedía fuerzas y rezaba
Catherina nació en Dublín, junto a sus dos hermanos y una hermana.
Sus padres, que no practicaban la fe y se divorciaron durante su infancia, le
enseñaron a rezar y lo hacía siempre que algo iba mal. “El Señor me llamaba pero unas
veces escuchaba y otras no”, admite.
“Durante mi adolescencia, los fines de semana siempre me metía en problemas. Tuve mi
primer novio, salimos 4 años y a cuando yo tenía 18, me quedé embarazada”, explica.
En medio de la dificultad del embarazo, recuerda que muchas noches se quedaba sola y rezaba. “No
creía que nadie me escuchase, pero rezaba, pedía fuerza y sentía que se me daba”.
“Mi hija Sophie nació 16 días después de cumplir los diecinueve
años. Fue un shock para todo mi entorno”, explica, “pero también una gran
bendición”.
Tenía trabajo, familia,
casa, un coche bonito... nada era suficiente
Tres años después, conoció al que sería su marido, Mike, con quien tuvo cuatro
hijos. Pero seguía sin encontrar la felicidad.
“En el trabajo
parecía estar contenta, y pensaba que ascendiendo se llenaría el vacío que
no lograba llenar. Estar
casada era genial, llegaba otro bebé y, siendo maravilloso, algo me
faltaba. Intentaba llenarlo con las cosas del mundo, un coche y una casa bonita… nada era suficiente”.
En 2017, Catherina se unió a una asociación provida de Irlanda. “Estaba en
contra del aborto. No por fe o porque el niño fuese una criatura de Dios, sino por una cuestión de derechos humanos”,
explica.
Faltaba poco para navidad y decidió enviar su mensaje de
inscripción. “¿Cuándo puedes empezar?”, le preguntaron.
Sintió el mal dando una
conferencia provida
Días después, ya era parte activa de la organización. Daba conferencias provida en
colegios. Una de ellas le inquietó.
“Sabía lo que tenía que decir, lo que está bien y lo que está mal.
Pero cuando entré, me
invadió una sensación que no podía identificar. Sabía que era algo muy malo,
y cuando salí empecé a llorar. Estaba muy conmocionada, y le pregunté a una de
mis amigas si tenía agua bendita. Me hice la señal de la cruz e inmediatamente me sentí
aliviada”.
Tiempo después, una
amiga le recomendó visitar Medjugorje. “Cuando llegué, me sentí en paz”,
reconoce. Tras años sin rezar, iba a misa, rezaba el rosario, participaba en
adoraciones… pero sentía una extraña voz que le inquietaba. “Mira todo lo que
has hecho, ¿realmente crees que te van a perdonar todas esas cosas?
"Bendíceme, padre:
hace 20 años que no me confieso"
Catherina habló con un seminarista al que conocía -ahora el padre
Jessie- y se sinceró sobre todos los motivos de su angustia.
“Hay un candado
cerrado con llave en tu corazón, y vas a tener que abrirlo y dejar al
Señor entrar para ablandar tu corazón”, le dijo el seminarista, que acto
seguido le invitó a ir a
confesarse.
Durante décadas, lo
había evitado. “Me sentía indigna de ser amada por el Señor. También
por sentirme juzgada, y porque creía que lo que hacía estaba bien”, argumenta.
Finalmente accedió. “Me acerqué delante del sacerdote, tenía mucha
vergüenza y no me sabía las oraciones. Todo lo que pude decir fue: `Bendíceme. padre. porque he
pecado. Hace 20 años que no me confieso”.
María quiso hacerle un
regalo en Medjugorje
Tras recibir la absolución, Catherina subió a la colina de las
apariciones junto a su amiga Marie. “Yo la seguía, haciendo lo que ella hacía.
Me fijé en que todo el mundo se arrodillaba en el momento de la aparición y de repente subió un olor muy
fuerte por mi nariz. Mi amiga no había olido nada, pero yo sentí un perfume de rosas.
Aquel olor era un regalo
que María quería hacerme”.
Aquel encuentro cambió todos sus esquemas. “No vuelvo a casa siendo la misma”,
le dijo a Mike, su marido, antes de volver a Irlanda. “Las cosas tienen que
cambiar, tenemos que
empezar a ir a misa y enseñar a nuestros hijos la fe. No tiene sentido
decir que somos católicos y no hacerlo: son almas que tenemos que cuidar”.
A su regreso, su
familia no podía comprender el cambio que se había producido en ella.
“No puedo hacer esto yo sola” pensaba. “Hubo mucha lucha conmigo misma, y un
sacerdote, el padre Jim, me
dijo que tenía que ser dulce y rezar”.
Una familia cambiada por
la fe
No pasó mucho tiempo hasta que comenzó a ver los frutos. Sophie, su hija mayor, empezó a rezar el rosario y a
leer la Biblia y el YouCat para niños y adultos. “Es como si hubiera estado
esperando a mi conversión para florecer ella misma en la fe”.
La familia cambió por completo. “Todos viajaron conmigo a
Medjugorje y Mike tuvo
su propia experiencia renovadora. Ha sido un regalo verle tomando las riendas de esto como
cabeza de familia: reza el rosario y lleva a los niños a la adoración
antes de la escuela”.
“Cuando encontré a
Dios me sentí llena y en paz”, concluye Catherina. “Supe que el trabajo
bonito, la casa, el coche… no son nada. Tu alma y llegar al cielo lo es todo, y mi misión es conseguir
que mi marido legue al cielo, y la de ambos que nuestros hijos lleguen al cielo
y sean santos”.
Fuente: ReL