“En el Perú, los beatos conocieron gente de corazón sencillo, gente humilde en el camino terrenal, hermanas y hermanos peruanos, los más pobres. Fieles a su vocación misionera y anunciando la palabra de la fe, vivieron para ellos”.
Crédito: Mártires del Perú y Periodista Ricardo Sánchez Serra |
El
homenaje se realizó el 5 de agosto en el Parque Polonia, ubicado en el distrito
limeño de Jesús María, y contó con la participación de la embajadora de
Polonia, Antonina Magdalena Śniadecka–Kotarska; el Nuncio Apostólico, Mons.
Nicola Girasoli; Fray Marian Golab, ministro provincial de San Antonio de
Padua; el Obispo de Chimbote, Mons. Ángel Simón Piorno.
También
asistieron miembros del Cuerpo Diplomático, sacerdotes franciscanos –orden a la
que pertenecieron los dos mártires– y miembros de la colonia polaca en Perú.
“Los
regímenes totalitarios de todo el mundo siempre han luchado contra el
conocimiento y la memoria histórica. La ceremonia de hoy es una prueba de
nuestra memoria”, señaló la embajadora polaca, según información de la Revista Diplomática Embajador.
“Es
un homenaje a la empatía, a la paciencia, a la bondad, a la fe en las virtudes
que representaban, pero también un llamado a recordar a las víctimas entre
quienes han perdido la conciencia de su historia. Y una nación sin historia
deja de existir”, agregó la autoridad.
Por
su parte, Mons. Girasoli recordó cuando el Papa Francisco firmó el decreto de
beatificación de ambos mártires el 3 de febrero del 2015.
“El
Papa Francisco quiso unir a estos mártires que han dado la vida por una
adoración profunda que tenían de amor al pueblo y naturalmente inmolándose por
el bien de todos. Por eso no es solo un recuerdo histórico”, declaró.
También
dijo que la sangre derramada “es una sangre que nos purifica, es una sangre que
nos fortalece, que nos da esperanza y nos hace mirar hacia adelante”.
Además,
de los presentes, Szymon Szynkowski vel, secretario de Estado del Ministerio de
Asuntos Exteriores de Polonia, envió una carta en la que
recordó “la actitud” de los beatos, también conocidos como los Mártires de
Pariacoto (Ancash).
“Ellos
brindaron educación, ayuda social, evangelización, catequesis e incluso
iniciativas culturales y recreativas. Con el apoyo de organizaciones polacas y
organizaciones internacionales, los misioneros contribuyeron al suministro de
agua e instalaciones sanitarias básicas en las aldeas cercanas y a la creación
de un programa preventivo de atención médica”, recordó la autoridad.
También
dijo que “la escala y el esfuerzo realizado por ambos beatos puede evidenciarse
por el hecho de que la parroquia de Pariacoto abarca 74 pueblos andinos
esparcidos entre los 600 a 4000 m.s.n.m. A muchos de ellos se podía llegar
solamente a pie”.
“En
el Perú, los beatos conocieron gente de corazón sencillo, gente humilde en el
camino terrenal, hermanas y hermanos peruanos, los más pobres. Fieles a su
vocación misionera y anunciando la palabra de la fe, vivieron para ellos. Ya
sea organizando y dirigiendo escuela de catequesis o visitando a las
comunidades y preparando a los fieles a los sacramentos, dieron testimonio no
solo de enseñanza cristiana”, continuó.
La
autoridad polaca dijo que “con la realización de los ideales de la vida
franciscana dieron un testimonio hermoso, pagado en sangre, de vivir de acuerdo
con las enseñanzas y el mensaje de su compatriota y orgullo de Polonia: el
Santo Padre Juan Pablo ll”.
“Esta
es la verdadera dimensión del fenómeno que fue y es la generación de Juan Pablo
II”, subrayó.
Miguel
Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski, junto al sacerdote italiano Alessandro Dordi,
fueron asesinados por odio a la fe por Sendero Luminoso, un grupo terrorista de
ideología marxista, leninista y maoísta que con la violencia buscaba tomar el
poder en Perú.
Los
sacerdotes Tomaszek y Stralkowski fueron asesinados en Pariacoto, distrito de
la sierra norte de Perú. El 9 de agosto de 1991, Sendero Luminoso ingresó a la
casa parroquial, sacó a los dos sacerdotes y los llevó al cementerio del
poblado. Al P. Miguel lo mataron con un disparo en la nuca, mientras que al P.
Zbigniew lo mataron con un disparo en la espalda y otro en la cabeza.
A
pocos kilómetros de ahí, en el poblado de Vinzos, Sendero Luminoso asesinó al
P. Alessandro el 25 de agosto de 1991.
La
embajadora Śniadecka–Kotarska dijo el 5 de agosto de 2021 que las acciones de
ambos sacerdotes “se convirtieron en una amenaza para Sendero Luminoso, porque
los misioneros despertaron el corazón y apoyaron a quienes estaban perdidos en
sus penurias diarias, en los desastres naturales, en las epidemias de cólera,
en las sequías -que afectaron la Sierra en 1990 y 1991- al mismo tiempo
mostraron la posibilidad de una vida alternativa basada en la bondad, la ayuda,
la solidaridad y la cooperación: valores perdidos en la lucha por la
supervivencia”.
“Cada
día, Michał y Zbigniew, transformaron el saludo simbólico de ‘Paz y Bien’ de los
franciscanos en actividades prácticas. Esto era el significado simbólico de sus
vidas y por el que dieron sus vidas. Murieron por una causa justa”, aseguró la
embajadora.
El
entonces Obispo Emérito de Chimbote -fallecido el 19 de marzo de 2021- e iniciador
del proceso de beatificación de los tres presbíteros, Mons. Luis Bambarén,
reveló a ACI Prensa en el año 2015 que desde la cárcel donde purga cadena
perpetua, Abimael Guzmán, fundador de Sendero Luminoso, admitió que ordenó la
ejecución.
Mons.
Bambarén indicó que el terrorista incluso pidió perdón por el asesinato y
arguyó que la labor de evangelización de los presbíteros era un obstáculo para
el adoctrinamiento que el grupo terrorista quería aplicar sobre la población.
La
declaración de Guzmán se convirtió en “testimonio
fundamental” para el reconocimiento de su martirio, según
reconoció el Prelado en entrevista con ACI Prensa.
La
causa de beatificación de los tres comenzó a mediados de la década de 1990 y
culminó oficialmente el 3 de febrero de 2015, cuando el Papa Francisco aprobó
la promulgación de los decretos que reconocen que los tres fueron asesinados
por “odio a la fe”.
Los
mártires fueron beatificados el 5 de diciembre de 2015 en la ciudad de
Chimbote, en el norte de Perú, en una ceremonia presidida por el Cardenal
Angelo Amato, entonces prefecto de la Congregación para las Causas de los
Santos.