Los obispos firmantes lideran las diócesis que están en el camino que hizo San Ignacio entre Loyola y Manresa hace cinco siglos
Aciprensa |
15 obispos en
España publicaron la carta pastoral “Hago
nuevas todas las cosas”, por los 500 años de la conversión de San Ignacio
de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús (Jesuitas), y en la que llaman a
los fieles a convertirse al Señor y anuncian un Año de Conmemoración Jubilar
del 1 de enero al 31 de diciembre de 2022.
Los obispos
firmantes lideran las diócesis que están en el camino que hizo San Ignacio
entre Loyola y Manresa hace cinco siglos.
Entre los
firmantes están el Cardenal Juan José Omella, Arzobispo de Barcelona; Mons.
Francisco Pérez González, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela; Mons.
Carlos Manuel Escribano Subías, Arzobispo de Zaragoza; Mons.
José Ignacio Munilla Aguirre, Obispo de San Sebastián; Mons. Eusebio
Hernández Sola, Obispo de Tarazona; y Mons. Ángel Pérez Pueyo, Obispo de
Barbastro Monzón.
“Como pastores
de las archidiócesis y diócesis por las que pasa el Camino Ignaciano, queremos
hacernos eco de la celebración que está realizando la Compañía de Jesús desde
el pasado 20 de mayo, fecha en la que arrancaba el Año Ignaciano y que se
prolongará hasta el 31 de julio de 2022”, afirman los obispos al iniciar su
carta.
“Su fin no es
otro que el de conmemorar los 500 años de un momento decisivo de la vida de San
Ignacio de Loyola: su conversión acaecida durante su convalecencia y
recuperación, tras ser herido en una pierna en la defensa del castillo de
Pamplona, así como su peregrinación y estancia en Manresa”.
El 25 de marzo
de 1522, Ignacio de Loyola bajó de Montserrat a Manresa donde vivió 11 meses,
que fueron para él una especie de noviciado. Por ello, la expresión "ir a Manresa"
significa para los jesuitas una peregrinación a las fuentes de su historia y
espiritualidad. Ellos consideran a esta ciudad como la cuna de la orden
jesuita.
“Recordar la
conversión de San Ignacio puede ser una oportunidad para acercarnos a Dios que
escribe recto, por más que los renglones se rebelen y a veces se nos tuerzan.
Él sabe hacer nuevo todo, incluso nuestras vidas”, destacan los obispos en su
carta pastoral.
Los obispos
indican que la herida que el santo tenía en la pierna “le abrió los ojos a
Ignacio para poder percibir otra herida aún más profunda; la herida que el
pecado ha generado en el corazón humano y que solo puede ser cauterizada por el
fuego del Espíritu Santo”.
Los prelados
señalan que “en el momento más humanamente difícil de su vida es cuando, por
primera vez con plena consciencia, San Ignacio descubre a Cristo. Un Cristo que
le ayudará a discernir el valor y el sentido de su vida y a cambiar la espada
por la Palabra, el ardor en la lucha por el amor entrañable y fraterno, la armadura
por la fuerza de la fe, el brillo fugaz de la fama por la llama de amor viva”.
“La conversión
de san Ignacio nos recuerda que Dios quiere invitarnos a conversiones diversas,
tocadas de sorpresa e imprevisión. Lo ha hecho hasta ahora y lo seguirá haciendo.
Dios sale como el sol cada mañana a mostrarnos la vida que se estrena como
estrena su amor. ¿Cómo negarnos a un amor así?”, prosiguen.
La conversión
de cada uno
En su carta
pastoral, los obispos afirman que al mirar hacia adelante en el mundo actual
“nos vamos poco a poco convenciendo de que depende solo de nosotros aquello que
nos conduce a un futuro mejor. La tecnología actual, inimaginable para
generaciones pasadas, genera el espejismo de que ningún proyecto es ya
inalcanzable”.
“Participamos
de la opinión extendida de que cambiaremos el mundo no solo parcial, sino
totalmente, en la medida en que nos proveamos de los medios adecuados. Se nos
olvida la primera parte del ‘a Dios rogando y con el mazo dando’ de nuestro
viejo refrán popular”.
Los obispos
explican que el proceso de “conversión interior no es cómodo; exige sacrificio,
implica que no estemos centrados exclusivamente en nosotros mismos. Pero nos
resistimos a abandonar el área de nuestro interés y confort para aproximarnos
gratuitamente al otro”.
“La experiencia
ignaciana pone el acento en lo que es característico de toda conversión
cristiana: una transformación que se despliega desde dentro, desde lo más íntimo,
que nos afecta integralmente, que nos implica a fondo y para siempre”.
Los obispos
recuerdan luego que “solo desde esa transformación interior en Cristo podemos
ser sal de la tierra y luz del mundo, un mundo que padece hambre y sed de
justicia, de fraternidad, de trascendencia, de esperanza”.
“Jesús no es
una consigna, ni una ideología, ni un programa abstracto. Jesús es una Persona
que nos propone una relación que puede transformar radicalmente nuestra
existencia y nuestra condición”, aseguran.
“Cristo es la
luz y es la mirada limpia, es quien ve y quien nos ayuda a ver las cosas, las
personas en su realidad más pura y más auténtica. Él mira con amor y solo el
amor ve y ayuda a ver con transparencia. Y nos envía a ser, como Él, luz en el
mundo, un mundo que es la casa de todos, nuestra casa”.
Año Jubilar
En comunión y
como continuación del espíritu que alienta la celebración del Año Ignacio entre
el 20 de mayo de 2021 y el 31 de julio de 2022, los obispos anunciaron un Año
Jubilar todo el 2022.
“Para subrayar
vivencialmente esta dimensión del San Ignacio peregrino, hemos dispuesto que se
celebre en 2022 un Año de Conmemoración Jubilar a lo largo del Camino
Ignaciano, entendido como experiencia continuada de los Ejercicios
Espirituales, que transcurrirá del 1 de enero al 31 de diciembre del año 2022”.
Los prelados
resaltan que “creer es peregrinar, partiendo de cuanto sucede a nuestro
alrededor, de cuanto está reclamando cambio; pasando también y principalmente
por las transformaciones interiores de nuestra persona, para poder ser cada día
un poco más ese fiel reflejo de Cristo que llena de esperanza el mundo que
habitamos y lo abre a la esperanza de la Vida eterna”.
“Creer es
compartir lo que creemos, vivimos, celebramos: el amor de un Dios Padre que nos
ha hecho sus hijos en Jesús, nuestro hermano. Y esto exige vivir y crecer
amorosamente cada día, en esta gran familia universal”.
Para concluir,
los prelados afirman que “quizás por esa razón san Ignacio tuviera una especial
devoción a la Virgen de la Estrada, la del Buen Camino. Nuestra Señora estuvo
presente en los albores de su conversión en Loyola y Montserrat susurrándole al
oído lo que canta el salmista: ‘Encomienda al Señor tu camino, confía en Él,
que Él actuará’”.
Puede leer la
carta completa AQUÍ.
Por Walter Sánchez Silva
Fuente: ACI
Prensa