La catequesis de preparación a la Primera Comunión no es una actividad extraescolar más. Para los niños es el descubrimiento del tesoro de la Eucaristía
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Marko Vombergar | Aleteia |
Comienza
un nuevo curso y las familias nos organizamos para que los horarios de pequeños
y mayores cuadren, y así poder compatibilizar el tiempo de estudio y trabajo
con el tiempo en familia.
Dentro
de las actividades de los pequeños de la casa quizás este curso “toque” que
alguno empiece la catequesis de preparación de la Primera Comunión.
Un
tiempo, más o menos largo según la diócesis, en el que los niños reciben la
formación necesaria y adecuada a su edad para acercarse por primera vez a la
Eucaristía.
En
ese caso, como padres que vivimos una fe coherente y comprometida,
deberíamos transmitir a nuestro hijo una serie de ideas:
- La catequesis que va a comenzar no es una
actividad extraescolar más. Por lo tanto, hay que darle
prioridad sobre las otras actividades. No encajarla en el hueco
de la semana que nos quede libre.
- En catequesis es donde le van a enseñar, igual
que lo hacemos en casa, a poner a Jesús en primer lugar. El niño va
a aprender a tratar a Jesús, a tener un encuentro personal con
Él.
- Por tanto, hay que prepararle para la
ocasión: llegar puntual a la parroquia, saludar al párroco, al
catequista y a los compañeros del grupo, y conseguir que tenga en la
cabeza y en el corazón el deseo de saludar en algún momento a
Jesús en el Sagrario.
- Además, como padres que queremos dar ejemplo,
debemos mostrar ante los niños un verdadero entusiasmo por Jesús. Y
contagiarles esa fe que poseemos, que creemos y que vivimos. Nuestros
hijos deben notar que Jesús nos llena el corazón y la vida entera.
- De la misma manera que cuando acudimos a la Misa
dominical, intentamos asistir toda la familia ataviados y arreglados para
la ocasión, cuando vamos a la catequesis también hay que “estar
presentable” y dispuesto.
- Como la catequesis tiene lugar, normalmente, en
una parroquia, sería deseable que cada niño acuda a la parroquia
que le corresponde. Allí ya le conocen: el párroco, los catequistas,
las otras familias…Y el niño se siente acogido y a gusto. De esta manera
hacemos comunidad.
- Del mismo modo que cualquier otra actividad, la
catequesis requiere de un mínimo material para poder
realizarse. Igual que si le apuntamos a baloncesto necesitará unas
zapatillas de deporte adecuadas, para ir a catequesis precisa de los
libros u otros materiales que nos indicarán en la misma parroquia. Debemos
enseñar a los niños a tratar con cariño y delicadeza ese material que
le va a ayudar a acercarse a Dios.
- Por último, debemos entablar una relación
cordial con el catequista de nuestro hijo. Igual que en el
colegio tenemos conversación con sus profesores, o con el entrenador de
baloncesto de su equipo, por ejemplo.
- Aunque el catequista no es ni profesor ni
entrenador, ¡es mucho más! Es la persona en la que depositamos la
confianza para que inicie y descubra a nuestro hijo su camino de
fe.
En
definitiva, los padres somos los responsables primeros de la
transmisión de la fe a nuestros hijos. Nuestra familia es nuestra iglesia
doméstica. Y la parroquia, la nuestra en particular, pero la Iglesia en
general, puede y debe ayudar a las familias a catequizar a sus hijos.
Quizá
sea este el nuevo reto al que se enfrentan las parroquias en
este momento: otorgar valor y dar un papel a las familias en la misión
evangelizadora.
Y
para ello es posible que las parroquias deban cambiar el formato de la
catequesis, para ayudar a los padres a ser los primeros catequistas de sus
hijos. Para conseguirlo nada mejor y más adecuado que comenzar una
catequesis familiar.
Merche
Crespo
Fuente:
Aleteia