Consejos del padre Ed Broom, experto en espiritualidad mariana
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La Virgen María, con Jesús, en un fotograma de La Pasión de Cristo |
La Virgen María es considerada la madre entre las madres, por
lo que el amor inmenso por sus hijos queda lejos de dudas. Pero como toda
madre, aunque no lo necesite, ella también desea ser amada.
En una bella reflexión, el padre Ed Broom presenta diez formas con
las que demostrar a la Virgen el gran amor que se la profesa, sabiendo
que además Ella es la gran intercesora:
1. Habla con ella
Tenemos que
acostumbrarnos a hablar con María, nuestra queridísima Madre,
muy a menudo, y confiarle, hablarle de corazón, amarla. Encomendarle toda
nuestra vida a Ella es lo más agradable, así como a su Hijo Jesús, el Hijo de
Dios y el Hijo de la Santísima Virgen María. María es nuestro modelo, nuestra
guía, nuestra amiga y nuestra tiernísima madre. Ella tanto nos ama y anhela
mantener un diálogo continuo con nosotros.
¡Empecemos
hoy mismo! Todo buen amigo piensa siempre en el otro y habla muy a
menudo. María es nuestra Madre, pero también es nuestra amiga y confidente.
2. Empieza el día con
María
Al despertar cada mañana, nuestra primera acción debería ser la
oración, ¿y qué oración? ¿Por
qué no empezar el día entregándose totalmente a Jesús, en todo lo que dices,
haces y piensas, a través del Corazón Inmaculado de María? Entrega a
Jesús, por medio de María, tus ojos, tus oídos, tu mente, tu corazón, tu cuerpo
y hasta tus intenciones; en una palabra, dale todo a Jesús por medio de la
Madre María. ¡Qué importante es empezar bien el día a través del Corazón de
María! Si quieres, puedes rezar la Oración de Consagración a María que aparece
a continuación. Si no tienes un escapulario marrón, sería bueno que compraras
uno y llevaras el escapulario de la Virgen como signo de que le perteneces y
estás bajo su protección. Llévalo siempre, excepto en la ducha.
¡Oh Señora
mía, oh Madre mía, yo me ofrezco enteramente a Vos y, en
prueba de mi filial afecto, te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi
lengua, mi corazón. En una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, oh Madre
de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amen.
3. Dile a María que la
amas
Una madre no se cansa de oír a su hijo decir: «¡Mamá, te quiero,
eres lo máximo!». Uno podría tener la tentación de decir: «Ella ya lo sabe,
¿por qué decírselo si ya lo sabe?». Es cierto, lo más probable es que una buena
madre ya lo sepa. Pero aún así, le gusta escuchar las palabras. Al decir: «Mamá, te amo», el
corazón de una madre salta de alegría. Esto mismo se debe decir de la
Virgen. Con las palabras más sencillas, cuando decimos: «Madre María, te
quiero», entonces María, la Madre de Dios experimenta una gran alegría en su
purísimo e Inmaculado Corazón. Por eso, en el transcurso del día recordemos decir:
«¡Madre María, te amo!».
4. Camina con Ella
Hay una canción muy conocida, tanto en español como en italiano,
dedicada a María y relacionada con este tema, cuyo título es Santa María del
Camino, que significa «Nuestra Señora del Camino». Por eso, cuando viajamos, y
ya sea un viaje corto o uno muy largo, deberíamos pedirle a la Madre María que
nos acompañe. La Virgen es
la mejor compañera de viaje y nos protege de muchos peligros en el trayecto, tanto
físicos como morales. ¡Cuántos accidentes, físicos y morales, se han evitado
seguramente viajando con María-Santa María del Camino!
5. Imitar a María
Cuando conocemos a alguien y le guardamos un profundo respeto, el
resultado suele ser la imitación, y la imitación lleva al seguimiento, y el
seguimiento al amor profundo a esa persona. San Luis de Montfort destaca las
diez principales virtudes de María que deberíamos procurar imitar: su profunda humildad, su fe viva,
su obediencia ciega, su oración incesante, su abnegación constante, su pureza
sobrecogedora, su amor ardiente, su paciencia heroica, su bondad angélica y su
sabiduría celestial. (La verdadera devoción a María, San Luis de
Montfort #108).
6. Confiar y encomendarse
a María
Cuando se confía verdaderamente en una persona, se le confía el
cuidado propio, sabiendo que esa persona especial nos cuidará y nos protegerá.
Considera esto: Dios Padre confió a su Hijo unigénito al cuidado de María. Por
eso, nosotros podemos confiar nuestra vida totalmente al cuidado de María,
nuestra querida y amantísima Madre. «Nunca
se supo que alguien que huyera a tu protección quedara sin ayuda». (El
Memorándum, San Bernardo).
7. Cuéntale a María tus
dolores y fracasos
Podríamos ser tentados por el enemigo, el diablo, que
verdaderamente odia a María, a sentirnos inhibidos para contarle a la Madre
María nuestros dolores y sufrimientos profundos. ¡Lo contrario debería ser el
caso! María, la mejor de las madres, sabe muy claramente que cuando un niño
está herido, es cuando el niño necesita el más tierno amor y cuidado. ¡Así
debería ser con nosotros! Cuando
los días parecen estar nublados, sombríos y francamente deprimentes en lo más
profundo de nuestra alma, ¡es entonces cuando realmente necesitamos abrirnos y
hablar con María, nuestra Madre! María es a la vez refugio de los pecadores
y salud de los enfermos: ¡dos títulos de María en sus famosas Letanías!
8. Llama a María cuando
seas tentado
Nuestra vida es una batalla constante; somos soldados tanto de
Jesús como de la Madre María. Eso
significa que estamos en un campo de batalla constante. Nuestros enemigos
son tres: el diablo, la carne y el mundo. Conscientes de esta intensa realidad
de combate espiritual, debemos invocar el Santo Nombre de María en medio de la
batalla y ¡la victoria será nuestra! La famosa Batalla de Lepanto
resultó ser una sorprendente victoria al invocar a María y al rezo del
Santísimo Rosario, ante la insistencia del Papa San Pío V. ¡Confiemos nuestras
batallas a María, que es más poderosa que todo un ejército en orden de batalla! ¡El mero nombre de María causa
terror y miedo en todo el infierno!
9. Promueve el amor a
María como Madre
Si en verdad hemos experimentado el amor, el cuidado y la ternura
de María en nuestra vida diaria, sin duda querremos dar a conocer a la Madre
María por todas partes. María no es amada ni honrada por una razón principal:
¡no es conocida! ¿Cómo se
la puede dar a conocer? ¡De muchas maneras! Fomentar la lectura de
buenos libros sobre María como Las Glorias de
María de San Alfonso de Ligorio, La Verdadera
Devoción a María de San Luis de Montfort y Redemptoris
Mater y La Santísima Virgen María y el Rosario,
ambos del Papa San Juan Pablo II.
Fomentar el
rezo del Santo Rosario y rezarlo diariamente, repartir Rosarios
con folletos sobre cómo rezar el Rosario y, finalmente, animar a llevar el
Escapulario de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
10. La muerte en los
brazos de María
El momento más importante de nuestra vida es el momento en que
morimos. Este momento determinará para toda la eternidad nuestro destino
eterno, ya sea el cielo o el infierno. ¿Por qué no prepararse para morir en
gracia, para tener una muerte santa, al menos 50 veces al día? ¿Cómo, podrías
preguntar? Simplemente rezando diariamente el Santísimo Rosario. Cada vez que rezamos el Ave María,
nos preparamos para una muerte santa y feliz con estas palabras:
“Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de
nuestra muerte. Amén”.
Por tanto, regocijémonos
con la aguda conciencia de que todos tenemos una Madre celestial, María la
Madre de Dios, la Madre de la Iglesia y nuestra querida Madre. Ella nos
conoce, nos cuida, nos protege, pero sobre todo, ¡nos ama! De hecho, en medio
de las pruebas, las luchas y las intensas batallas de la vida, encontremos
nuestro refugio en el Inmaculado Corazón de María y en el Sagrado Corazón de
Jesús.
(Publicado originariamente en el
portal de noticias marianas CariFilii.es)
Fuente: ReL